VALÈNCIA. Abría el concierto una obra menor de Joaquín Rodrigo con pretensiones de cierta profundidad, pero sin la inspiración tanto para la melodía como para la orquestación, que sí demuestra en otras piezas el maestro valenciano. Excelente la flauta Magdalena Martínez en esta ocasión. A la busca del más allá, así se llama la pieza, sirvió para calentar a una orquesta de la Comunitat que ofrecería su mejor versión en las dos obras posteriores.
Mucho más vuelo demuestra es la Shéhérazade, a pesar de tratarse de una obra de juventud de Ravel, aunque en su día, con ocasión del estreno, un influyente crítico del momento con la mirilla completamente desviada afirmara del maestro francés que se trataba de “un debutante mediocremente dotado … que quizás se convertirá en alguien en unos diez años si trabaja duro”. Comparecía en esta ocasión la excelente mezzosoprano rusa Anna Goryachova, quien ya sedujera en el papel de Angelina en la Cenerentola rossiniana de la temporada 2020-21 y que en un repertorio diametralmente opuesto demostró muchas virtudes, presumiendo de un instrumento de notables medios, timbre carnoso y seductor, nada desdeñables bajos y capacidad para conmover en la zona aguda. Todos estos factores que contribuyeron al notable éxito alcanzado en una obra de líneas melódicas sinuosas complejas de atrapar. Conmovedor fue el clímax (al modo wagneriano/straussiano, tras un amplio discurso en que cada frase es más intensa que la anterior) que se alcanza en la primera de las piezas Asie con la tremenda frase Je voudrais voir mourir d'amour ou bien de haine (Quiero ver a los que mueren por amor o, mejor, por odio).
Comenzamos a vislumbrar como una virtud de Gaffigan la capacidad para buscar la transparencia de las voces orquestales y la búsqueda de la diferenciación de todas las texturas posibles, quizás en perjuicio de un sonido más denso y grande. Asimismo es el norteamericano un director más inclinado por la fluidez del discurso musical que por la búsqueda de un gran sonido. Excelentes para lograr el cometido se mostraron todas las maderas, esenciales para llevar a buen puerto todo el exotismo que encierran estos compases de corte impresionista. Magnífica la solista de flauta en la segunda pieza “La flauta encantada”. Músicos y solista culminaron la obra con una sensual “El indiferente” la controvertida tercera pieza que cierra esta magnífica obra raveliana.
Muchas interpretaciones de esta maravillosa obra inician su “sinopsis” afirmando que la novena del Dvorak se trata de una invitación a conocer América. A pesar de que el compositor checo la compone con ocasión de su llegada a Norteamérica, Gaffigan me da la sensación de que nos propone, en mi opinión, acertadamente, nadar entre las dos aguas culturales: la del nuevo mundo que, sin duda, impresiona al compositor, y la vieja Europa, concretamente Bohemia, que abandona temporalmente por cuestiones económicas, pero de la que no podrá despegarse sentimentalmente, como de nuevo demostrará en su magistral concierto para violonchelo. Leonard Bernstein veía claramente esta obra como un ejemplo de multiculturalidad. El director neoyorquino se inclina por el fraseo centroeuropeo, las transparencias y cierta búsqueda más por lo popular que por la abrumadora majestuosidad del Nuevo Mundo. Se pudo observar este tono a lo largo y ancho de la lectura, pero sobre todo en un Scherzo sorprendente. Algo Mahleriano, entiédaseme y no se me echen encima, respecto a ese tono que se observa en el Mahler más despreocupado socarrón, mundano y callejero, que alterna sin solución de continuidad con el otro “yo” profundo y hasta trágico. Es una aproximación diferente y alejada a la mayoría de las interpretaciones que este scherzo lo traducen de un modo más bucólico y campestre.
Imposible dejar plasmado en esta crítica todo lo que se podría escribir de esta excelente traducción tanto del director titular como de una excelsa OCV con unos solistas de absoluta excepción como toda la familia de maderas y metales-magníficos todos en el Largo. Como mención de honor hay que citar a Ana Rivera al Corno Inglés en uno de los solos más célebres de toda la literatura sinfónica en el citado Largo de la sinfonía. Los músicos de la formación que ha captado a la perfección y en apenas tiempo cuales son las intenciones de Gaffigan. No podemos decir, por tanto, que se optara por una versión espectacular pero sí narrativamente irresistible y llena de detalles de mucha clase como ese diminuendo en el inicio del movimiento de cierre nada más finalizar la reexposición del tema con el que se abre.
Una obra maestra como esta, compuesta de una sucesión de instantes de una inspiración pocas veces igualada se tiende a un hedonismo musical fácil y superficial que logre de una forma impostada en el oyente el aplauso fácil. Se trata de una obra tan perfecta que es difícil caer en manierismos vacuos, y de mal gusto, y algunas interpretaciones están próximas a ello con ritardandos, rubatos y acelerandos exagerados. Gaffigan sabiamente se aleja de todo esto a través de la fluidez y su lectura globalizadora que pone de relieve y ensalza al creador y no a ese director ensimismado que se erige en máximo protagonista sin serlo, lo que es de agradecer. Visualmente esta idea se tradujo el último saludo durante los aplausos, en el que Gaffigan permaneció a un extremo del escenario dejando todo el protagonismo a la orquesta. El público, que manda, dio su veredicto y este fue de triunfo absoluto.
Ficha técnica:
Viernes 6 de mayo de 2022
Auditori del Palau de les Arts
Obras de J. Rodrigo, M. Ravel y A. Dvorák
Anna Goryachova, soprano
Orquesta de la Comunitat Valenciana
James Gaffigan, director musical