Desde principios de año, muchos indicadores económicos han superado las expectativas, tanto en términos de actividad como de inflación. Sin embargo, este impulso se ha invertido desde principios de mayo. Los datos de empleo y de actividad han decepcionado, mientras que las cifras de inflación han sido más favorables. Sin embargo, sería prematuro deducir de ello una nueva tendencia. Además, la relajación de las condiciones crediticias y financieras podría estimular aún más la demanda interna, manteniendo así la presión al alza sobre los precios. En su conferencia de prensa de principios de mayo, Jerome Powell indicó que un debilitamiento del empleo o un nuevo avance de la inflación podrían desencadenar recortes de tipos. Sin embargo, los banqueros centrales han mantenido un tono bastante cauto en las últimas semanas.
La creación de empleo se ralentizó bruscamente en abril hasta 175.000 puestos, frente a los más de 300.000 de marzo. Esta ralentización procedió principalmente de los sectores más afectados por la pandemia, en los que la contratación se había mantenido elevada. La ralentización de la creación de empleo puede reflejar, por tanto, el final de un periodo de recuperación más que el inicio de una desaceleración del mercado laboral. Los aumentos salariales también se han ralentizado, principalmente en estos sectores. La tasa de desempleo aumentó ligeramente, del 3,8% al 3,9%. En realidad, esta subida es positiva para la economía estadounidense. Está relacionada con el hecho de que las personas que antes estaban fuera de la población activa ahora se consideran desempleadas, sin que se hayan perdido puestos de trabajo. Por otra parte, las solicitudes semanales de subsidio de desempleo no muestran signos de repunte.
Los datos de actividad y las encuestas de abril fueron decepcionantes en general. En cuanto al consumo, las ventas al por menor y la confianza de los consumidores se estancaron. En el sector inmobiliario, los permisos de construcción de viviendas unifamiliares cayeron por tercer mes consecutivo y la confianza de los promotores inmobiliarios siguió disminuyendo. Los índices ISM cayeron por debajo de la marca de 50 y el indicador adelantado del Conference Board siguió deteriorándose. Sin embargo, estas dos encuestas ya no parecen reflejar la actividad económica desde la pandemia. En una nota más alentadora para el crecimiento, la encuesta de la Fed a los bancos estadounidenses confirmó una mejora de las condiciones crediticias, lo que demuestra que el impacto de las subidas de tipos se desvanece poco a poco. Por otra parte, la inflación subyacente retomó su tendencia a la baja en abril, con una subida del 3,6% interanual.
Tras dieciocho meses de estancamiento, el PIB de la zona euro repuntó un 0,3% en el primer trimestre. Todas las grandes economías de la zona euro volvieron a crecer. Aún no se dispone de detalles sobre los diversos componentes de la demanda, pero la información por países sugiere una contribución positiva del consumo de los hogares. El aumento de los ingresos reales podría apoyar esta tendencia. Además, los hogares siguen teniendo una tasa de ahorro históricamente elevada y el mercado laboral se mantiene boyante. La tasa de desempleo se estabilizó en el 6,5% en marzo, manteniéndose cerca de mínimos históricos.
Esta situación podría seguir ejerciendo una presión al alza sobre los salarios. Los datos del BCE muestran un repunte del crecimiento salarial negociado hasta el +4,7% interanual en el primer trimestre, desde el +4,5% del cuarto trimestre. Esta cifra supera ampliamente el aumento del 3% considerado compatible con la estabilidad de precios, habida cuenta del objetivo de inflación del 2% y de un crecimiento de la productividad a largo plazo en torno al 1%. Esto es aún más cierto si se tiene en cuenta la tendencia negativa de la productividad en los últimos trimestres, antes de estabilizarse en el primer trimestre.
Sin embargo, este repunte de los salarios negociados no parece preocupar demasiado al BCE. De hecho, junto a estos datos, el banco central ha publicado un artículo en su blog en el que examina otros indicadores más avanzados. La conclusión es que, efectivamente, los salarios están bajando. Por consiguiente, el repunte de los salarios negociado en el primer trimestre no debería poner en entredicho el recorte de los tipos de interés oficiales previsto para junio. Así, las últimas noticias sobre la inflación apuntan en la buena dirección. Al contrario que en Estados Unidos, la inflación sin alimentos ni energía se ha ralentizado desde principios de año. En abril se situó en el +2,7% interanual.
En cuanto a la actividad económica, los índices PMI de mayo enviaron señales muy positivas. El PMI de la zona euro aumentó 0,6 puntos con respecto al mes anterior y alcanzó su nivel más alto en un año, situándose en 52,3 puntos. A nivel sectorial, el PMI manufacturero se situó en 47,4 puntos, reduciendo en parte la diferencia con el PMI de servicios, que se mantuvo estable en 53,3 puntos. Por países, la mejora de Alemania contrasta con la caída de Francia, lo que indica que la economía alemana puede estar empezando a recuperarse tras un largo periodo de bajo rendimiento.
Los datos de abril mostraron una ralentización de la actividad al inicio del segundo trimestre y una economía china aún muy fragmentada, con disparidades entre oferta y demanda y entre sectores. Por un lado, el sector manufacturero exportador se mantiene sólido, apoyado por las políticas públicas y la mejora de la demanda exterior. Por otro, la demanda interna se ha debilitado, mientras persiste la crisis inmobiliaria. Este contexto parece haber creado una sensación de urgencia lo suficientemente fuerte como para impulsar nuevas medidas de apoyo.
Los datos de abril resultaron decepcionantes. Las ventas al por menor se estancaron y la inversión cayó ligeramente durante el mes. Esta ralentización de la demanda interna pesó sobre las actividades de servicios y el crecimiento del crédito, con una caída de los nuevos préstamos a la economía por primera vez desde 2005. Las ventas de viviendas siguieron cayendo, con la aceleración de la caída de los precios inmobiliarios y las dificultades financieras de algunos promotores inmobiliarios creando un entorno poco tranquilizador para los compradores.
En cambio, el sector manufacturero de exportación siguió funcionando bien. Tras una caída en marzo, la producción industrial repuntó un 1% en el mes, ayudada por un aumento del 3% de las exportaciones. La nueva serie de derechos de aduana anunciada por la administración Biden no debería tener más que un impacto marginal en la economía china, ya que sólo afecta al 3% de las exportaciones a Estados Unidos. Sin embargo, hace temer una escalada de las tensiones comerciales y un mayor impacto en los próximos meses.
El 17 de mayo, el Gobierno anunció nuevas medidas para intentar estabilizar el mercado inmobiliario. La más notable es un programa de préstamos bancarios de 500.000 millones de yuanes (0,4% del PIB) para ayudar a las empresas estatales a adquirir viviendas nuevas no vendidas y convertirlas en viviendas sociales. Aunque este programa parece insuficiente para reequilibrar el mercado inmobiliario, demuestra una mayor voluntad de actuar, lo que podría contribuir a estabilizar las expectativas.
Al mismo tiempo, el Gobierno está intensificando sus emisiones de bonos. En marzo, las autoridades anunciaron la emisión de 1 billón de yuanes en bonos especiales a muy largo plazo, sin precisar el calendario. El 17 de mayo se emitió un primer tramo de 40.000 millones de yuanes, y el cupo se completará antes de fin de año. Hasta la fecha, la emisión neta del Estado sólo representa el 15% de la cuota anual autorizada (9 billones de yuanes). Así pues, lo esencial está aún por llegar.