EL MURO  / OPINIÓN

¡Estamos que se nos cae!

15/12/2019 - 

Como nos descuidemos se nos cae todo. Es el “Black Year” de lo nuestro. Desde un muro histórico, hasta el trencadís del Palau de la Música, o los techos de sus salas principales, la fachada del González Martí, la Escalante e incluso podría ser el Palau de la Generalitat, por apuntar algo alarmante para que los asesores miren fachadas en tiempo de ocio. Que lo tienen muchísimos. Circula lista. 

Ya se cayó el trencadís de Les Arts apenas escasos años después de su inauguración, y hasta la fachada del Principal. Por caerse, hasta lo hizo un trozo de los balcones de un pisito que tengo en Ruzafa. Así que el Ayuntamiento nos obligó a rehabilitar fachada. Con ánimo/amenaza de multa. Eso es lo que le pasa a cualquier mortal, sujeto a los ojos de la Administración, pero no a los espacios culturales gestionados por las propias Administraciones locales, autonómicas o estatales.

Ahí reside la diferencia. Se cae algo privado, y a socializar mancomunadamente el arreglo bajo apercibimiento. Pero se cae algo oficial por desidia, que no por viejo, y…silencio. Que corra aire. Si algo se cae a lo bestia y de forma contranatura siendo de gestión institucional es por falta de mantenimiento y conservación, desidia o simple desinterés. Pero dirán que es circunstancial. El dinero está para otras cosas menores, por lo visto. Conmemoraciones o capitalidades y fiestukis que permitan renovar armario y lucir de photocall.

He adoptado la definición de una amiga que me calificó al actual gobierno municipal, provincial y autonómico como gobiernos crocanti. Me añadía que un crocanti, o sea un polo recubierto de almendras y chocolate con un interior por lo general de vainilla, es lo mejor para entender a nuestros gobiernos. Por fuera duros y fríos, o sea, fachada de cara al exterior para mostrar supuesta firmeza, pero por dentro blandos no sea que se enfaden, por ejemplo, en Madrid ya que son de lo mismo o haya que desaparecer una temporada ante emergencias, estilo Puig/Oltra.  

Cualquier responsable político sale a la palestra y amenaza al Gobierno central por sus menosprecios, pero luego se ablanda. Y como allí estos lamentos de ir por casa no llegan, pues quedamos bien y saltamos de casilla. Es una simple imagen frente a la galería para querer decir, no sí aquí echamos musculo, pero no nos hacen caso. 

Esta semana la nueva Secretaria Autonómica de Cultura -Raquel Tamarit, grandes logros, mejores esperanzas- se animaba a reclamar a Madrid más dinero para el IVAM. No sé porqué sólo para el IVAM que al fin y al cabo es un organismo autonómico. Pero queda bien. Ya puesta, reclama para todo. Aún no está al día.

Permítanme que no me la tome en serio, porque sus observaciones no lo son, no dejan de ser una boutade. Pero anima a los plumillas ávidos de las ocurrencias de nuestros gobernantes que eso sí, no perdonan plus alguno de kilometraje, piso y hasta gin tonic low cost en les Corts de nuestra santa hermandad política. Son gestos. Como el conseller de Infraestructuras -Arcadi España-que convoca a la prensa para demostrar que viaja en metro el día de la movilidad sostenible y anuncia oficialmente que cuando baje del bus o del metro hará declaraciones para narrar su experiencia. Es un lince del gesto. Hasta pagamos con nuestros impuestos para que le graben corriendo la maratón y luego le suban su imagen a las redes sociales institucionales. Es un campeón, para qué negarlo.

En fin. Lo grave es que mi compañera y admirada Carmen Velasco denunciaba hace apenas unos días que al Museo de Cerámica González Martí, o al Palacio del Marqués de Dos Aguas, joya arquitectónica por cierto, se le habían caído trozos de su fachada a causa de las últimas lluvias. Pero no he escuchado a nadie del Ayuntamiento ni a la propia Secretaria Autonómica de Cultura reclamar ni protestar por nada, cuando sería lo suyo. Menos aún al consistorio exigir, como hace a cualquier cristiano, que o arregla o arregla con cargo a sus cuentas personales. Luego, no se actúa igual si es un privado que si lo es un Estado. Será miedo o ausencia de valentía.

Tenemos un ministro de Cultura en funciones -José Guirao- al que le gusta mucho venir a Valencia. Es refinado y muy educado. Pero evita acudir a los sitios que le corresponde por autoridad, esto es, visitar cuando viene por la tierra a las pocas posesiones que su Gobierno o él tiene como responsabilidad: el Museo San Pío V o el González Marti, por otro lado uno de los museos más visitados ya no de esta ciudad sino de este país. Eso no le interesa porque supuestamente deberá responder a preguntas incómodas sobre los avances de sus respectivas restauraciones o compromisos y promesas incumplidas. Al Ministro le gusta por lo visto más la pose o el gesto de poco ruido y buenos paseos que cumplir con las obligaciones que su ministerio tiene, por ejemplo, con el Museo Nacional de Cerámica, una de las joyas de su corona. Pero aunque se le caigan cascotes por allí nadie se mueve. Y eso que llevamos años esperando. Si Semprún levantase la cabeza otra cosa sucedería, como cuando vino a Valencia y cerró el centro al comprobar su estado de deterioro tras una denuncia desde aquellos medios de comunicación de la época, aguerridos y nada transigentes.

Los actuales ministerios centralistas, lo bien cierto es que parecen más bien concejalías o consejerías madrileñas que  departamentos al servicio de la nación de naciones que somos. De eso pasan. Todo son promesas, frívolas por cierto. Son ministros influencers. De paso y nada recomendables.

Desde 1998 el Museo Nacional de Cerámica lleva esperando la rehabilitación de una parte importante de sus instalaciones. Han pasado gobiernos y ministros/as sin que nadie haya hecho nada. Y también Gobiernos autonómicos y municipales sin que ninguno haya reclamado  nada pese a las promesas y obligaciones que tanto unos como otros tienen para con su ciudadanía. Y eso que es nacional. Ojo. Con los que nos están dando con el bicentenario de El Prado Esto realmente es muy poco serio. O es que somos meninfots o crocantis. Allá ustedes.

Como sociedad deberíamos de tener gestores a la altura de las necesidades y una sociedad civil/cultural que al igual que en lo económico toma partido y planta cara a base reivindicaciones lógicas y necesarias hiciera lo propio en lo que nos corresponde. Pero esa sociedad no sólo está adormecida. Igual es que se contenta con reparto de premios localistas y una mirada al ego. Es lo que parece.

Por cierto, ¿a qué se dedica nuestro Consell Valencià de Cultura más allá de otorgar medallas conmemorativas y celebrar ágapes? A eso.