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crítica de concierto

Gustavo Gimeno y la máquina infalible

9/03/2020 - 
7 de marzo de 2020
Palau de Les Arts
Petrushka y la Consagración de la primavera de Igor Stravinski
Orquesta de la Comunitat Valenciana
Gustavo Gimeno, dirección musical


Llegaba al Palau de les Arts, puntual a su cita anual el director valenciano más internacional, actual titular de la Orquesta de Luxemburgo, y que recientemente ha sido nombrado titular de la Sinfónica de Toronto. Sobre los atriles dos obras maestras del siglo XX en versiones de 1947 los ballets compuestos por Stravinski para los Ballets Rusos. Como se podía esperar, altísimo nivel interpretativo por parte de la Orquesta de la Comunitat Valenciana, y respecto al planteamiento de Gimeno debo ya adelantar que me gustó más la primera parte ocupada por una fabulosa Petrushka que la segunda en la que todo el protagonismo fue para la Consagración de la primavera a la que, quizás le perjudicó algo la acústica de una sala benevolente con metales y percusión e inclemente con la cuerda. 

El milagro de la escritura de Stravinski se hizo presente en el auditorio de Les Arts en una versión no es excesivamente aristada ni grotesca hasta la deformación, puesto que ya las notas de Stranvinski lo contienen todo. Digamos que Gimeno opta por cierto aire clásico y hedonista. Su gesto es de una claridad absoluta y la orquesta le sigue con una perfección asombrosa. Destaca por parte del director valenciano un ajuste rítmico preciso con una mano derecha que no da lugar a la duda por parte del músico y una elegante expresividad de la mano izquierda que ya es marca de la casa. Gimeno confía plenamente en los solistas que gozaron de gran libertad expresiva, como en el caso de las enormes intervenciones de la flautista Magdalena Martínez, flautista que ha ganado enteros desde sus inicios en la orquesta y su sonido se ha hecho más ancho. Magistral, nos deleitó con un fabuloso solo de presentación recreándose con un fraseo de gran musicalidad y gusto. 

La brillantez excesiva de la sala es casi perfecta en una obra como Petrushka que resulta mucho más camerística armónicamente que la Consagración: hay mucho más “espacio” entre los instrumentos que en incontables ocasiones intervienen a solo o en pequeños grupos con por ejemplo en pasajes como “la habitación de Petrushka”. Fantástica en este sentido fue la Danza Rusa con la magnifica intervención al piano de Xavier Torres y del concertino Gjorgi Dimcevski. La brillantez de la sala sin embargo perjudica a una cuerda que en ocasiones parece estar “en otro lugar” respecto al resto de músicos, o no se escucha con el peso y la dinámica que la escritura armónica demanda. Cómica, como toca, fue la danza entre cocheros y palafreneros. Los metales, sensacionales toda la velada, sonaron dramáticos en las máscaras y fue extraordinario el complicado piano de la cuerda en la muerte de Petrushka. En definitiva una gran Petrushka que pasó como un suspiro.

La lectura de la Consagración de la primavera fue de un enorme virtuosismo técnico, posiblemente fuera del alcance de otra formación española. Llama poderosamente la atención que esta orquesta con esa cantidad, excesiva debemos decir, de refuerzos sea capaz de abordar estos repertorios tan exigentes con un nivel tan alto. En cuanto a la lectura de Gimeno, aún siendo notable, debo expresar algunos reparos en una versión que quizás apoyó su la violencia primitiva que intenta y logra transmitir la genial partitura en un excesivo volumen en buena parte otorgado a los metales, lo que en algunos casos inclinó demasiado elocuentemente el fiel de la balanza. Además hubo alguna caída en la intensidad del pulso en los pasajes más lentos.

Uno de los inicios más celebérrimos del siglo XX, por el sinuoso misterio que encierra su melodía, fue excelentemente traducido por Salvador Sanchís al fagot, fantástico a lo largo y ancho de sus comprometidas intervenciones como en ese enigmático inicio. Como decía, faltó algo de pulso por parte de Gimeno en la danza de los adolescentes que pareció algo pesada. Fantástica de nuevo la dirección y la traducción por una orquesta en estado de gracia en el Juego del Rapto, al igual que en el final de la primera parte de la obra con unos músicos ya lanzados  tumba abierta, aunque siempre atentos a la batuta de Gimeno. Cuesta pensar que en ocasiones como esta nada vaya a ir mal sobre el escenario, pero la Orquesta de la Comunitat Valenciana siempre sale airosa como la máquina infalible que es.

Resultó menos convincente el inicio de la segunda parte con las dos partes lentas. Desde ahí, hasta el final Gimeno cargó quizás demasiado las tintas en los volúmenes sonoros, resintiéndose algo los colores y la transparencia que encierra la pieza incluso en sus momentos más “desabridos”. Las trompetas comandadas por un Rubén Marqués estelar a lo largo y ancho del concierto sonaron más violentas que aristadas y punzantes sobreponiéndose de forma avasalladora sobre el resto de los instrumentos. La lectura finalizó con una gran Danza Sagrada, que dio por concluida Gimeno de forma, sin embargo, no excesivamente brutal. La Consagración de la Primavera es una de las obras más grabadas de la literatura sinfónica con más de cien versiones oficiales en el mercado. Lecturas hay para todos los gustos como se pueden imaginar. Gimeno se inclina por el drama primitivo, alejado de, por ejemplo, el  genial frenesí cuasi improvisatorio (Monteux, Orquesta de París), pero también no menos magistral análisis científico y maquinal de un Salonen con una Orquesta Philarmonía virtuosa hasta lo inverosímil; traducciones situadas en los dos extremos referenciales de la partitura.

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