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el tintero / OPINIÓN

Esos visitantes tan necesarios...o no

31/07/2019 - 

VALÈNCIA. Llega el mes de agosto, con él las vacaciones y los desplazamientos a zonas de costa principalmente aunque los valencianos ya vivimos todo el año en un lugar con ambas cosas (vacaciones y costa), como me recuerda siempre Ricardo Bellveser aludiendo a un amigo suyo, “vivimos en la Comodidad Valenciana”. Y creo que es verdad, pero para que sea así habrá que gestionar de manera brillante nuestro atractivo y potencial turístico.

Reflexiono sobre este tema porque hace unos días tuve la ocasión de visitar la que para mi es la más bella de las Islas Baleares, Mallorca, y sin duda la marabunta de turistas de toda Europa que la visitan acaban logrando que en algunas zonas y momentos la isla pierda su esencia, su personalidad, en definitiva, deje de ser lo que es para convertirse en un parking de tumbonas con orondos blanquecinos leyendo el Daily Mail o en cascadas de jovenzuelos imberbes que deambulan sin rumbo en la noche mediterránea. Está claro que la vida no puede ser como un anuncio de una mediterránea cerveza donde la estética y el buen gusto imperan, pero quizá hay que controlar y organizar un turismo que puede llegar a ser invasivo e incluso lesivo para nuestro propio territorio.

Los valencianos nos sentimos cómodos cuando nos visitan, nos gusta contar nuestra historia, enseñar nuestros monumentos y ver cómo lo que para nosotros significa una rutina natural, comer bien y disfrutar de un clima agradable, para mucho extranjeros es una auténtica aventura ilusionante y novedosa. Pero cuando avanzar en las calles del centro histórico es una odisea, los paraguas y sombrillas no dejan ver la puerta de los apóstoles y las despedidas de soltero copan los locales de playa, creo que es natural y recomendable que analicemos cómo es y cómo queremos que sea nuestro modelo de turismo.

Dicho lo cual, que nadie piense en la denominada turismofobia que los sectores más radicales del nacionalismo catalán manifestaron los pasados veranos, es más, en una reciente entrevista con el president Ximo Puig, me hablo de que los valencianos tenemos 'turismofilia', es decir, amor o pasión por los turistas, término que me parece especialmente acertado para contraponer a la ferocidad manifestada por el nacionalismo frente a los que vienen a visitarnos.

La cuestión es, si el hecho de recibir a millones de turistas, ¿significa siempre aumento de la riqueza de la población receptora, mejora de la calidad de vida y de los servicios de todos o no? Y si analizamos con detalle, incluso en los lugares más turísticos como las Baleares o nuestra querida Benidorm, suelen ser unos pocos los que mayor beneficio obtienen, promotores o empresarios hosteleros, frente a una gran masa que encuentra trabajos temporales y no muy bien remunerados junto a aumento del precio de la vida, tanto alquileres como productos de consumo y la restauración se encarecen. En definitiva, nuestra gallina de los huevos de oro puede tener un lado oscuro y darnos huevos podridos.

No es fácil organizar un flujo turístico equilibrado y que no rompa el estilo de vida tranquilo y mediterráneo de esta zona privilegiada donde hemos nacido o habitamos, pero igual que la campaña contra el plástico y de concienciación ecológica está siendo potente y desde varios frentes; hay que concienciar sobre el turismo que debe estar regulado.

Hay algunas voces que con cierta perversidad y mezclando el fenómeno migratorio con el turístico, consideran que las críticas son siempre cuando el que viene de fuera no viene a gastar, pero la realidad es que también se critica con razón cuando se altera la convivencia en algunas zonas o cuando vemos cómo ciudades tranquilas y con un encanto natural basado en la sencillez, se transforman en lo que podemos llamar turistalandia o el país de los turistas.

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