El cambio de año suele venir de la mano de momentos de balance, de reflexión y de análisis. Un año que ha podido venir marcado con momentos para el recuerdo y momentos para olvidar. En estas fechas es inevitable que las ausencias estén más presentes que nunca.
Los nacimientos de personitas nuevas y la pérdida de otras suele condicionar el balance de los años. Y cuando las ausencias vienen de la mano de muertes dramáticas, inesperadas y accidentadas, es más costoso aceptarlas. Los duelos llevan su proceso y pasan por diferentes etapas como dicen los terapeutas. Somos muchas las personas que hemos perdido recientemente a una persona importante en nuestra vida y tenemos que aprender a vivir y recomponernos de esa pérdida.
Hoy en mi balance del año me siento tremendamente afortunada de haber compartido parte de mi vida con una persona que me marcó para siempre, y que llegó a mi día a día para quererme y para tambalear los cimientos de seguridad y confort en los que se asienta mi vida ¡Toda una lección!
En este año que ahora acaba en mi balanza está la gratitud por seguir teniendo salud, la aceptación de mi nueva vida como madre de tres niñas estupendas y maravillosas que no hacen más que darme alegrías, amor, sonrisas y mucho trabajo por donde van; el agradecimiento y lo afortunada que me siento por la familia que tengo y la red de amistades que me ayudan a sostenerme cada día; y la pérdida de una de las personas más importantes de mi vida: Yariel.
Si hay sólo una persona en mi vida por la que luché con todo mi amor y mi fuerza fue por Yariel. Yariel marcó mi vida para siempre. Se marchó hace dos meses a punto de cumplir sus 40 años, sin esperarlo, por un accidente doméstico que ha dejado un vacío tremendo y doloroso. Una pérdida que a veces parece que no ha ocurrido y que Yariel sigue trabajando en Barcelona como hacía desde los últimos años.
Fue la persona que tambaleó los cimientos de mi vida estable , sosegada y algo estructurada para darle la vuelta. Mi vida y mi mirada hacia este mundo cambió gracias a él.
Conocí a Yariel hace 15 años en Cuba. Yo estudiaba el Diplomado de Comunicación y Globalización en la Universidad Jose Martí cuando se cruzó en mi vida esa sonrisa eterna y esa mirada dulce de ojos negros que siguen hoy día más vivos que nunca en mi recuerdo. Nos conocimos en un momento importante en la vida de ambos, de esos momentos que marcan para siempre, juntos vivimos experiencias que nos unieron de por vida y, aunque hacia años que cada uno hacía su vida, siempre estuvimos conectados y unidos porque Yariel era mi familia. Llegó a mi vida para quedarse en ella aunque fuera cambiando de papel porque siempre fue uno de los actores principales en mi día a día.
Fue un luchador ante la vida con el arma de su sonrisa. Un luchador con sus luces y sus sombras. Un luchador desde su infancia. Luchó contra las adversidades como pocas personas lo hacen y luchó contra tus propios demonios que terminaron con él. Demonios que ya vamos a olvidar.
Yariel llegó a mi vida para enseñarme lo más importante: ser agradecida . En su día a día Yariel me enseñaba el valor de las pequeñas cosas. La felicidad intangible como actitud ante la vida y ante las adversidades.
Su amor por su familia y por Cuba, donde ya descansan sus cenizas, era infinito aunque decidiera vivir fuera de su isla bonita. Una isla en la que aprendí que hay muchas maneras de mirar la vida. Yariel fue un regalo de la vida que formó parte de la mía. Y si volviera a vivir una y mil veces, las mil veces desearía que estuviera en mi vida.
Ya no está aquí pero me reconforta pensar que nos esperará bailando con su ritmo y su son cubano. Nos esperará con esa sonrisa infinita que enamoraba a cualquiera. Nos esperará con esa alegría que le caracterizaba y con ese sentido del humor que le ponía a la vida. Se marchó como era el: con discreción, sin hacer ruido y sin molestar a nadie. Y mientras aquí nos quedamos llorándole su familia y todas las personas que le queremos con sentimientos encontrados de tristeza y de rabia, de enfado y de resignación… pero sobre todo con amor y mucho amor.
Con las pérdidas de un ser querido nos queda encajar su ida. Nos queda encajar el dolor que brota de repente y se va. Nos queda echarle mucho de menos y nos quedan sus recuerdos Se suele aconsejar que aceptemos esa tristeza que se instala en nuestro estado de ánimo y en nuestro día a día. Una tristeza que te abraza sin soltarte y que condiciona cada movimiento y cada instante durante cierto tiempo. Parece ser que esa tristeza desaparece un día y se aprende a vivir con esas pérdidas sin estar triste. Aprendamos a vivir con el recuerdo de las personas que han formado parte de nuestra vida y a recordar lo que nos han dejado y lo que nos han aportado.
Y con esta reflexión tan personal que se puede trasladar a cualquier rincón en la intimidad de las personas me despido hasta el año que viene. Ahora a punto de comenzar el nuevo año, sólo queda desear que sea lo que esperamos y deseamos y que las vicisitudes de la vida las sepamos encajar lo mejor posible.
¡Por un año 2023 cargado de salud y amor!
La semana que viene… más!
Feliz año 2023