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el cudolet / OPINIÓN

En València, otros barren las colillas de los demás

17/06/2023 - 

Hay leyes incomprendidas y enmiendas que no suelen molestar a la tesorería de los faraones. Durante el ciclo de gobernabilidad del anterior alcalde, creo que no llegó ni a cubrirse el período de gracia, cada día, he escuchado de muchos conocidos la misma homilía, el mateix discurso, reiterativo, cansino y nada reflexivo ¡la ciudad está muy sucia! Con la razón, o sin ella, habría qué preguntarse lo que ha motivado para que las aceras estén a medio barrer, o los árboles, aliados de las malas hierbas que nos asaltan a la primera de cambio, sin podar. 

No es ecologismo, como algunos de los anteriormente citados, que abanderan el pensamiento único e intentando criminalizar, acaban achacando el mugriento estado de las calles a los incondicionales defensores del medio ambiente. Señalados, estos son los culpables, y no es del todo verdad. Ni mucho menos. Quizá habría que preguntarse por algo que se denomina déficit heredado, en la economía doméstica, números rojos. 

La mierda, siendo más contundente, no es patrimonio ni de la izquierda, ni de la derecha. He vivido hechos insólitos en la era postpandemia rayando la mayor de las hipocresías de estas víctimas azotadas sistemáticamente por la suciedad. En una sobremesa, desplazados a la acera, la ley sanitaria valenciana no permite fumar en las terrazas, las mujeres de unos colegas, con el vinito y el cigarrillo en la boca azotaban a Ribó por la falta de higiene en barrios y calles del Cap i Casal. 

Una vez terminado el corrillo, los cigarrillos fueron apagados en el suelo por el calzado de todas. Allí se quedaron. Nadie las recogió. Conté más de setenta colillas en el asfalto en menos de una hora ante la falta de ceniceros. Las ratas eran el problema de los valencianos. Las colillas no. 

A los pocos días de aquella cita, en una zona de ocio de la tan querida València, una camarera barría la terraza después de una larga jornada de trabajo. Me acerqué a ella, entablamos una conversación, las tareas de la limpieza de las terrazas nos corresponden a nosotros, no de las aceras. Hoy he recogido más de 3000 colillas y no me corresponde a mí hacerlo. Es antihigiénico. Lo hago por responsabilidad. 

Seguí unas semanas después interesado en el asunto de las colillas, mientras la ciudad desayunaba cada fin de semana de miles de botellas y bolsas de plástico depositadas en bancos y marquesinas de autobús en la vía pública ante la noche que debió ser prometedora. Las ratas y Ribó seguían teniendo la culpa. 

Volviendo a casa, un mediodía, en una terraza varias familias disfrutaban y departían de un largo aperitivo, ellos y ellas bebían y fumaban ante la mirada de sus hijos. Anteriormente había leído a un responsable de sanidad que esa medida era una cruzada contra el tabaquismo. La estampa era divina. Los hombres fumando en abierto, las mujeres cuchicheando,  y los hijos con sus móviles rodeados de bebidas alcohólicas. Fumar no, beber si y ensuciar el asfalto de la ciudad también. València no es un cenicero. 

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