VALÈNCIA. Este ha sido el último concierto de abono de la Orquesta de València (OV) en el Teatro Principal antes de volver al Palau de la Música. Esperemos que, tal como se ha anunciado, la próxima temporada ya se inicie en la magnífica y la nunca suficientemente añorada Sala Iturbi.
Uno de los hallazgos más interesantes que encontramos en el actual director titular de la OV es la de apostar decididamente, y no como mera frase hecha de muchos directores cuando inician su mandato, por el repertorio moderno y contemporáneo. En lugar de configurar una serie de programas completos de esta naturaleza, inteligentemente Liebreich introduce en prácticamente todos los conciertos una obra a modo de apertura de la velada. Ayer el protagonista fue, que hay que decir que suele estar muy bien elegida, Henri Dutilleux con su Mystère de l´instant, estrenada en 1989 y escrita para 24 instrumentos de cuerda, cimbalón y percusión. En este caso una magnífica partitura del importante –y ya fallecido- compositor francés. Como viene siendo habitual en este repertorio, los músicos de la orquesta ofrecieron una lectura clara, implicada y convincente logrando transmitir con autoridad la atmosfera de misterio que está presente a lo largo de los poco más de quince minutos de gran música para dejarse llevar.
La segunda obra de la primera parte del programa era de carácter concertante, interviniendo para ello el solista de la orquesta, Ivan Balaguer. Un concierto el opus 129 de Robert Schumann, de carácter eminentemente lírico, cuya dificultad quizás no se encuentre en las rápidas escalas o el empleo de las más diversas técnicas virtuosísticas de carácter pirotécnico pero sí en el un discurso poético que ha de ser recitado con la mayor fidelidad a la letra. Hay que destacar el arrojo de Balaguer a la hora de afrontar una obra que por su dificultad no está destinada a ser tocada por músicos de la orquesta sino por consumados maestros que llevan una carrera exclusivamente en calidad de solistas. Esta circunstancia no se puede ocultar en una lectura con evidentes altibajos pero que, por su puesto, tuvo sus aspectos positivos: un intenso fraseo y una complicidad con la orquesta, cuidadosamente conducida por Liebreich, que en este caso sí le permite su condición de músico integrante del conjunto. No siempre la afinación fue perfecta, y en esta partitura desnuda y memorable se pone de manifiesto más que en otras, pues este opus 129 exige una extrema depuración en este sentido.
Además la duración de la pieza al ser tocada en un solo movimiento de unos veinticinco minutos, prácticamente sin descanso para el instrumentista pudo pasar factura en más de un instante. Lo importante, y eso quedó demostrado, es también demostrar que en nuestra formación hay excelentes músicos que pueden mirar de cara obras que son auténticos retos para cualquiera. El público premió la meritoria lectura de Balaguer con calurosos aplausos que “obligaron” a una poética propina de Dvorak junto con la propia orquesta que el propio solista se encargó de presentar, comentando la situación vivida tanto por la formación como por el público por las obras que han obligado al cierre del Palau durante estos años y que tras mucha paciencia parece que tocan a su fin.
Tras el receso una segunda parte que fue lo mejor de la velada en cuanto al resultado obtenido con unas Hébridas magníficamente bien concebidas por Liebreich y traducidas por la orquesta con una intensa y épica lectura en un repertorio que el director muniqués se muestra como pez en el agua, aunque lo cierto es que esa clase de música no encuentra en el teatro Principal su mejor aliado.
Se cerró la velada en el punto más álgido con una sobresaliente Primera sinfonía de Prokofiev, la célebre Clásica, todavía una obra de juventud, pero en la queda patente su gran inspiración y su inmenso talento para la orquestación, aunque sea en este característico estilo neoclásico “haydiano”. Liebreich volvió a demostrar sus dotes para el fraseo en el movimiento inicial y de rubatear, en la Gavotta, con elegancia natural marca de la casa. Director y orquesta culminaron con un contrastado e irresistible movimiento final. Los músicos de la orquesta respondieron a la perfección las indicaciones del maestro y bordaron la obra con una lectura chispeante y cargada de vitalidad. Buenas intervenciones, en este caso de Fagot, clarinetes, y oboe. El éxito no se hizo esperar. Con esta obra no cabe otra si la interpretación es solvente.
Nuestra querida Orquesta de Valencia ha sobrevivido estos años de exilio, con mejor o peor fortuna, a una acústica, la del Principal, en algunos casos inclemente, pero, saquemos algo en positivo, quizás esta sala de sonido tan seco ha servido para sobreponerse y aprender a tocar en estas circunstancias tan particulares, lo que luego, a buen seguro, en la acústica de la Iturbi se verán los resultados, para mejor.
Ficha técnica:
18 de mayo de 2023, Teatro Principal
Obras de Dutilleux, Schumann, Mendelssohn y Prokoviev
Ivan Balaguer, violonchelo
Orquesta de Valencia
Alexander Liebreich, director musical