Carlos Mazón contempla su reflejo en un espejo mientras en sus adentros se ve ya Presidente de la Generalitat Valenciana; Alberto Núñez Feijóo hace lo propio, representa el hombre de Estado que España necesita, ese que reconstruirá la nación tras la hecatombe moral y económica que ha representado el socialismo. Son guapos, inteligentes, audaces, talantes; sus camarillas se encargan cada día de alimentar sus egos. Palmeros, lameculos, alevines que les escriben discursos zafios, cursis y vacíos. Van directos al gobierno, uno al Palau y otro a La Moncloa. Con las encuestas de su lado y sus subordinados dorándoles la píldora, son imparables.
El problema es ese, que nadie les dice la verdad: la derecha no lo tiene tan fácil para gobernar. Se piensan que son el Real Madrid jugando contra un equipo de segunda pero enfrente tienen a una maquinaria infalible, sibilina. Creen que se van a pasear, pero la verdad es que hay posibilidades de que el PP pierda las elecciones y no consiga gobernar ni España ni la Comunidad Valenciana. Claro está, a ver quien es el listo que les despierta de su letargo narcisista y les anestesia esa peligrosa autosuficiencia. Son incapaces de vislumbrar el Armagedón con el que la izquierda va a intentar minar a su rival y hacerse con la victoria en las urnas. Como escribió el pasado jueves Luis Ventoso en El Debate: “Se trata de una máxima elemental de la liza de la política: si tienes un rival complicado debes intentar desmontarlo, rebajar su prestigio ante el público”. Por eso se están encargando, los poderes mediáticos que manejan la opinión pública, de caricaturizar a Feijóo como un cateto desilustrado que no sabe diferenciar el tipo de interés con la prima de riesgo o se lía con la fecha de publicación de la obra de Orwell 1984; he llegado a ver un artículo escrito por Josep Bergadá Torres publicado en La Vanguardia titulado Feijóo no habla Inglés que venía a echar por tierra las capacitaciones del Presidente del PP para llegar a La Moncloa simplemente porque no era bilingüe. Leí aquella columna, sentado en una cafetería mientras esperaba a un amigo y tuve que ojear el titular varias veces para ver si era verdad; al llegar mi allegado, me pilló descojonándome de la risa por esa sandez. El entramado mediático de una opinión pública controlada por la izquierda te regala joyas como esa.
Se ha hablado mucho de la posibilidad de que Ximo Puig adelante las elecciones autonómicas por intereses electorales; más bien creo que si le dejaran celebraría los comicios el mismo día que las Generales. Cuando llegue mayo quedará poco del Feijóo tecnócrata y le habrán convertido en un líder sin autoridad, en un político del montón malo; lo hicieron con Pablo Casado con la colaboración de sus propios compañeros, y no les temblará el pulso en hacerlo con el gallego. Casado, que estaba llamado a rearmar ideológicamente a la derecha, vaga ahora por los despachos del mercado bursátil sin consolación y Feijóo se tiene que ir preparando para volver a Galicia si no lo remedia. Mientras, Mazón aguarda y apura para que no se le pase el arroz -esos que le gusta tanto cocinar-, sabe que sus opciones de ser President pasan porque Feijóo siga manteniendo el estatus de presidenciable, por sí mismo, no puede ganar unas elecciones, requiere de un impulso que le abra las puertas del Palau y desaloje a Puig. ¿Acaso no es extraño que el PSOE y sus socios -con los que forma una coalición de facto- no hayan intentado minar la figura del líder Popular en la Comunitat? A diferencia de Feijóo, él no representa un rival temible a nivel electoral, es una figura a la que no es necesario despedazar; a Mazón le conocen algo en Alicante y nada en Valencia y Castellón. Mazón necesita a Feijóo pero Feijóo no necesita a Mazón.
Como el Partido Popular no sepa solventar la campaña de desgaste a Feijóo, Mazón no será Presidente de la Generalitat, Ximo Puig seguirá mandando y Pedro Sánchez continuará durmiendo en el colchón de La Moncloa aunque el pacto con Podemos le quite el sueño.