la opinión publicada / OPINIÓN

Esa Yolanda Díaz de la que usted me habla

14/09/2024 - 

¿Sumar? ¿Cómo?

Puede que usted, estimado lector, lo haya olvidado, pero hubo un día en el que una coalición de izquierda transformadora logró concitar apoyos en toda España uniéndose en torno al liderazgo carismático de la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Tanto es así que incluso en la papeleta electoral figuraba la cara de Díaz para que todo el mundo supiera que con su voto votaba a Yolanda. Una estrategia de hiperliderazgo que no se veía desde los tiempos de... Pablo Iglesias.

Sumar obtuvo un buen resultado en las elecciones generales del año pasado, en el que además maximizó sus votos para convertirlos en escaños. El Gobierno de coalición PSOE-Sumar obtuvo un resultado suficientemente bueno para impedir que el PP alcanzase el gobierno, primero, y para dejar que Pedro Sánchez hiciera su magia pactista, después, para lograr la investidura.

Ahí comenzó la decadencia de Sumar, justo al comienzo de su andadura. Se hizo esperar, porque Yolanda Díaz dedicó muchos prolegómenos, casi un año y medio, a un largo "proceso de escucha". Y, una vez Díaz había escuchado lo suficiente, aplicó lo que en apariencia dedujo de dicho proceso: purgar a los no convencidos. Comenzó con la ruptura con Podemos, pero después siguió con eternas discusiones y conflictos con las listas electorales, combinados con el intento de centralizar las decisiones en su persona. Los procesos electorales vividos en 2024 le han sido adversos, uno tras otro, y en particular las Elecciones Europeas, donde la coalición estuvo a punto de verse superada por Se Acabó La Fiesta, de Alvise Pérez. Desde entonces, Yolanda Díaz, tras amagar con una dimisión que no era tal, anda desaparecida, y su partido también.

Y esta circunstancia, a nadie se le escapa, es un problema para el Gobierno de coalición. Porque ya en 2023 sus resultados fueron una derrota por la mínima respecto al bloque de PP y Vox, sólo matizada por la suma de los escaños de los partidos nacionalistas en la investidura. Si esos resultados bajan, aunque sólo sea un poco, adiós a la reedición de ese Gobierno. Y ahora, sólo por la circunstancia de que Sumar se haya separado de Podemos, ya estaríamos en este escenario, porque la diferencia, en unas elecciones a nivel nacional, entre sacar un 12% con una candidatura o sacar un 7% y un 5%, pongamos por caso, con dos candidaturas distintas, es enorme. Si a ello unimos que no puede decirse que ni Sumar ni Podemos estén muy boyantes por su cuenta (las encuestas le otorgan en torno a un 6% a Sumar y un 4% a Podemos), nos  hacemos una idea de la magnitud del agujero que tiene Pedro Sánchez en su socio de coalición (y eso sin entrar en el coste electoral que pueda tener el supuesto cupo catalán, al menos hasta que, como es previsible, se evidencie que dicho sistema no podrá implantarse).

Divide y vencerás. Esa ha sido siempre la estrategia del PSOE con Pedro Sánchez desde que convocó las elecciones de abril de 2019. Con la derecha dividida en tres candidaturas (PP, Ciudadanos, Vox) y la izquierda concentrada en dos (PSOE y Unidas Podemos), un mismo resultado en votos resultaba más rentable en escaños para la izquierda. Esto ya cambió en 2023, tras la desaparición de Ciudadanos, pero ahora el escenario sería el contrario al de 2019, con el PP por delante del PSOE (con el plus de escaños que otorga generalmente en el reparto ser el partido más votado, en particular si se es el más votado en las provincias poco pobladas) y con dos candidaturas en la derecha (PP y Vox) y tres en la izquierda.

Por eso, la esperanza blanca del PSOE se llama Alvise: que SALF se presente a las generales para conseguir bastantes votos que se traduzcan en uno o dos escaños, que de estar en manos de PP y Vox podrían convertirse en diez o doce. Y la nueva estrategia socialista, constatado que parece inverosímil que alguien pueda volver a vender al electorado una candidatura unitaria de izquierdas mínimamente ilusionante, como hizo Yolanda Díaz con Sumar en 2023, es apelar al voto útil. Es decir, decirle al electorado al que llevan años renunciando -porque es un electorado al que el PSOE le repele en distinto grado y necesitan votar a alguien "de izquierdas de verdad"- que, después de todo, si está claro que Sumar va a pactar con el PSOE y básicamente va a dejar que el PSOE gobierne como quiera... ¿qué más te da votar directamente al PSOE, amigo de izquierdas de verdad? ¡Ahora el PSOE es de izquierdas de verdad, si hace falta, sobre todo si hace falta sumar los votos de Sumar al PSOE para superar electoralmente al PP!

Queda tiempo para las elecciones, sobre todo si nos creemos la información que llega del Gobierno, que siempre proclama su intención de agotar la legislatura, aunque no pueda aprobar ninguna ley, ni los Presupuestos. Pero la tendencia de fondo que va a buscar el PSOE probablemente consista en absorber a Sumar, oficial u oficiosamente, y resignarse a perder el 4% o 3% de votos que atesore Podemos ("de izquierdas de verdad de la buena"). El PP, por su lado, comienza a coquetear con PNV y JuntsxCat, al menos a recomponer puentes, con el argumento implícito de que, después de todo, este PP que pacta con Vox allá donde puede sigue siendo el mismo que pactaba con PNV y CiU en los años noventa: "de derechas de mentirijilla, un centroderecha que es más centro que derecha". El viaje al centro del PP, que comenzó en 1989, continúa.