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LA NAVE DE LOS LOCOS / OPINIÓN

Es lo que hay

La frase “Es lo que hay” resume el espíritu de esta época. O lo tomas o lo dejas. Si no, otro lo hará por ti. “Es lo que hay” revela hasta donde hemos llegado después de ocho años de crisis. Es la asunción de la derrota por el trabajador, la aceptación de cualquier empleo, por miserable que sea, para sobrevivir 

25/07/2016 - 

Quedo con un amigo y antiguo compañero para cervecear en la calle hospital de Valencia. Resguardado bajo la copa de un árbol que me proporciona la sombra imprescindible en estos días de calor, observo a la gente pasear mientras le espero. Se está bien en esta terraza frecuentada por universitarios. Una mujer de andares desgastados y un hombre con visos de ser mujer piden limosna a los clientes. El hombre con visos de ser mujer, extremadamente delgado, casi tanto como el palo de una escoba, tiene malas pulgas. Se va renegando porque nadie le da unos céntimos. A mí ni se me acerca, lo que me da que pensar: ¿tan bajo he caído en la escala social?

A mi lado hay dos veinteañeras rubias y bien alimentadas. Hablan de las nimiedades propias del verano: el próximo viaje a Ibiza, la moto de segunda mano de Jorge, el mal rollo que hay con los padres en casa. A los pocos minutos llega una joven, en este caso morena, también muy delgada aunque no tanto como el hombre con visos de ser mujer. Se llama Marta. Las tres se abrazan efusivamente, con esos extraños aspavientos que sólo se dan en algunos jóvenes y militantes de Podemos. Después de ese saludo tan cálido hablan de sus cosas.

Enseguida la conversación gira en torno al tema inevitable: lo difícil que es entender a los hombres. Marta se muestra confusa ante sus dos amigas. No sabe qué hacer: si seguir con su novio Luis o aceptar la proposición de Fran, un tipo con el que habla por Skype y que vive en Toulouse. Este le ha invitado a pasar unos días en su casa. Ella es universitaria y podría hacer el Erasmus en Francia. A eso se agarra Fran para convencerla.   

—No sé, tías, estoy hecha un lío. No puedo estar con los dos a la vez —dice Marta a sus dos amigas que, con sus risas y comentarios, contribuyen a desconcertarla más. 

"HUBO UN TIEMPO RECIENTE EN EL QUE, SIN ECHAR LAS CAMPANAS AL VUELO, MUCHA GENTE COBRABA SALARIOS DIGNOS. HOY NO; HOY PUEDES TRABAJAR Y PESE A ELLO NO SALIR DE LA POBREZA"

—¡Jo, tía, estaría fenomenal que te fueras a hacer el Erasmus a Francia! —comenta una de las dos rubias. 

—Ay, no sé, tía, ¿y qué hago con Luis? Se lo va a tomar muy mal. 

Luego cambian de asunto y comienzan a hablar del trabajo porque dos de ellas están empleadas por semanas, días o minutos, no queda muy claro, aunque no cabe duda de que es empleo basura, contratos de usar y tirar. 

—¿Sólo te pagan 300 euros, tía? —le preguntan a Marta, que se ajusta al perfil de dependiente joven y dinámica que trabaja para una cadena de moda. 

—Sí, tía, intenté explicárselo a mi jefe, decirle que era poco dinero, una mierda, vamos, pero me dijo: “Es lo que hay”.

La frase “Es lo que hay” resume el espíritu de esta época. O lo tomas o lo dejas. Si no, otro lo hará por ti. Es lo que hay. Creo que esta expresión sólo puede competir con el entrañable “Cuídate”. Ese “Cuídate” lleva implícito el que nadie lo va a hacer por ti; no esperes que alguien se detenga en su camino para echarte una mano cuando lo necesites, así que ya sabes, cuídate, suerte y besitos (lo de besitos está también muy en boga, con emoticonos).

Tan insensible como un ministro de Economía

A mí el “Es lo que hay” me ha llegado al alma. Creía que me había vuelto tan insensible como un ministro de Economía, pero se conoce que aún tengo corazón, poco pero algo queda de él. Esa frase revela el punto, quizá irreversible, al que hemos llegado después de ocho años de crisis. Es la asunción de la derrota por el trabajador, la aceptación de cualquier empleo, por miserable que sea, para obtener unos ingresos que permitan sobrevivir. Mientras saboreo mi cerveza con parsimonia pienso que esas jóvenes no conocieron un tiempo en el que, sin echar las campanas al vuelo, mucha gente cobraba sueldos dignos. Hoy no; hoy puedes trabajar y no salir de la pobreza. 

Es lo que hay.  

Que la madre sólo puede ofrecer a sus hijos un plato de comida cada día. Es lo que hay. Que el joven sin estudios ha de aceptar ser mozo de almacén sin contrato y trabajando once horas diarias. Es lo que hay. Que el hijo de una mujer con alzheimer se desespera porque lleva años aguardando la ayuda de la dependencia. Es lo que hay. Que la lista de espera para operarte en La Fe no se acaba nunca. Es lo que hay.    

Mi amigo, que ha llegado sin percatarme, interrumpe mis cavilaciones. Lo veo igual de delgado que siempre. Me agrada reencontrarme con él después de tantos meses. Se pide una cerveza como yo. Hablamos de mi futuro laboral y de Onetti, escritor por el que sentimos devoción. Los dos estamos podridos de papel, algo así como unos viciosos de la literatura. 

Las tres chicas se levantan y caminan hacia la avenida Barón de Cárcer. Las veo alejarse y comienzo a sentir nostalgia por ellas. ¡Quién fuera joven para poder equivocarse! Me pregunto con quién se quedará Marta, que se debate entre seguir con su novio o iniciar una nueva relación sentimental. Todo apunta a que Luis, el novio, tiene todas las de perder. Las amigas de Marta creen que es un chico demasiado soso, sin gracia. Y así se lo han dicho a Marta. Nosotros deseamos que, cuando se produzca el fatal desenlace, Luis no se lo tome a mal y le animamos desde aquí a buscarse pronto una sustituta con garantías. Es lo que hay. 

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