Pertenece a esa raza de empresarios hechos a sí mismos que comenzaron su andadura en los años 60 y que, sin preparación académica, han sabido llegar a lo más alto: triunfar en su sector
VALENCIA. Hay personas que nacen con unas cualidades esenciales para triunfar en los negocios a lo largo de su vida, como son la constancia, el esfuerzo, la entrega o, por qué no decirlo, la obstinación. Lo que dejan por el camino a cambio de este éxito empresarial sólo ellos lo saben. Enrique Tomás, desde bien pequeño —con 12 años ya se llenaba las manos de grasa—, quiso ser un gran empresario del automóvil y para ellos no escatimó horas, sacrificios y kilómetros por toda España.
Comenzó en un pequeño taller donde le daban sin pestañear las 12 de la noche trabajando en el foso. Pero pronto descubrió que, aparte de su pasión por la mecánica, era un gran vendedor y sabía lo que el público buscaba. Igual importaba un coche (cuando aquí no había casi nada) que se hacía con modelos de las subastas estropeados para dejarlos como nuevos.
Se encontró de frente en el camino con un importante ejecutivo de la marca inglesa Brithis Leyland, Jacques Muller, que vino a España a cerrar el negocio, y al conocer al joven Tomás, que no quería más que vender lo que fuera, decidió convencer a sus jefes de las posibilidades de seguir y potenciar este país. Muller representó un antes y un después en los negocios de este empresario, y como bien agradecido así lo cuenta Enrique Tomás.
En pocos años consiguió tener su primer concesionario Rover, pero lo más importante fue la confianza de sus directivos que apostaban por un profesional cuya entrega y honradez estaba a prueba de bombas. Año tras año fue ampliando sus marcas, creciendo sus instalaciones, aumentando el número de empleados, consiguiendo premios por hacer bien las cosas, y preocupándose por averiguar la parte negativa de sus servicios, ya que, como él dice, «hemos hecho muchas cosas bien pero algunas mal, y ésas hay que corregirlas».
Con algo más de 70 años sigue tan ilusionado como cuando empezó a pesar de que es consciente de que todo ha cambiado mucho. Hoy hace falta al frente de los negocios gente joven muy preparada y entregada. «Mi mujer es la mayor suerte que he tenido. Sin ella hubiera sido imposible sumar todos estos logros. Nunca (subraya el ‘nunca’) ha pedido nada, siempre ha estado a mi lado en lo bueno y en lo malo, me ha comprendido, ha educado y se ha entregado a muerte con mis hijos, una auténtica bendición de Dios».
Acude todos los días a su negocio donde le espera su gran devoción que es su gran colección de coches antiguos que él mismo repara y reconstruye si es necesario. Nos confiesa que disfruta pensando y escribiendo sus pensamientos aunque sea para leerlos en soledad, ya que reconoce que es un gran tímido. También le encanta la naturaleza y las leyes que la rigen tan similares a la vida de las personas, y que cocinar y la compra de sus elementos le relaja y distrae.
Enrique Tomás es toda una institución en el sector de la distribución en Valencia por su larga y fructífera trayectoria. Forma parte de la historia de los concesionarios en los últimos 50 años y conoce perfectamente las políticas de las marcas. Cuando hace 14 años se planteó celebrar una Feria del Automóvil en nuestra ciudad, todos sus compañeros, que eran a su vez su competencia, lo eligieron como primer presidente de dicho certamen.
Ahora ya han tomado el relevo sus hijos en las distintas marcas que representan, tanto en Valencia como en Castellón y en Gandia, y su labor sigue siendo reconocida por los fabricantes a través de los premios que reciben continuamente por su trabajo bien hecho.
VALENCIA.- Enrique Tomás se emociona al hablar de sus tres hijos que hoy son el pilar de su enorme grupo de automoción, y sabe que a pesar de las diferencias de edad son el valor más importante que tiene en su empresa. Emilia, Enrique y Noelia han heredado el placer por el trabajo bien hecho, no tienen horas para su negocio y llevan a flor de piel las ganas de agradar al cliente, sabedores de que es la única fórmula de triunfar. Cada uno se encarga de una marca pero todos están en todo. Mientras tanto, saben los cuatro que tienen a su madre, Emilia, a su disposición por si necesitan algo, como cuando eran pequeños.
Enrique Tomás, el patriarca, es una persona enormemente positiva, muy intranquila —siempre quiere saber el final de la carta antes de leerla—, educado para satisfacer al cliente, y sobre todo, con una clara intención de no hacer daño a nadie. Como él nos dijo: «no he deseado el mal ni a los que me lo han hecho en alguna ocasión».
(Esta entrevista se publicó originalmente en el número de junio de la revista Plaza)