La compañía valenciana Entrelazados presenta AB Extra, una pieza inclusiva de danza-teatro que podrá verse en la sala La Máquina hasta el próximo 21 de mayo. La obra reflexiona sobre la extensión del juicio dentro de la era del like e integra a miembros con diversidad funcional e intelectual en su elenco
VALÈNCIA. Quien no haya juzgado jamás que tire la primera piedra, y quién no se haya dejado guiar por las tendencias estéticas de las redes que retire el primer “like”. Así comienza a descifrarse el argumento de AB Extra, la obra de teatro-danza inclusiva de la compañía Entrelazados que se puede ver en la sala La Màquina hasta el próximo 21 de mayo. Con un elenco conformado por personas con diversidad funcional e intelectual de la Comunitat Valenciana esta pieza teatral sirve para establecer una conversación sobre vanidad, belleza, amor y hasta estilos de vida en una obra creada desde el punto de vista de los propios integrantes de la compañía. La bailarina y docente especializada Silvia Valentín trabaja desde hace años con el grupo que se sube al escenario para representar la historia que crea el dramaturgo Rafa Cruz, aunque los verdaderos protagonistas en este gran espectáculo son los actores.
Dentro del elenco, conformado por más de una decena de actores y actrices se encuentra Cristina Bravo, quien asegura que lo que más le empodera de todo es salir al escenario y hacer a la gente feliz con su actuación: “Hacemos un espectáculo que nunca se ha hecho y que nadie se espera. Yo me siento muy contenta cuando veo todo el público que nos ve, y por eso el trabajo merece la pena”, explica la actriz emocionada. Para esta actuación aprende todo directamente de Valentín , con la que trabaja desde hace muchos años y en la que confía plenamente. La labor de “la profe” en este caso es la de comenzar a profesionalizar el trabajo del grupo: “Lo que queremos es que ellos cobren por su trabajo, no solo que les vean y que hagan esta actividad que les tiene en movimiento, sino poder subirse al escenario de forma profesional en muchas otras ocasiones”.
Esto mismo, tal y como lo contempla la actriz Bravo, es una tarea que tiene que nacer de un núcleo en el que estén menos aislados, comprendiendo su labor como la de cualquier otro profesional: “Queremos que nos incluyan en los castings, cuando los hacen no suelen admitir perfiles como los nuestros y eso me molesta”, comenta indignada. Además a esto se le suma la complejidad de los espacios, hasta que la compañía Entrelazados encontró su lugar para los espectáculos tuvo que llevarse a cabo una larga búsqueda, en la que Valentín impuso unas normas básicas para poder ver a su grupo actuar: “Hemos tenido que rechazar muchas salas porque dicen que son inclusivas pero nunca piensan en lo que hay tras el telón. La etiqueta accesible tiene que aplicarse a todo, incluyendo por supuesto a los actores, yo no tengo que subir a un alumno en brazos al escenario porque es algo indignante. No solo pueden ser accesibles los baños y las salas de butacas”.
La sala La Màquina sí que responde a sus necesidades, y es ahí donde Cruz puede mostrar trabajo de “danza y teatro para todos” y dar alas a sus historias: “El ambiente de las artes es muy elitista, pero cuando abres las puertas se te acercan todos los colectivos y haces algo mucho más grande. Lo que hago en mis textos es trabajar con un lenguaje libre, sin ataduras y también trabajamos en acercar la danza y el teatro a cualquier persona”, explica sobre la labor que llevan a cabo con AB Extra, “en esta historia escuchamos lo que nos cuentan y respondemos desde dentro, ellos tienen nuestros mismos problemas y preocupaciones y les afecta exactamente igual la era del like”.
En la obra se vive un universo en el que el juicio se apodera de todo en el mundo de las redes, y en el que hay que ser normativo para poder encajar, Valentín explica que ese encaje -que ya se vive en una sociedad normativa- se vuelve un arma de doble filo para cualquier persona que no entre en este esquema: “Criticamos las redes sociales para que desaparezcan las visiones falsas de la estética, todos tenemos unas limitaciones en nuestro cuerpo y cada uno somos como somos y no encajamos en ciertos perfiles, ni tampoco hace falta”.
En términos coreográficos la obra busca, según explica Cruz, crear una iniciativa espontánea que surge como un discurso ético, filosófico y artístico, en el que tanto actores como público pueden encontrar un refugio: “Al final la danza y el teatro son elementos que liberan, y a ellos personalmente les da mucho subidón ver la visibilidad que tendrá todo esto. La actividad va mucho más allá que solo subirse a un escenario, el arte tiene que ser herramienta de inclusión y no de exclusión, y jamás debe convertirse en una actividad de las élites”.
Todo esto se vive a través de todo tipo de movimientos, desde los físicos hasta los de la mirada, que según Valentín son los que realmente acaban calando: “La danza y el teatro es un diálogo, entre ellos y con el público también. El que no pueda bailar de pie lo hará con los ojos, todos nos podemos expresar de cualquier manera”. Y la última palabra se la lleva Bravo, que asegura que al espectáculo hay que ir con los prejuicios fuera y con ganas de aprender siempre algo: “Queremos que toda la gente se de cuenta de que somos una persona más, y que una diversidad funcional la tiene cualquiera”.