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EL MURO / OPINIÓN

Generosidad anónima

28/03/2021 - 

Antes de ponernos a discutir o crear un nuevo o supuesto debate político y ciudadano sobre si el barrio de Jerusalén debería de tener un arco de recepción chino, estilo Chinatown americano, porque allí se han establecido en los últimos años peluquerías, restaurantes y supermercados de origen asiático, o si la calle Pelayo debiera ser peatonalizada para que se puedan jugar partidas de pilota -menudo caos de tráfico podríamos llevar al barrio y a su mercado de los martes- hay otras cosas que sí merecen atención. Porque no veo a estas alturas de nuestra película a los comerciantes de la susodicha Pelayo protegiendo sus escaparates de algún posible pelotazo o contratando más seguros, por si acaso. 

Eso de las ocurrencias políticas están muy bien para divertirnos momentáneamente, estilo Ayuntamiento de Valencia, o para hablar de algo y pasar el rato. Pero hasta ahí, por un titular inmediato. Hay que estar en lo que se debe. Y la pilota es autóctona, para empezar, y el barrio una casa universal, con todos mis respetos a los comerciantes chinos que también merecen su respeto.

Me voy a sumar como outsider a eso de los proyectos participativos que, al parecer, tanto molan para colar genialidades. Yo los denomino, de ciertas ocurrencias. Más aún cuando hay barrios enteros abandonados y alcorques sucios capaces, según nuestros gobernantes, de darnos habas en primavera o berenjenas en verano, sin caer en sus plagas, gastos y mantenimiento. Es la nueva o supuesta modernidad. ¡Plante rábanos a las puertas de su casa!, podría ser un eslogan, con permiso de insectos, roedores y caninos. Con ver la medianera de la ronda de la nueva Fe está todo dicho.

Aunque creo que el cupo de los proyectos participativos ya está cerrado para este ejercicio me voy a animar. Creo, y no estoy todavía gagá, que lo que nuestras autoridades deberían hacer a la carrera es encargar un buen busto del coleccionista alemán Hans Rudolf Gerstenmaier quien acaba de donar al museo de Bellas Artes de Valencia, San Pío V, su colección de pintura flamenca compuesta por 40 piezas y valorada en un par de millones de euros, según estiman. Sería lo mínimo. Y eso sí, dedicarle una sala con su nombre de forma perpetua, con el busto incluido, y que nadie pudiera cambiarla, al estilo de los museos americanos que tienen esos gestos con los donantes de obras de arte o parte de su patrimonio artístico para que no se disgregue y quede la memoria en el recuerdo de sus conciudadanos.

Porque lo bien cierto es que por estas tierras no estamos muy acostumbrados a que existan donantes tan generosos y menos aún que habiendo desarrollado su carrera profesional en España, vinculada al mundo del automóvil, país que, según confesaba Gerstenmaier, le acogió como uno más, lo haga sin ningún tipo de contraprestación y de forma tan anónima. Simplemente, anotándolo en su testamento.

Gestos de esta naturaleza honra a quienes lo hacen porque por aquí lo que nos va es si patronato de museo sí, nombramiento y amplio despacho también, cuando son hechos políticos, pero no así una política de verdadero apoyo al centro y una labor de concienciación entre la sociedad valenciana o sus coleccionistas con gestos de altura, altruistas y de responsabilidad social.

Desde que el también fallecido Pere María Orts donara su colección al San Pío V hace ya unos años, apenas algo se había movido por el museo, salvo alguna que otra compra y algún  depósito que acabo saliendo del propio centro. Me refiero a la Colección Delgado, retirada recientemente por incumplimiento del convenio de cesión, según sus propietarios, y la indiferencia administrativa. O la salida despavorida de los Sorolla depositados para mejor revalorización. 

Lo de Orts ya saben cómo acabó. Incumpliéndose también la única condición que puso el buen hombre: el nombramiento de un conservador que se ocupara de su mantenimiento y estudio. Nunca existió.  

Estos gestos son los que nos diferencian de otros museos de la misma naturaleza, esto es, seriedad en la gestión técnica y política y dar una imagen exterior que no se queda sólo en papeleo y burocracia.

No dudo que todos los que han pasado por la dirección del museo tengan o hayan tenido la mejor voluntad para que así fuera, pero si no te dan medios y todo son problemas y papeleos, pues así les va a unos y por correspondencia a nosotros.

Ha tenido que venir un coleccionista de fuera para explicarnos que aquí había poca pintura flamenca y que con su donación tapaba un agujero. Claro, aquí somos de Sorolla. De ahí no salimos con fondos semipúblicos. Gran parte del resto es Desamortización.

Esta donación, además, debería hacer mover el esqueleto a nuestros gestores políticos: desde el primero al último, para que se crearan mecanismos y ventajas fiscales o personales a fin de que muchos más se animaran a siguieran el mismo camino. Coleccionistas hay bastantes y muy buenos, ojo. Pero para llegar a ese nivel de convencimiento altruista hay que tener muchísimo interés y sobre todo ganárselos.  

Espero que este gesto abra los ojos de muchos, tanto coleccionistas como gestores y expertos o simplemente amantes de las Bellas Artes o del San Pío V. El museo se lo merece, aunque hayamos tenido que esperar treinta años en terminar una ampliación que no está concluida y el museo no cuente ni con la autonomía necesaria ni con los medios de conservadores y restauradores necesarios desde hace muchísimos años. Ni tampoco disfrute del  interés del Ministerio de Cultura, su propietario. Así nos ha ido. Ha tenido que venir desde Madrid  un coleccionista de origen alemán para que algunos lo vayan entendiendo.  

Por mi parte, gracias Hans Rudolf Gerstenmaier. Nos ha dado una lección de generosidad y compromiso. Espero un gesto de nuestras administraciones.

PD. Hay que reconocer también el papel que la Asociación de Amigos del Museo San Pío V realiza en pro de la difusión y la captación de fondos para el museo desde su modestia. De hecho, recientemente adquiría para el centro dos cobres de Pieter Van Lint. No todos restan.

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