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CRÍTICA 

Explosión de luz y color en Les Arts con 'El Cantor de México'

6/11/2022 - 

VALÈNCIA. Mucha luz y mucho color, ha traído el revolucionario escenógrafo Emilio Sagi al Reina Sofía con la muy transfigurada opereta de Francis Lopez, El Cantor de México, una de las más de 50 obras líricas del autor francés, y una de las que compuso al gusto de su amigo el gran tenor irunés Luis Mariano. Con aportaciones de canciones de Vincy, y Wernert, como la famosa Acapulco, la obra, estrenada en Paris en 1951, pertenece a la última fase de la opereta francesa, género que brilló desde mediados del XIX con Hervé y Offenbach, y que derivó, entrado el siglo XX en el teatro musical.

Con una música de estilo ligero, y con un libreto más ligero aún, traducido por Enrique Viana, Lopez pretende “hablar del amor utilizando coplas fáciles, humor y magia”. Y en esa línea, y con aportación de buen hacer, Sagi transforma la obra original, convirtiéndola en un espectáculo de cierto cuerpo y relumbre. Para ello, no parece haberle temblado el pulso a la hora del corta y pega, y con decisión y solvencia, ha modificado textos, destituido y repuesto personajes, recortado e incluso eliminado escenas, para hacer más creíble la opereta.

Foto: MIKEL PONCE

Y en lo musical, lo mismo: han desaparecido pasajes, -como el guiño de Lopez a Puccini con el “adiós a la vida”-, otros se han alternado en la sucesión, -como el interludio de inspiración taurina llevado al centro de la obra-, y otros se han intercambiado de voz como en la marcha coral verdiana, -otro guiño a la ópera del autor. Y lo hace para bien, pues es un trabajo no caprichoso, meditado, medido, realizado con respeto y calidad, y sobre todo que aporta, para un mejor encaje de los valores de la obra.

El resultado del trabajo, ya presentado en París en 2006, es una opereta disparatada, -guiño indudable a El Dúo de la Africana-, magníficamente bien presentada en lo escénico, y con gran despliegue de medios en decorados e iluminación. A todo ello se suma un vestuario atractivo: ¡vaya hermosos vestidos de charros, y vaya los castores de las chinas poblanas! Y una coreografía de altura, con un trabajo coordinado, y de calidad, resuelto con elegancia.

Con este Cantor de México se pretende entretener, y se consigue. Y si no, que se lo digan a los muy agradecidos espectadores, que aplaudieron al final de casi todas las escenas, con explosión de palmas en el popurrí final al estilo zarzuelero, en donde se enlazan las muy pegadizas, -y bellas- melodías del Airetun chuiquitun,  Maitetxú, El Ruiseñor, Acapulco, Mexico, La Tequila, etc.

Foto: MIKEL PONCE

Tequila y bigotes

En lo artístico, la cosa es diferente. La estructura de esta opereta, donde orbitan y se suceden tantos ritmos distintos, como bolero, rumba, vals, mambo, y hasta habanera, complicó las cosas a una orquesta acostumbrada a otros menesteres más que al estilo big band, y a otros directores más técnicos, sutiles y precisos. Y es que Óliver Díaz es director eficaz, pero de poca ortodoxia y gestos gruesos, que bien parece tratar las notas falto de cariño. Quizá por eso empezó a dirigir la obra cuando aún no habían terminado los aplausos de bienvenida del público.

Hizo sonar bien a la orquesta de la casa como es habitual, pero desgraciadamente su conjunto rivalizó en decibelios con los cantantes, perdiéndose la oportunidad de concertar. También eso sucedió con el Cor de la Generalitat, más centrado en su misión que el conjunto orquestal, y muy implicado en lo escénico, resolviendo con profesionalidad todos sus momentos.

Cierto que esta opereta, rayana en el musical, se nutre de artistas con cualidades distintas a los que acostumbran a pisar las tablas del Reina Sofía. Pero no es menos cierto que el viernes, los espectadores pudieron ver más humor con tequila y bigotes que buenos cantantes. Bilou fue encarnado por Toni Marsol, barítono valiente y resultón de voz timbrada, pero escaso de recursos y sutilezas en lo canoro. Con buena impostación en lo verbal, se mostró falto de gracejo en lo actoral. Cricri fue Sylvia Parejo, actriz por asentar y calmar, con posibilidad de mejora en su expresión oral acelerada. Es soprano de gusto y timbre hermoso, pero escasa de cuerpo, volumen y proyección, que tapada por momentos por la orquesta. Bien resuelto su No sé qué siento, de gran musicalidad.

Foto: MIKEL PONCE

Enrique Baquerizo es un actor de gran experiencia, con movimiento y presencia escénica notables. En su Cartoni, gestionó sus recursos expresivos formidablemente. ¡Qué pausas!, ¡qué entonación!, ¡qué dinámicas! Dio varias lecciones. Quizá la mejor, decir que se canta en el mismo sitio que se habla, y poner su timbre y sus armónicos a disposición del público más exigente, aunque no hubiera mucho en la sala.

Encarnó a Eva y luego a la Coronela Tornada Rossy de Palma. Su personalidad, su vis cómica, y su capacidad interpretativa compensa sus carencias. Demostró no tener el mínimo sentido musical. Destrozó texto y partitura, y llevó al director de cráneo con sus trompicones, demostrando que su carrasposa voz constituye la anti lujuria canora. Ana GoyaJosé Luis Martínez, María José Suárez, y Nagore Navarro con su Lupita, fueron excelentes actores cómicos con chispa, llenos de acierto y profesionalidad.

Foto: MIKEL PONCE

Mexiiiiiiiiiiiico

La obra está pensada para el lucimiento del tenor. Cada escena o alberga una canción del protagonista, o prepara la siguiente para el efecto. Se le espera en cualquier momento. Los focos y los ojos de los espectadores lo buscan. Así se concibió en su día El Cantor de México para el famoso rey de la opereta, Luis Mariano, de excepcionales cualidades. Qué comprometido, por eso, es abordar el papel de Vicente Etxebar.

Y con qué acierto, sobriedad y profesionalidad lo gestionó José Luis Sola. El navarro es un actor por hacer, pues es de expresión corta y falto de aire. Sin embargo, es un tenor de gran musicalidad, de voz dúctil, buenas frases, timbre agradable y acertado apoyo en consonantes, apto para la tradicional ligereza en la opereta. Su escaso volumen y cuerpo se vio amenazado por los de la orquesta, lo que junto a su canto introspectivo, por momentos ni se le oía. Su elegante línea de canto le permitió, eso sí, construir unas melodías de verdadera belleza. ¡Qué delicia su Maitetxú!

Su fiato y sus notas altas son lo más plausible. Eso lo controla, y su discurrir por el registro agudo lo convierte fácilmente en su arma más valiosa. Sobrecogió al público con sus notas filadas, y lo levantó de sus butacas con el afalsetado do sobreagudo tenido interminable del Mexiiiiiiiiiiiico de unos 25 segundos de reloj. ¡El delirio!

Foto: MIKEL PONCE

Nobleza no le faltó al tenor, y algo de coentor quizá sobró en la propuesta, como me dijo Manuel Vidal. Pero es que así es la obra de revista kitsch de Lopez, y así la presenta decididamente Sagi, llena de humor algo chabacano incluso, con toque cinematográfico hollywoodiense, y en cualquier caso, en verdadera explosión impactante de color, luz y vida. Como México.

La lírica hay que revitalizarla en todos sus géneros, aportando ideas y trabajo de calidad. El viernes, Luis Mariano no estaba en Les Arts. Pero gracias al trabajo operado de reconstrucción y reequilibrio por Sagi, el espectáculo funcionó. Una temporada sin zarzuela, pero con un paso simpático por la opereta francesa de sabor latino. Mexiiiiiiiiiiiico.

FICHA TÉCNICA


Palau de Les Arts Reina Sofía, 4 noviembre 2022
Opereta EL CANTOR DE MÉXICO
Música, Francis Lopez, Raymond Vincy, y Henri Wernert
Libreto original, Félix Gandera y Raymond Vincy
Libreto versionado, Emilio Sagi
Dirección musical, Óliver Díaz
Dirección escénica, Emilio Sagi
Escenografía, Daniel Bianco
Vestuario, Renata Schussheim
Coreografía, Nuria Castejón
Iluminación, Eduardo Bravo
Orquestra de la Comunitat Valenciana
Cor de la Generalitat Valenciana
Vicente Etxebar, José Luis Sola. Bilou, Toni Marsol. Cricri, Sylvia Parejo
Cartoni, Enrique Baquerizo. Eva y Coronela Tornada, Rossy de Palma
Cécile, Ana Goya. Boucher, José Luis Martínez
María, María José Suárez. Lupita, Nagore Navarro

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