NO ÉRAMOS DIOSES. DIARIO DE UNA PANDEMIA #59

Esclavos de Hacienda

4/06/2020 - 

VALÈNCIA. Estoy cariacontecido. Los noticiarios informan de que Nacho Vidal ha sido detenido por la muerte de un fotógrafo en su casa durante un ritual chamánico. Como mucha gente, he seguido su carrera de actor impulsivo desde los comienzos.

Le deseo que no sea nada. Yo, por si acaso, sigo consumiendo aceite de Enguera.

Le digo a mi madre que Rafa Nadal ha cumplido 34 años y se pone muy contenta. Lo tiene en un pedestal por buena persona y por buen español. Si hubiera tenido hijas, sería la mujer más feliz del mundo teniendo a Rafa como yerno.

A cierta edad casi todos hemos sido hijos de Volumen brutal, el mítico elepé lanzado por Barón Rojo en 1982. La banda se rompió años después. Su excantante José Luis Campuzano, conocido como Sherpa, ha cometido el error de criticar la gestión del Gobierno durante la pandemia. En una entrevista al diario monárquico se atreve a decir: “Mucha gente está equivocada conmigo pensando que soy de izquierdas. ¿Qué coño voy a ser yo de izquierdas?”.

Los restos de la banda han hecho público un comunicado para desvincularse de los comentarios (irresponsables) de su excompañero.

Según el juicio de las redes fecales, Sherpa es otra fascista más; se suma a una larga lista en la que cabemos casi todos los que atacamos a este Gobierno aterrador.

Las calles arden en Estados Unidos

En Estados Unidos la cosa está que arde. Las escenas de vandalismo me recuerdan el final de la película Joker. Coches quemados, tiendas saqueadas, turbas dueñas de las calles. La realidad siempre imita al arte. Todo ha sido porque un poli blanco mató a un hombre negro por pagar con un billete falso de veinte dólares.

Ese país tiene a un loco como presidente que, en lugar de llamar a la paz social, echa gasolina al fuego. Todo imperio en decadencia encuentra a su Nerón.

La iglesia del pueblo estaba hoy cerrada, pero los obreros seguían trabajando en la remodelación de las capillas. En la puerta han colgado un cartel para poner en contacto a parados con posibles empleadores. Seguro que son más efectivos que el antiguo Inem, que sigue cerrado para evitar escenas de violencia como las de Times Square.

Conversación oída al vuelo entre dos mujeres, en un parque cercano a mi casa.

—¿Cómo vais?

—Hasta el moño pero bien.

Versión actualizada de la frase celiana de “jodidos pero contentos”.

Los centristas morirán matando

En el Congreso el maniquí ha logrado otros quince días para alargar su dulce dictadura gracias a la abstención de los perdedores natos de Esquerra y el apoyo del cobrador vasco del frac y los ilusos de Ciudadanos.

Doña Arrimadas insiste en arrimar el hombro en favor de la destrucción del país. Los centristas españoles quieren morir matando.

Como no espero que la señora Montero decida una prórroga en la campaña de la Renta, he ido a hablar con mi gestor. Desde hace años lo visito con la resignación del cordero que va al matadero. Mal que bien he aceptado que tengo que trabajar cinco meses gratis al año para un Estado torpón y cleptómano que te deja tirado cuando vienen mal dadas.

En España todo el mundo te hace esperar. Ayer fue el dermatólogo; hoy el asesor. Es una extravagancia, propia de un príncipe moldavo, que alguien te atienda a su hora. Tal vez así creen que son importantes.

Aguardo sudoroso en la modestísima salita de espera, decorada con muebles de los años setenta. Menos mal que han dicho que el calor remitirá a partir de este jueves.

 La mujer del gestor me recoge la documentación. Falta un papel, como me temía. Se va a despedir cuando le pregunto: “Pero ¿tu marido está?”. “Sí”. “¿Puedo saludarlo?, Es que vengo del otro mundo”, bromeo. El otro mundo es un municipio de l’Horta Sud. He sacrificado una siesta por estar ahí y no voy a quedarme sin ver al asesor.

Un asesor desbordado por la crisis

La mujer accede a hablar con él y este accede a saludarme de pie. Con tono campechano me recuerda los meses duros que ha pasado. Ha tramitado muchos ERTE, circunstancia nada agradable, me confiesa. La pandemia ha puesto a prueba su matrimonio, pero al final la familia ha salido a flote. Ponemos a parir al Gobierno. Así nos desahogamos. Acabamos hablando del Valencia. Le convenzo de que los chotos no tendrán problemas en vencer al Levante. Él quiere que el club le devuelva el dinero de los partidos que no ha podido ver. Eso dependerá del chino, le contesto. Quedo en volver para pagarle.

De regreso a casa me paro en un locutorio para hacer unas fotocopias. Ninguno de los dos empleados lleva mascarilla. Las copias me las cobran a precio de oro.

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