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en la Fundación Chirivella Soriano

Encarna Sepúlveda repasa sus últimos 15 años de carrera artística

13/12/2019 - 

VALÈNCIA. La Fundación Chirivella Soriano de Valencia ha presentado este mediodía la exposición Trenzando el tiempo, de la artista Encarna Sepúlveda, que abre al público mañana, sábado 14 de diciembre, y podrá visitarse hasta el 29 de marzo. 

La muestra, comisariada por la propia Sepúlveda junto a la también artista valenciana Carolina Ferrer, reúne un conjunto de sus trabajos desde el 2002 hasta la actualidad, en una propuesta que no es tanto una retrospectiva como un proceso continuo, una manera de mostrar al público su evolución pictórica y plástica en la que redefine la abstracción geométrica en un camino cada vez más concreto mediante piezas de gran fuerza visual. 

Además de la artista, la presentación de este mediodía ha contado con la participación de Román de la Calle, catedrático de Estética y Teoría del Arte de la Universitat de València, y de Manuel Chirivella, presidente de la Fundación Chirivella Soriano.

Sepúlveda ha explicado que en este Trenzando el tiempo, presenta el proceso de su trabajo en el que “todas las fases están entrelazadas, unas llevan a otras”. Esta es la primera ocasión en la que la artista revisa su obra y en la que comisaría una muestra propia, algo que ha afirmado que no ha supuesto un gran esfuerzo porque abarca un periodo relativamente corto. “Quien más conoce el trabajo, es la propia artista. Están las piezas que tienen que estar”, ha apuntado. 

La muestra comienza con su serie Disonancias, de 2002, que, según ella, “sienta las bases del desarrollo posterior”. “A partir de entonces la geometría gana terreno frente a las formas más orgánicas, para ocuparlo absolutamente todo. Esto es especialmente significativo a partir del 2016, donde es el único lenguaje patente”, ha explicado Sepúlveda.

Además de esta serie, Sepúlveda presenta una escultura de título homónimo a la muestra, Trenzando el tiempo, en forma de instalación tridimensional de hierro lacado que entrelaza cuatro módulos rectangulares que generan un gran poder de expansión y otras formas infinitas; junto a una nueva serie de pinturas y dibujos creada ex profeso para la muestra durante 2019. 

Así mismo, la muestra brinda la oportunidad de revisitar algunas obras de sus etapas anteriores como Retazos, Recortando la pintura, La corteza del eco y Ángulos del vacío.

La artista ha mostrado recientemente su obra en la galería Egam de Madrid, en la galería Cànem de Castellón, en la Sala Rivadavia de la Diputación de Cádiz o en en el MuVIM y en el CCCC (Centro del Carmen Cultura Contemporánea) de Valencia. 

Trenzando el tiempo, según Román de la Calle, Manuel Chirivella y Carolina Ferrer

Cuando Encarna Sepúlveda se incorpora al panorama de la pintura española de la década de los noventa, asume decididamente el camino de la abstracción pictórica redefinida, enclavada en los márgenes de la postmodernidad. Tendencia que ya no se limita a enfrentarse, a capa y espada, a la figuración, tal como había hecho la histórica abstracción de la vanguardia, en sus diversas modalidades experimentales: abstracción lírica, abstracción geométrica, abstracción informal, abstracción expresiva o abstracción espacial.

De hecho, la redefinición de la abstracción ocupó y abrió camino a toda una serie de artistas investigadores, que arbitraron directamente un camino versátil al complejo proceso de doble embrague: construcción versus deconstrucción (Derrida dixit). Tal tensión ejecutiva siempre fue llevada a cabo en el seno del espacio pictórico, asumido fundamentalmente como espacio escenográfico y de experimentación, allí donde la acción pictórica es capaz de re-(de)construirse a sí misma. 

Porque, digámoslo claramente, todo era posible en aquellas deconstrucciones llevadas a cabo en el área abierta de la superficie pictórica, contando con la copresencia (a) del fondo invadido / ocupado por toda una serie de elementos plurales: formas, manchas, objetos, geometrías, texturas, filamentos, gestos, retículas, cruces y heterogéneas fragmentaciones y (b) de las minuciosas relaciones impuestas al conjunto: superposiciones, perspectivas forzadas, dinamismos sobrevenidos, capacidad expansiva y encasillamientos regulares. Unos y otras -elementos y relaciones- daban lugar, como resultante sumamente calculada, precisamente a una abstracción redefinida, heterogénea, inquietante, pero que, al fin y al cabo, conformaba o podía dar de sí un potente aire de familia internacional, al que supo sumarse con fuerza Encarna Sepúlveda, desde el contexto valenciano. 

En tal conjunto de asiduos practicantes podía caber / encontrarse un abierto rosario de nombres, de alcance transgeneracional, que luego y a la larga, ya con cierta perspectiva, nos arriesgamos a interpretar como una modalidad histórica sobrevenida, quizás con tantas posibles claves genéricas, en común, como plural fue mostrándose su nómina, cronológicamente, entre ellos: Luis Gordillo (Sevilla, 1934), Jonathan Lasker (Jersey, 1948), Encarna Sepúlveda (Cuenca, 1952), Peter Halley (New York, 1953), Juan Uslé (Santander, 1954), Jessica Stockholder (Seattle, 1959), Ángela de la Cruz (A Coruña, 1965), Daniel Verbis (León, 1968) o Vicky Uslé (Santander, 1981).

A pesar de las marcadas influencias recibidas, por la contundencia de la abundante información circulante, a caballo de las últimas / primeras décadas que encabalgan ambos siglos, las generaciones intermedias y finales, dentro de esta cronología, han sabido también dar sentido personalmente a sus propias y diferenciales pautas evolutivas. Personalidades inquietas --en ese juego de internas reconstrucciones y sobrevenidas deconstrucciones, por cuyos mapas orientativos han ido atravesando, a la vez que redefiniendo su respectivo quehacer-- cada una de ellas ha sabido jugar sus propios dados en la apuesta personal.

Trenzar el tiempo. De hecho, Trenzar es un verbo que define muy bien la vocación de entrelazar distintas etapas pictóricas en una misma exposición, de entrecruzar distintos tiempos pretéritos con el presente, pero alude también a la acción concreta que realiza en sus nuevas obras, y a los elementos y figuras que en ellas conjuga, agrupa y entreteje hasta conformar grandes racimos, marañas, pequeños caos –aunque legibles–, que se agruparán deviniendo figuras geométricas rotundas, con gran poder de expansión y que generarán otras formas en cadena. 

Pinturas de gran fuerza visual

Pongamos el caso concreto de la abstracción redefinida de Encarna Sepúlveda, que ahora nos ocupa. Convenimos que sus recientes pinturas son austeras, sobrias, rigurosas y rotundas; diríamos que comportan una gran fuerza visual. Pero además contrastan con la levedad y sutileza de sus -otras- obras, realizadas sobre papel. Sus dibujos gozan de una atmósfera de mayor ingravidez y liviandad. En resumidas cuentas, todas ellas, pinturas y dibujos, abrazan, comparten e incorporan directamente lo indispensable, lo esencial de su programa, al igual que, a su vez, prescinden, cada vez más, de lo accesorio y, en esta línea de abstracción redefinida, han ido experimentando una suerte de despojamiento creciente en sus elementos, en los últimos años.

A decir verdad, la autora se propone/nos propone, en esta exposición, estratégicamente, un momento de reflexión, una revisión personal y un análisis en profundidad de su quehacer. Es decir, se permite una especie de pausa para observarse a sí misma y a su acción plástica, ubicándose, diríamos, desde otro ángulo y a mayor distancia.

Su obra nos invita a detener nuestra mirada y a contemplar sus poderosas imágenes geométricas, imágenes que trenzadas entre sí nos conducen a lugares inexplorados, deteniendo nuestro tiempo y sabiendo que nuestro único destino es el conocimiento.

En esta época en que la pintura parece esclava de los medios de masas, la obra de Encarna Sepúlveda va a contracorriente, es genuinamente abstracta, quizá difícil de leer, pero definitivamente atrayente de la mirada. Asume un pasado próximo que en ella se refleja y postula un futuro que trasciende la propia representación.

Testimonia la lucha eterna del arte “que nunca es un fin, sino siempre un comienzo”, tal y como dijo Stefan Zweig. Un inicio que no siempre puede responder a las demandas del presente, pero que resistirá la gran prueba del tiempo.

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