El BCE tendrá que encontrar el equilibrio entre el control de precios y velar por una recuperación de los niveles de renta en toda la Unión Europea
MADRID. Igual que en los chistes de toda la vida, Europa son muchas y cada una con su idiosincrasia. Como botón de muestra, recientemente se publicó el dato de desempleo de la Unión Europea (UE) y ascendió al 6,8%, la tasa más baja desde noviembre de 2008. Si pensamos en la capacidad productiva como la disponibilidad de recursos para producir, y creemos que la mano de obra es uno de los factores más relevantes, es razonable pensar que en estos niveles de paro la oferta de empleo podría empezar a tener problemas para ser cubierta. Una circunstancia que conllevaría la necesidad para las empresas de ofrecer salarios más altos que sus competidores, para captar más recursos.
Esta situación, según el Banco Central Europeo (BCE), acabaría elevando la inflación hacía el nivel objetivo fijado por la entidad y justificaría una subida de tipos. Sin embargo, la UE no presenta una estructura de empleo homogénea ni los salarios se mueven igual, por lo que -caso de tomarse la inflación subyacente como indicador representativo de la salud de los precios en Europa- hágase con cautela.
Respecto al empleo, mientras que países como Alemania o la República Checa presentan tasas de paro inferiores al 3,5%, Francia o Italia muestran cifras superiores al 9% y España o Grecia exceden el 15%, cerca de cinco veces más que los dos primeros. Si nos centramos en nuestros jóvenes, encontramos la misma situación, pues el desempleo entre los menores de 25 años en España o Italia supera el 30%, mientras que en Holanda o Alemania no llega al 8%.
En cuanto a cómo se está incrementando el coste de este recurso, volvemos a encontrarnos con una disparidad relevante. En 2017, por ejemplo, según datosmacro.com, el salario medio de un trabajador italiano se vio incrementado en un 0,64%, el de un francés un 1,4% o el de un alemán un 3,4%. El último caso es llamativo pues empieza a tener problemas para cubrir sus vacantes, especialmente en la industria y la construcción por la falta de mano de obra cualificada.
Y otro dato más, la masa salarial sobre la que se produce el mencionado incremento tampoco es equivalente entre los distintos países. Así, el salario medio alemán supera los 49.000 euros, mientras que el de un español ronda los 26.000 euros o el de un portugués roza los 18.000. A la vista de estos números, lo más probable es que los incrementos salariales no se manifiesten de manera similar en los distintos países y veamos presiones para subir los tipos en algunos países mientras que otros aboguen por el mantenimiento de los niveles actuales.
Una vez más, el BCE tendrá que encontrar el equilibrio entre el control de precios en la locomotora de Europa y velar por una recuperación de los niveles de renta en toda la región, porque no es lo mismo un francés, un alemán o un español…
Ignacio Perea es director de Inversiones de Tressis