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análisis del perfil del elector valenciano y de su influencia en los partidos políticos

Más envejecido y diverso: así se ha transformado el electorado valenciano desde finales de los años 80

14/05/2023 - 

VALÈNCIA. Una vez abierta la veda de la campaña electoral, los partidos políticos que concurren a los próximos comicios autonómicos y municipales se han lanzado a pedir ya abiertamente el voto a la ciudadanía. En el caso de València, la batalla por la vara de mando se prevé ajustada, si bien el CIS, en la última encuesta de relevancia local publicada hasta la fecha, se desmarcaba de otros sondeos para ampliar la ventaja de las fuerzas de izquierda. Pero más allá de las predicciones, ¿cómo es el perfil demográfico del elector al que apelan las fuerzas políticas municipales? ¿Ha variado a lo largo de las últimas décadas?

Un primer análisis de los informes sobre el censo electoral que publica la Oficina de Estadística del Ayuntamiento de València constata que el electorado de la capital ha envejecido con el paso del tiempo, es ahora más diverso que hace treinta años y posee un mayor nivel formativo. En los documentos, que el consistorio ha elaborado para todas las convocatorias electorales a excepción de las acontecidas en 1979, 1983 y 1999, se contemplan tanto el censo de españoles residentes en València como el de extranjeros en la ciudad con derecho a voto, mientras que los valencianos que viven en el extranjero y podrían participar en el proceso electoral, más de 36.900, no se incluyen.

Así pues, un primer factor determinante que afectaría a la forma en la que los partidos configuran sus listas y propuestas políticas sería la edad. En 1987, hace ya más de tres décadas, el electorado valenciano tenía de media 43,5 años, pero ahora esa cifra ha aumentado hasta situarse en los 53. El descenso progresivo de la natalidad, que no compensa el boom de nacimientos que se produjo entre los años 50 y 70 del siglo pasado, es en gran parte responsable de que la franja de edad con más peso electoral sea la que agrupa a los mayores de 65. En la década de los 80, en cambio, el grupo más numeroso tenía entre 25 y 34 años.

 

Lo interesante es que son los mismos: aquellos que en la Transición tenían veinte o veinticinco años y que fueron los más relevantes a la hora de determinar el voto y los enfoques políticos, siguen hoy haciéndolo”, asegura a Valencia Plaza el catedrático de Periodismo en la Universitat de València y experto en comunicación política, Guillermo López. “Ahora han envejecido y sus intereses son muy diferentes. Tienden a ser más conservadores, lo cual no quiere decir que voten más conservador, sino que les interesa más mantener lo que tienen”, apunta.

En una línea muy similar, el codirector de la agencia de comunicación política e institucional La Base, Alex Comes, destaca que las generaciones con mayor peso electoral son conservadoras “pero no a nivel ideológico, sino en cuanto a la reticencia al cambio: consideran que más vale malo conocido que bueno por conocer”. No es de extrañar, por tanto, que las medidas anunciadas por las formaciones políticas o el perfil de sus candidatos traten de ajustarse a las demandas de ese potencial votante, algo que ocurre de forma aún más evidente en los partidos tradicionales. “Los que tienen un electorado más envejecido, el PP y el PSOE, van a desarrollar campañas más dirigidas hacia ellos”, mantiene López.


En València, esos posibles votantes de edades altas representan ya a casi el 30% de los censados que residen en la ciudad, mientras que hace tres décadas eran tan solo el 18%. De hecho, los electores que tenían entre 18 y 44 años suponían entonces más del 50% del censo. Ahora, dos de cada tres tienen una edad igual o superior a los 45 años. “La generación que se socializó entre los años 80 y 90 puede tener algún incentivo para cambiar, pero si ya están acostumbrados, seguirán manteniendo esas pautas. En principio, esto tiende a favorecer un poco más al statu quo, a los partidos tradicionales, pero hay factores, especialmente en el caso de València, que pueden influir, como el conocimiento de los candidatos o su valoración”, indica el profesor titular de Ciencia Política en la Universitat de València, Óscar Barberà.

Por distritos, los electores de más edad se encuentran en l’Olivereta, la Saïdia y Algirós, donde se superan los 54 años de media. Esta última área es además una de las que más se ha envejecido en las últimas décadas, mientras que en Ciutat Vella, que era la zona de la capital valenciana donde se registraban las medias de edad más altas hace treinta años, solo se han incrementado en 2,5 años, hasta los 53. El aumento es, en cualquier caso, uniforme y sin ningún tipo de excepción en todos los puntos de la ciudad.

Aparte de esa pérdida de relevancia a nivel electoral, el electorado más joven arrastraría además un grave problema de desafección política unido a una movilización muy inferior a la de las generaciones precedentes. “Los partidos se han preocupado más por el canal que usaban para acercarse a los jóvenes que por sus problemas, las propuestas son vacías”, subraya Comes. De ahí que, en las últimas semanas, se hayan puesto sobre la mesa ideas más concretas sobre todo a nivel nacional y en materia de vivienda. “Eso está pensado para tratar de movilizar a los jóvenes abstencionistas, a quienes les pueden interesar cuestiones como el anuncio de los avales de las hipotecas y otras más extravagantes, como el descuento en el Interrail”, apostilla López.

Foto: RAFA MOLINA

En estas municipales, el nuevo electorado asciende a 27.769 personas, un 6% más que en 2019, y aunque no sean el principal público de la mayoría de las formaciones, los expertos coinciden en que se lanzarán algunas propuestas para tratar de obtener también su papeleta. “Quizás no son la mayoría, pero necesitas captar votos en todos los segmentos de población”, reconoce Barberà.

Uno de cada diez electores ha nacido en el extranjero 

Pero no solo ha variado la edad media respecto a finales de la década de los 80, sino que el origen de los electores es hoy mucho más diverso. Si bien es cierto que ha crecido el porcentaje de posibles votantes nacidos en València, que hoy representan a más de la mitad del censo, también son muchos más quienes han nacido fuera de España. En concreto, y mientras que en 1987 solo el 1,7% era extranjero, ahora uno de cada diez electores tiene su lugar de nacimiento más allá de las fronteras españolas, algo que ha cobrado cierta relevancia a nivel político.

“Se ha visto en la precampaña, hemos visto publicaciones en redes y cómo los partidos han abierto sus sedes para ayudar a que estas personas estuvieran en el censo electoral”, sostiene Comes, quien también hace referencia a la importancia de este voto en un contexto de gran igualdad entre los distintos bloques. “Algo que también funciona es integrar a personas de estos colectivos en los grupos electorales. Es algo que siempre ha existido, pero ahora tiene más relevancia simplemente porque hay más personas que han venido y que tienen derecho a voto”, prosigue.

No obstante, el país de procedencia condiciona la realidad de estos electores y les convierte en un grupo muy heterogéneo. “Los extranjeros que viven en Alicante, que tienen casas unifamiliares, no están en la misma situación que los que provienen de América Latina, que tienen otras circunstancias sociales. La relación que los partidos establecen con cada uno de estos grupos es muy singular”, apunta Barberà, quien destaca además que el PP es una de las formaciones que más “claramente ha mostrado su estrategia en este sentido, tratando de captar el voto latino”. Del mismo modo, Ciudadanos también ha ejecutado acciones a nivel local para reforzar su alcance, como la incorporación en su lista de siete personas de otros países.

“Si consiguen movilizar a esos colectivos no me parece una mala estrategia, lo que ocurre es que, a no ser que pongas a una persona que sea un referente y además trabaje para movilizar a ese electorado, no creo que se traduzca en un peso muy grande”, argumenta por su parte López. De hecho, según mantiene, este es un segmento menos propenso a acudir a las urnas. “Su grado de implicación, ya que solo pueden votar en las elecciones municipales, por lo general va a ser muy bajo”, opina.

El nivel de formación del electorado, menos determinante 

Otra de las cuestiones que se detallan en los informes del Ayuntamiento de València, aunque en esta ocasión solo desde comienzos de este siglo, es el nivel formativo del electorado. En 2003, el 41% contaba al menos con un título de Bachillerato, un porcentaje que ha crecido con creces en los últimos veinte años para situarse ahora por encima del 58%. Ello demuestra que cada vez más jóvenes se deciden a continuar sus estudios más allá de la formación obligatoria, pero esa particularidad no habría cambiado en exceso la forma en la que lo partidos se aproximan a sus posibles votantes.


La política siempre ha sido algo mucho más emocional que racional. Da igual que seas un catedrático o tengas estudios básicos: las emociones que tenemos en el día a día son siempre las mismas”, mantiene Comes. En la misma línea, López asegura que los partidos actuales tienen “un discurso cada vez más vacuo” y unos candidatos con un perfil “cada vez más prefabricado y pensado para colocar un mensaje en condiciones muy concretas, que son siempre las mismas”.

No obstante, ese mayor grado de formación sí habría propiciado que nuevos elementos entren a ser objeto de debate. “En términos generales, esa mejora formativa suele conllevar la aparición de nuevas divisorias sociales, que fundamentalmente están vinculadas con demandas postmaterialsitas. La más típica sería el medioambiente”, apunta Barberá, quien incide en que, conforme mejora el nivel educativo del electorado y también su renta “emergen preocupaciones nuevas” que los partidos “ya juegan a captar de forma transversal, más allá de la ideología”.

Por su parte, Comes añade que es igualmente interesante conocer el nivel académico de cada segmento para analizar el perfil del votante de cada partido político. Una herramienta que las propias formaciones utilizan para dirigir acciones y mensajes hacia públicos concretos. “En el caso de la formación de la ciudadanía, ahí sí es interesante saber qué perfil es proclive", concluye.

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