Lisístrata y Medea se bailan en el Teatro Romano de Sagunto
VALENCIA. Edición tras edición, el festival Sagunt a Escena revalida la certeza de que los mitos grecolatinos son universales y atemporales. La materia contenida en textos escritos siglos antes de Cristo es moldeada en revisiones que la acercan a nuestros días, la arrullan en sonidos contemporáneos y la visten de géneros inesperados. Esta próxima semana, los códigos de los lenguajes del movimiento dislocan a Lisístrata y Medea sin que pierdan su esencia. La pacifista se baila al ritmo del flamenco, y la infanticida, al de sonidos electrónicos y urbanos.
En pleno fragor antibélico contra la ocupación de Irak, el hoy fallecido Miguel Narros concibió una versión de La guerra de las mujeres de Aristófanes que adscribió al imaginario del flamenco.
Aquel guión quedó guardado en un cajón, pero a la muerte del dramaturgo, su viudo, Celestino Aranda, decidió rescatarlo en tributo al maestro. “El texto fue escrito en 2005, pero en la actualidad tiene todavía más vigencia, porque el mundo ha ido a peor. Todo ese territorio de Oriente está hoy en una situación más grave”, expone el productor del montaje, que los días 19 y 20 de agosto se representa en el Teatro Romano de Sagunto.
La fábula clásica sobre la huelga de sexo de un grupo de mujeres atenienses para frenar los rifirrafes bélicos fue destilada como ballet flamenco por Narros. El encargo de su puesta en escena póstuma cayó en manos de su discípulo José Carlos Plaza, que le ha sumado cante e interpretación. “El texto está rimado, juega con las redondillas, los octosílabos, el verso libre, así que lo he concebido como una comedia musical americana. Y poco a poco se ha ido formando este gran tinglado de nombres del flamenco”, desarrolla el director.
La solución pacífica a la guerra es liderada por Lisístrata, que en esta producción está interpretada, en su primer papel protagonista en el teatro, por la cantaora Estrella Morente. La banda sonora ha sido compuesta por Juan Parrilla, Lucky Losada y Juan Carmona, director musical del espectáculo. Su encadenando de alegrías, tangos, saetas y bulerías es interpretado en directo por una orquesta de ocho músicos.
La guinda al flamenco all stars la ponen Antonio Canales y Aída Gómez, quienes firman las pinceladas coreográficas, ejecutadas por ellos mismos junto a un cuerpo de baile de siete bailaores.
“El flamenco es un cristal que empañas si te acercas mucho, y José Carlos ha sabido mantener la distancia para manipularnos, sin empañarnos y respetando la pureza del flamenco”, destaca Canales.
El bailaor, Premio Nacional de Danza 1995, afronta dos papeles en este montaje, el de un travestido que se une a la gesta de las féminas y el de un comisario político dispuesto a detener a Lisístrata, pero que al final acaba apoyándola. Para su barroco transformista, se ha inspirado en las grandes divas Rocío Jurado y Lola Flores, “en cómo menean la bata”, mientras que para su segundo rol aplica “el lenguaje de un militar bailando por tangos”.
La bailarina y coreógrafa Aída Gómez, Premio Nacional de Danza 2004, da vida a la prostituta Lampito: “Juan Parrilla me ha ayudado mucho a mantener la sensualidad sin rozar lo vulgar, porque la parte de mi personaje la ha compuesto como un doble traje en mi piel, de forma que nada más salir al escenario puedo transmitir sin texto al público que interpreto a esa mujer tan femenina”.
Gómez destaca la inclinación que Narros sintió desde siempre hacia el flamenco, con ejemplos como su Fedra, interpretada en los noventa por Manuela Vargas, y dos décadas después, por Lola Greco. Pero, sobre todo, destaca Medea, de nuevo junto a Manuela Vargas, estrenada en 1984, representada en más de 500 ocasiones y premiada al mejor ballet en el Metropolitan Opera House de Nueva York. Aída formó parte de aquel elenco.
La barbarie y el tormento de la hechicera que asesinó a sus hijos han tenido lecturas ad finitum. Thomas Noone se encuentra entre los últimos valientes. El coreógrafo inglés trae su propia versión de Medea el próximo 23 de agosto al Teatro Romano. Su pieza fue galardonada con el Premio de la crítica catalana 2016 al mejor espectáculo de danza.
El set es una cortina austera; el vestuario, urbanita, funcional, en grises, azules y negros; la música, una trama conceptual de sonidos electrónicos… Noone encara el mito de la hija del rey Eetes obviando las referencias a la Grecia antigua.
“No hay nadie con toga en el escenario. La historia en sí es atemporal, aunque esté escrita hace muchos años. Su elemento extremo lo puedes apreciar en muchos ejemplos de telerrealidad actual”, constata el creador afincado en Barcelona.
Su Medea es un hito en su carrera, volcada en expresiones abstractas de la danza. Para este lance narrativo, se apoya en la videoproyección, en la fisicidad cuasi atlética de su elenco y en una banda sonora compuesta por Jim Pinchen. “Siempre aporta un toque urbano porque trabaja con adolescentes en riesgo de exclusión haciendo dubstep. De modo que Medea tiene algo de percusión beat al fondo, pero no de una manera muy obvia. Hay un elemento instrumental de piano y chelo muy disfrazado para darle un toque humano a una superficie totalmente electrónica”, detalla Noone.
No obstante, no importa cuán contemporánea sea la apuesta, el espectador entrevé la tragedia escrita por Eurípides en la intensidad de las interpretaciones de la media docena de bailarines, que van del dinamismo frenético al drama íntimo.
“Es inevitable que el público aprecie la tragedia. Medea mata a cuatro personas y en mi compañía son seis, así que más de la mitad de los bailarines acaban en el suelo. Es horrible, pero no hay ningún personaje que sea simpático y ya sabemos lo que va a pasar”, aligera Noone.
Ya sea por la vigencia de sus demonios o por la curiosidad que sus múltiples rostros escénicos despiertan, año tras año, los mitos grecolatinos se reiteran. Y este verano, en Sagunto, se bailan.