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EL CUDOLET / OPINIÓN

Encuentros con la primera fase: un paseo por la València machadiana

9/05/2020 - 

Somos un país de manual. De libro. Contamos con demasiados estatutos para una sola constitución.  Estos días lo único que percibo son helicópteros o drones que planean las sobrevoladas alturas aconsejando a los ciudadanos con voz altiva las recomendaciones sanitarias. Y atisbo con los prismáticos, desde mi venta indiscreta, a las fuerzas y miembros de Seguridad del Estado proponiendo sanciones a quién no las cumple. Veo a una cuarta parte del Parlamento debatiendo. A unos militares cumpliendo con eficiencia su labor. A los medios de comunicación ejerciendo la libertad de prensa. A los columnistas opinando la opinión publicada. A los canales de televisión enchufados. A las radios emitiendo a través de las ondas. Periódicos y revistas a la venta en los kioscos. Y también detecto un abrumadora bocanada de alarmismo en un país multicultural declarado en Estado de Alama. Demasiadas lenguas vivas. Demasiados acentos. Cervantes sigue vivo. El Quijote sigue leyéndose. Demasiadas quijotadas de algo que no está sucediendo. O quizá viva en otro territorio o esté experimentando una  alucinación sintiendo un exceso de confusión combinada con demasiada dictadura del cerrilismo.  

Las suspensiones han estado a punto de suspenderse. El confinamiento a punto de quebrarse. El miércoles in extremis no saltaron las alarmas en el Congreso porque finalmente el debate sobre el Estado de Alarma pudo salvarse en la prórroga, venciendo por penaltis el gobierno a la oposición. El fuego no se avivó pese al incendio provocado por la bancada conservadora. Seguimos suspendidos. Seguimos confinados quince días más. Seguimos alarmados por la situación en que vivimos. La oposición pisa el acelerador. El gobierno echa el freno. Y al presidente Sánchez le va a perseguir durante todo el mandato la losa del fantasma de la moción de censura provocada contra Mariano Rajoy. Recordemos que Sánchez salió por la puerta de atrás de Ferraz, ganándole la batalla al propio González, volviendo a ser Secretario General de los socialistas, y tumbando a Rajoy la legislatura. Acabó de un plumazo con barones y populares. Todo esto es mi modesta opinión, mi criterio, como preámbulo al encuentro con la fase 1 que entrará en vigor el próximo lunes 11 de mayo en un momento tenso, en el que los mercados empiezan a apretar. Los hosteleros también. Y los grifos quieren gotear espuma, los camareros atender la comandas, Alberto Chicote finalizar con esta pesadilla y las terrazas, bajo mínimos, restaurar el espacio suspendido de dominio público.

Está muy bien apoyar insistentemente la cultura del bar, pero también debemos respaldar la cultura de verdad.  Un país que no saca músculo de ella es un país sin alma. En las librerías se empieza a leer. En las calles se comienza a andar y los ciudadanos volvemos a pasear con derecho a ejercitar el deporte. ¡Al paso que vamos todos seremos olímpicos!  Comenzamos, los ciudadanos, a salir tímidamente a parques y plazas esporádicamente, cumpliendo el impuesto régimen de visitas por una emergencia sanitaria. La movilidad del parque móvil se resiente. El petróleo más. Las obras de peatonalización en la ciudad de València se atisban en un asfalto adoquinado por sacos de cemento provocado por los socavones. La oposición lo critica. Bueno, critica todo lo incriticable. Inexplicable. Pernicioso. Fuera de lugar. Digo yo, ¿tendrán derecho a trabajar las contratas y los trabajadores tras casi dos meses confinados? “No es el momento”, he escuchado.

Creo que si, es el tiempo en que todo el mundo debe volver a reiniciar sus labores diarias. Poder trabajar para poder comer, darle al plato de cuchara. El bogavante por el momento seguirá congelado. Pero tras este tormentoso calendario vírico, el mensaje por la recuperación de la cultura en su vuelta a los escenarios ha quedado oculto en la biografía de muchos muros de la confrontación.

Me entristece, en un amargo llanto, que teatros y cines, entre otros sigan cerrados, o festivales de música estén cancelados. Si estamos en el proceso de la mal llamada desescalada, es decir, en el tiempo de juego a la salida del confinamiento, lo que supone una supuesta normalización de nuestras vidas, la acción debe ser consensuada.  Y dicho esto, el sector editorial, librerías, escritores, poetas, lectores, aficionados a la lectura tenían que estar presencialmente recorriendo las casetas de una Fira del Llibre ubicada en el pulmón de los Jardines del Real, en el paseo de Antonio Machado. Un poeta que quedó confinado a finales del 1936, primero en la Casa de la Cultura de València, para después refugiarse con su familia en un chalet veraniego, Villa Amparo, situado en la localidad de Rocafort. Un poeta enamorado de la ciudad. “Valencia de finas torres y suaves noches, Valencia ¿estaré contigo cuando mirarte no pueda, donde crece la arena del campo y la mar de la violeta?... verso que escribió un nostálgico Machado ante su inminente exilio. Por culpa del extraño y pegadizo virus no podemos oler la edición, ni paginar el libro que deseamos, ni recultivar la memoria, ni mucho menos conversar con el autor disfrutando una amena charla esperando su rubrica.  Entramos en los encuentros con la primera fase, en una salida por la puerta de emergencia al Covid-19, por ello debemos ser cautos, conscientes de no volver a coquetear con el virus para poder crecer, avanzar, caminar, y volver a pasear por la calle de los poetas recuperando el aroma literario de otra edición de la Fira del Llibre de València.

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