LOS RECUERDOS NO PUEDEN ESPERAR

Fotolateras, las mujeres que hacen fotos con latas

60 segundos de luz es un libro de fotografía atípico. En él se recogen imágenes estenopeicas pero también se explica con todo tipo de detalles cómo aprender dicha técnica e incluso como adoptarla como una filosofía de vida. Sus autoras son Lola Barcia y Marinela Forcadell, las Fotolateras

18/12/2016 - 

 VALENCIA. Posar para una foto estenopeica es todo un reto. Dependiendo de la luz, tienes que aguantar quieto unos pocos segundos o bastantes minutos. A veces muchos minutos, y en cuanto empiezas a tener constancia de ello te empieza a picar todo el cuerpo. El tiempo de exposición –no hay nada como dejarse llevar y sentirse expuesto de vez en cuando- depende del objetivo de la cámara. Depende sobre todo de la luz. Aquí, la cámara es una lata y el objetivo, un milimétrico agujerito taladrado sobre ésta. Hacerse una foto así, siguiendo esta técnica significa que no tienes ni la más remota idea de lo que va a salir cuando el papel se sumerja en la cubeta de revelado. Gracias a los móviles, cuando nos hacemos autorretratos o nos retratan otros, tenemos la opción de elegir fondo, gesto y lo que haga falta. Hacer una foto estenopeica es como traspasar sigilosamente el umbral que comunica con otra dimensión.

Posar inmóvil

Como las Fotolateras son buenas amigas, he tenido ocasión de posar para sus latas en distintas ocasiones. No hace falta que me lo pidan, ya se lo digo yo. Me encanta que me hagan fotos. Con móviles, con cámaras, en estudio, en exteriores, con latas, como sea. Entre arrozales o en el asfalto, en Valencia o en Castellón, en la Calle de las Barcas o flotando en una barca en l’Albufera. Lola Barcia y Marinela Forcadell, las Fotolateras, suelen ir provistas de latas de diversas formas y tamaños. Mi sitio favorito para que me retraten es por El Saler. Los paisajes despejados de la playa, los cielos de l’Albufera, los canales y acequias de El Palmar, pueden ser el paisaje perfecto para una foto de este

tipo. Las fotografías enlatadas obran milagros, lo transforman todo en algo liviano. Consiguen que la imagen resultante sea algo irreal.


Fotos como sueños

La nitidez habitual de la fotografía desaparece cuando entran en escena las Fotolateras. Sé que hay mucha más gente en el mundo haciendo este tipo de fotografía, que parte del principio básico de la misma, pero yo descubrí la técnica por mis amigas y las fotografías de esta naturaleza que más me gustan son las de ellas. Para mí, lo estenopeico son ellas, y ahora mismo no necesito indagar mucho más. Hace años que las conozco y creo que hace casi diez que las veo trabajar. Cargadas con bolsas, de un sitio para otro. Sus fotografías poseen la belleza de lo extraño, lo anómalo y lo especial. Llevan a cabo su trabajo con una pasión y un entusiasmo que no termina en el revelado y las imágenes enmarcadas. Sus talleres escenifican de esa ilusión, la necesidad de contagiar los secretos de esa técnica tan básica y sin embargo tan mágica. Las Fotolateras no enseñan cómo hacer fotografía estenopeica, te contagian su entusiasmo.

El canto del gallo

Además de observarlas hacer fotografías con una técnica básica, y de pedirles cada tanto que me usen como modelo, con la Fotolateras me río muchísimo, que es una de las bendiciones más grandes que puede dar la amistad. Tienen un sentido del humor envidiable y eso en ocasiones hace que sea imposible posar inmóvil porque me entra la risa. Según en principio básico de esta técnica, si te nueves durante el proceso no sales en la foto. De ahí la emblemática frase. Tienes que dejar que la luz te empape para que el papel sensible que hay en el interior de la lata absorba tu imagen. Parece entonces que sean conceptos incompatibles, reírse y fotolatear, pero no. Un día,

mientras recorríamos los arrozales de El Palmar, escuchamos un gallo cantar. ¡A las siete de la tarde! Nos reímos tanto que ahora, cada vez que escucho algún gallo cantar a deshoras me río yo solo porque me acuerdo de ellas.

Marina d’Or procede

 El cuartel general de las Fotolateras está en Marina D’Or. Un sitio fantástico para vivir si tienes la actitud adecuada. Yo me dejo hacer por allí cada vez que puedo. Me siento John Waters, fascinado por tanta fealdad. En Marina d’Or todo lo construido por el hombre es tan kitsch que cuesta trabajo creer que el ser humano pueda llegar a tener tan mal gusto y que además lo exhiba con tanto orgullo. Los monumentos de entrada y salida de las urbanizaciones son dignos de un estudio antropológico. Posiblemente sea el único lugar del planeta en el que las esculturas de Ripollés resultan bonitas en comparación a su entorno. Cuando voy por allí siempre digo lo mismo: “Me paso los días rodeado de belleza, necesito subvertir eso”. Allí el concepto de belleza se subvierte sin ningún esfuerzo. Por eso me parece mucho más estupendo aún que, en medio de todo eso, estas dos artistas hagan surgir imágenes tan enigmáticas y hermosas.

“Canibaales” culturales

Una de las últimas ocasiones en las que estuve por allí fue en compañía de Jesús García Cívico y Ximo Rochera. Ambos son los artífices de la editorial Canibaal. Publican una revista de arte y literatura, así como libros de las índoles más diversas. El último de ellos es el primero de las Fotolateras, 60 segundos de luz, una asombrosa síntesis de su trabajo a todos los niveles. Un derroche de imaginación e ilusionismo que nos ayuda a traspasar las barreras de la realidad. La realidad es una lata, y con esto quiero decir que, además de que suele ser un fastidio absoluto, también puede ser transformada en algo inesperado gracias al quehacer artesanal de estas mujeres.

La realidad es una lata y lo estenopeico es sexy

Han recorrido media España con sus enseres fotográficos. También se han pateado buena parte de mundo. Ver ciudades como Venecia o Nueva York a través del diminuto estenopo es algo que cuesta definir con palabras. La plaza de San Marcos convertida en un escenario de luces y sombras en el que los viandantes están diluidos en el aire. Los coches que atraviesan Wall Street, desdibujados como ectoplasmas. Algunas de sus imágenes poseen un sabor plateado que me recuerda a la intensidad de las viejas fotos disparadas en la primera Factory de Warhol. Comparten una tonalidad metálica que las convierte en hipnóticas. En el prólogo de su libro digo que lo estenopeico es sexy y aprovecho para repetirlo aquí. Te da la oportunidad de convertirte en otra cosa, incluso de evaporarte. La realidad es una lata.

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