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Emprendedores / oracing

Felipe García, el inventor que llevó su sueño a las Olimpiadas

Tras sufrir un grave accidente, Felipe García no sólo fabricó su propia silla de ruedas sino que creó Oracing, un referente en el deporte adaptado al ser la única empresa de España que diseña, fabrica y distribuye sillas adaptadas y personalizadas 

| 23/01/2017 | 7 min, 8 seg

VALENCIA.- De la necesidad e inquietud de un joven emprendedor nació Oracing, la primera compañía española especializada en la práctica de actividad física en silla de ruedas en España. 

Su impulsor es Felipe García, quien al año de sufrir un grave accidente que le dejó tetrapléjico, inició una carrera personal en la que jugó un papel esencial la competición de handbike (bicicleta adaptada). Fue entonces cuando tuvo contacto con el material deportivo adaptado para personas en silla de ruedas. Un mundo que le cautivó y que, años más tarde, le llevaría a fundar su propia empresa en Gandia. «Quizá porque mi lesión es algo más particular, no encontraba material que se adaptara a mis necesidades y, bueno, siempre tuve la inquietud de fabricar mi propia silla», expresa Felipe García, CEO de Oracing.  

Cuando empezó su andadura, Ortoracing (nombre inicial de la empresa) era una tienda de material ortopédico y deportivo para personas discapacitadas que nació fruto de la necesidad de «encontrar material que en España no existía». Según detalla, colaboraba con las marcas más prestigiosas del mercado pero, básicamente, «era una página web centrada en la venta de material específico para la competición en silla de ruedas para ciertos deportes», recuerda sobre una época en la que la oficina era una habitación de la casa de sus padres.

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Después de cinco años cambió la estrategia y pasó de ser distribuidor a ser fabricante, un viraje que en su opinión responde a «una evolución natural». Felipe García siempre tuvo claro que la venta era el paso previo a intentar fabricar sus propios diseños e ideas, aunque reconoce que «al principio no tenía el conocimiento para poder crearlo». Ahora, ya consolidado en el sector, sostiene que «lo duro ha sido empezar de cero en un tema que al final es industria».

Para hacer realidad sus inquietudes, invirtió la totalidad de los beneficios de Ortoracing para dar forma a lo que más tarde sería Oracing. Aún recuerda cómo compraron una pequeña curvatura de tubos o una máquina de soldar cuando ni siquiera sabían soldar o curvar. «Fuimos autodidactas. Lo que se ganaba vendiendo se quemaba fabricando hasta que poco a poco fuimos encontrando profesionales que nos ayudaron a evolucionar y fuimos adquiriendo el conocimiento necesario para poder fabricar un producto», relata. 

Con la intención de centrarse más en la fabricación de sillas, decidieron trasladarse a un pequeño bajo comercial. «Cuando empezamos era como un juego y para fabricar una silla podíamos estar hasta un mes», recuerda con una media sonrisa, pues ahora fabrican tres sillas al día (400 al año).

En aquella época, explica, era todo muy rudimentario: «Los primeros planos los hacíamos con Autocad o casi a mano alzada —es arquitecto técnico— y ahora somos el Aston Martin de las sillas de ruedas, pues los materiales que empleamos tienen mucha calidad y cada una de las sillas la hacemos a medida». «Ésa es la esencia de lo que hacemos», añade. 

El valor de sus productos no sólo se encuentra en que cada silla es única, sino también en que el proceso está meticulosamente cuidado. «Es un trabajo muy técnico en el que está todo hecho a mano y con una excelente calidad, desde la tela hasta el pequeño tornillo». En su opinión, ese cuidado con el que diseñan cada silla es lo que diferencia a Oracing del resto de empresas. «Nunca decimos que no a un proyecto, pues intentamos no dar productos sino soluciones», sostiene, y recalca que «dos personas con la misma lesión se comportan de manera completamente diferente y necesitan una silla totalmente diferente». 

Presencia en las Olimpiadas

Antes de comenzar a diseñar la silla se toman las medidas del cliente y se realiza una entrevista personal para conocer de primera mano sus gustos y necesidades. Luego, le dan forma. «No hay dos sillas iguales, cada una está hecha a medida», insiste.  

La calidad de sus productos es tal, que treinta atletas españoles de siete disciplinas diferentes compitieron en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro de 2016 equipados con sillas a medida de la empresa gandiense. Incluso el equipo de baloncesto español en su totalidad jugó la final —perdió 52-68— contra Estados Unidos con sillas Oracing. Una circunstancia de la que Felipe García habla con cierto orgullo. 

Ahora, sillas para practicar todo tipo de deportes (baloncesto, tenis, baile, esgrima...) salen de Gandia y viajan a quince países diferentes. Una internacionalización que supone el 90% de las ventas de Oracing, y cuya expansión pasa por otros países europeos como Dinamarca o Bélgica. También en Estados Unidos, un mercado «muy grande pero más complicado de entrar porque las sillas de ruedas están consideradas como un medicamento y los controles son diferentes».  De ahí que esperen estar implantados en un plazo de tres años. 

Por lo que respecta al mercado nacional,  Felipe sostiene que el volumen de ventas es menor porque «en España existen menos ayudas que en otros países europeos, como es el caso de Noruega u Holanda» y reconoce que sus sillas «tienen un coste alto que no todo el mundo se puede permitir». De igual modo, lamenta que «se valora más lo que se hace fuera de España» y resalta que «en otros países se han sorprendido mucho de la aparición de Oracing como una marca española que además hace sillas para deportes que aquí no se practican», como rugby o esquí de fondo.

Respaldo de Dulcesol 

El crecimiento de la empresa en los últimos años es evidente —la facturación de 2015 rozó el millón de euros— y, como explica Felipe García, su fabricación se incrementa en paralelo al nivel de venta de los distribuidores que tiene por el mundo. Este año la empresa ha crecido un 58% y ha duplicado la facturación, lo que les ha llevado a adquirir una nave de 500 metros cuadrados en el polígono Alcodar de Gandia. Esa ampliación supondrá un cambio organizativo y aumentar la producción pasando de 400 a más de 600 unidades fabricadas, con sus gamas de calle y deporte. Además, prevé una inversión de 300.000 euros en los próximos tres años y  duplicar su plantilla. 

Un plan de expansión que cuenta con el respaldo empresarial y financiero de la familia Juan Fernández, vinculada al Grupo Dulcesol. «Es un honor contar con el apoyo de la familia Juan y su valiosísima experiencia, en todos los terrenos», expresa Felipe. 

Un éxito y un reconocimiento internacional que podría dar a entender que le quedan pocas metas por cumplir a este socorrista gandiense que sufre tetraplejia de nivel C5-C6 desde que en 1997 se rompiera el cuello al tirarse al mar desde una lancha de rescate. Pero quiere seguir siendo un referente en el sector y por ello está ultimando la puesta en marcha de un departamento de I+D, con el que pretende mantener un nivel de crecimiento e innovación continuos pues, en su opinión, «la única manera de crecer es estar en la vanguardia».

En la actualidad, además, Oracing distribuye el accesorio eléctrico Jet Street. «Se trata de un vehículo rompedor por su reducido peso, fabricado con materiales de máxima calidad y de fácil instalación», describe. Un producto que considera de vital importancia para la autonomía de los usuarios de sillas de ruedas puesto que «las convierte en ciclomotores, lo que permite el desplazamiento de forma autónoma».  

* Este artículo se publicó en el número 27 de la revista Plaza

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