Vivimos tiempos difíciles marcados por la crisis del Covid-19, un periodo que pone de manifiesto el poder y la solidaridad de la clase trabajadora, de profesionales de servicios esenciales que, estando al borde del agotamiento, resisten trabajando y de la responsabilidad de la ciudadanía, que muestra cada día su agradecimiento a quienes velan por el bienestar de la sociedad.
Pero también es tiempo de reconocer nuestras deficiencias. Esta crisis nos ha permitido ser más conscientes si cabe de la falta de previsión hacia una pandemia de estas características. La epidemia ha conseguido llevar al límite al Sistema Nacional de Salud, también al valenciano, evidenciando las debilidades y la erosión provocada por las políticas de recortes y privatización implementadas por los gobiernos del Partido Popular.
Políticas sanitarias desarrolladas en términos economicistas y de negocio, orientadas a la privatización del sistema, que redujeron las plantillas y las camas hospitalarias públicas. La dinámica de reducción del gasto sanitario público ha mermado el sistema valenciano de salud en el que se evidencian carencias, de recursos y profesionales, así como el deterioro generalizado de centros sanitarios públicos, lo que merma la capacidad de atención y aumenta las listas de espera.
A todo lo anterior se suma un sistema de financiación injusto, que mantiene a nuestra comunidad a la cola del gasto sanitario por habitante, que sitúa a la sanidad valenciana en una posición de desventaja para afrontar una emergencia como la actual.
A estas dificultades se han añadido problemas como el elevado número de profesionales afectados por falta de equipos de protección, a causa de una deficiente planificación inicial en la provisión de medidas preventivas, tanto materiales como organizativas. Una cuestión que permanece sin resolver y mantiene a cientos de profesionales ejerciendo sus funciones con la incertidumbre de si están o no contagiados y son vectores de transmisión a pacientes, familia y compañeros y compañeras de trabajo.
En su momento deberá someterse a un profundo análisis autocrítico una situación que ha provocado el contagio y aislamiento de miles de profesionales, incrementando la presión en el sistema sanitario, y que debería intentar solucionarse mediante la generalización sistemática de las pruebas de detección entre profesionales y la dotación de las medidas de protección.
El Sistema Nacional de Salud es a la sociedad lo que el sistema inmunológico a las personas. Nuestra capacidad de autodefensa ha sido mermada por las políticas de recortes, cuyas consecuencias se evidencian ahora con inmensa crudeza.
Solo nos queda preguntarnos por el devenir futuro, aprender de lo sucedido y remar conjuntamente hacia un mismo objetivo, el fortalecimiento de la Sanidad Pública, dotándola de los medios suficientes, invirtiendo en una mayor prevención, así como en infraestructuras y equipamientos. Esto implica revertir las consecuencias de las políticas de recortes, planificar adecuadamente las necesidades de las plantillas y ofertar plazas de formación especializada, integrar la prevención de riesgos laborales en la planificación de la actividad asistencial y organizativa, dotar suficientemente de capacidad y recursos a Salud Pública para desarrollar actividades de promoción, prevención y vigilancia de la salud colectiva, que son claves para amortiguar los problemas de salud comunitaria y revisar el modelo de Atención Primaria.
Apostemos por la producción interna de productos estratégicos (equipamiento sanitario, equipos de protección, medicamentos, etc.), que aseguren amplias reservas de material esencial para afrontar situaciones de emergencia. Además de potenciar la investigación desde el ámbito público como elemento indispensable para hacer llegar a la ciudadanía los resultados que se obtengan.
La lección más importante que nos deja esta crisis es la necesidad de disponer de un sistema de salud público, universal y gratuito mucho más fuerte. Para ello será esencial la derogación de todas aquellas normativas que permiten su privatización.
Estamos convencidas de que superaremos esta situación, con coraje y firmeza. En el camino quedará la huella de aquellas personas que perdieron la vida, la parte más dolorosa del COVID-19. Pero también nos hará conscientes de lo que podemos perder con una sanidad débil y se reforzará nuestra fuerza y esperanza para exigir a quienes gobiernan las reformas necesarias que blinden nuestro Sistema Público de Salud, recuperando un sistema capaz de atender las necesidades de la población, con medios suficientes y la calidad que corresponde, también en tiempos extraordinarios. Como ha quedado demostrado, nos va mucho en ello.
Ana Belén Montero es secretaria de Política Social de CCOO PV
Rosa Atiénzar es secretaria general de Sanidad y Servicios Sociosanitarios de la FSS de CCOO PV