Hoy es 9 de octubre
Fue una fotografía improvisada, apenas pensada y después de una comida entre viejas amistades. Pero esas dos mujeres y ese hombre, que aparece medio engullido por las apreturas de sus acompañantes, son conscientes de su valor icónico. Porque son tres víctimas de un pasado y un presente político que hunde sus raíces en un sistema político y judicial determinado.
La complejidad del análisis semiótico de una imagen se resuelve con el conocimiento del trasfondo. Ya no es que todo sea simulacro, sino que la realidad se deja vencer cuando emerge el desconcierto. La política valenciana de hoy sería otra sin las interferencias político-judiciales que acabaron emborronando, cuando no emborrachando, los años del Botànic. Cierto es que el resultado del 28M limpió las terrazas de la plaça Manises de los vividores del gin-tònic eterno, y ese detalle no es menor para entender la desfeta, aunque esto merece otro artículo.
Porque son las interferencias entre los distintos poderes del Estado las que causan un daño terrible a la credibilidad de lo público. La velocidad de les redes sociales y su vómito cotidiano nada tiene que ver con un sistema judicial anclado en los tiempos de Larra. Y es así como la política valenciana ha ido deglutiendo líderes a golpe de investigaciones prospectivas, operaciones policiales insostenibles o instrucciones insoportablemente largas.
Cada una de las tres personas de la fotografía ha tenido su propia vivencia política y judicial, y su consiguiente calvario particular. Uno ha salido bien parado del disparadero judicial y siempre vivió de pie gracias al respaldo unánime de su ciudadanía. Pero ya nadie le devolverá los cinco años de descrédito personal, las noches insomnes, la desesperanza y la incomprensión periodística, siempre pendiente de no morder la mano que le da de comer exclusivas y obviando el derecho a la verdad del acusado. Otra perdió pie político en las últimas elecciones y ha vuelto a sus aulas, no sin antes dejar su impronta en la lucha contra la corrupción y la defensa de la justicia universal y memorialística.
Pero la otra mujer, de la izquierda de la foto, permanece enredada en una maraña político-judicial impropia de un país civilizado. Así y todo, es bien seguro que lo que peor lleva es el abandono de los suyos, que no le lleguen llamadas de esos a los que elevó y que el amargor de la desdicha haya entrado en casa porque alguien, un día, decidió influir en la política valenciana en provecho propio. Como sucedió con el del centro de la foto, el mismo que ahora esos mismos añoran porque saben que habría sido la solución a los males que se atisban.