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MINORÍA ABSOLUTA  / OPINIÓN

Enemigos íntimos

20/05/2021 - 

En su emocionado adiós de la presidencia del PPCV, Isabel Bonig destacó que se ha dedicado más a los intereses de su tierra que a los "contrincantes o adversarios internos". El President Puig se despidió deseándole suerte y remarcando que siempre fueron “adversarios, nunca enemigos”. 

Ya lo explicó Winston Churchill a un joven diputado en el Parlamento británico, “nuestros adversarios están enfrente, nuestros enemigos, detrás". 

El PP ha gestionado con poco tacto y compañerismo la salida de Bonig. A sus espaldas, Génova hace tiempo que decidió que Carlos Mazón sería el próximo presidente del PPCV. El secretario general, Teodoro García Egea impulsó la candidatura de su hombre de confianza para tejer una red de alianzas de contrapeso a los barones. Unos presidentes autonómicos que han mostrado en varias ocasiones su malestar por sus intromisiones, la más sonada, la del congreso de Sevilla, donde el presidente andaluz, Moreno Bonilla ni acudió a la clausura. 

Tampoco hay que ser Carl Jung para apreciar el poco feeling entre García Egea y Díaz Ayuso la noche electoral madrileña en el balcón de Génova, tras sus desavenencias por la imposición de Cantó en su lista electoral.

El PP fue el último en llegar a esto de las primarias, fue en el 2008. El primer congreso nacional celebrado fuera de Madrid, en uno de los principales bastiones populares, con Rita Barberá y Camps de anfitriones para refrendar el cuestionado liderazgo de Rajoy por las familias aznaristas y aguirristas que reclamaban con vehemencia unas primarias.  Así, en el Congreso de Bulgaria, capital Valencia, tal y como lo acuñó Jiménez Losantos, llegaron los estatutos que recogían procesos democráticos internos, una ponencia defendida por Alberto Núñez Feijoo. 

Gracias a ese germen, Pablo Casado pudo presentarse años más tarde, y ganar unas primarias contra todo pronóstico. Es paradójico que, ahora, la dirección nacional supervise paso a paso el proceso del PPCV y reclame unidad e integración cuando surge un candidato alternativo al oficial. La candidatura del alcalde de Ayora, José Vicente Anaya, inquietó a Génova y es que, las primarias siempre sabes cómo empiezan, pero no como acaban. Pero la maquinaria del aparato se puso en marcha e instó a todos los cuadros de mando a dar su apoyo al aspirante oficial, aplicando la teoría de la espiral del silencio para enmudecer o minimizar las posiciones diferentes a la mayoría. 

En el congreso no habrá sorpresas porque el PPCV es un partido de orden, con una organización vertical que deja poco margen a la improvisación. Lo previsible es que salga lo previsto por disciplinada unanimidad, porque como dijo Alfonso Guerra, el que se mueve no sale en la foto.

Pueden evitar el choque, pero no el debate. El congreso debería servir para hacer un ejercicio de introspección. Darle voz a los militantes que decidan lo que quieren ser. Que alcancen acuerdos y unidad, pero no de boquilla, sino la fractura será mucho más profunda en el tiempo. Que aprovechen esta oportunidad si no quieren seguir varias legislaturas en la oposición en modo balcánico como le pasó al PSPV.

En la latitud socialista, Pedro Sánchez también tendrá, previsiblemente, un congreso a la búlgara en Valencia, pero mientras tanto, el aparato de Ferraz ha lanzado en Andalucía a su candidato oficial, Juan Espadas, para enfrentarse a su enemiga, Susana Díaz. 

Si el PSOE fue el primero en celebrar primarias en el año 98 con la inesperada victoria de Borrell frente al secretario general Almunia, sin duda, el que más partido les ha sacado fue Sánchez con su remontada épica contra el establishment y la vieja guardia. Ahora, se intercambian los papeles y Susana Díaz se erige como representante de la militancia.

Un movimiento del sanchismo para ganar fuerza y aliados en su federación más numerosa y retomar la iniciativa, no sea que adelanten las elecciones andaluzas y el PP siga sumando victorias. 

Aunque en España no tengamos un sistema de primarias tan consolidado como en Estados Unidos, desde 1968, los partidos parece que involucionan en este ámbito, usando este procedimiento para fortalecer su liderazgo en vez de para fomentar la pluralidad y la participación interna. 

Un comportamiento antinatura en un mundo digital donde los ciudadanos pueden opinar en cualquier momento a través de las redes sociales. Mientras los partidos siguen tratando como disidentes al que opina diferente. Sancionan la crítica, vemos casos recientes en el PSOE abriendo expediente contra dos veteranos como Leguina y Nicolas Redondo, o el PP que hizo lo propio con Cayetana Álvarez de Toledo.

El debate interno genera cultura política. Los militantes ya no son attrezzo para rellenar mítines. Las organizaciones políticas deberían preocuparse más por parecerse a la sociedad a la que representan que por custodiar el voto de obediencia de sus afiliados. 

Pero es tiempo de congresos, de fontanería, de ver pulsos de poder entre las distintas camarillas o familias políticas. Unos movimientos determinantes porque se juegan su destino político a la opción ganadora. En definitiva, la vida interna de los partidos sigue organizada en torno a sus cargos electos y no alrededor de sus bases, de espaldas al valor del esfuerzo y el talento. 

El primer canciller alemán, Konrad Adenauer, ya lo explicó, Hay tres tipos de enemigos: los enemigos a secas, los enemigos mortales y los compañeros de partido.

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