VALÈNCIA. José Alfredo Martín es el fundador de Apadrina un Olivo. Se trata de una solución nacida en 2014 para responder a un problema existente en un pequeño pueblo de Teruel, Oliete. Allí yacían cien mil olivos centenarios que estaban abandonados desde muchos años atrás. “Licenciado en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad Autónoma de Madrid y tras dos años de experiencia en Reino Unido, regresé a España para iniciar mi carrera laboral en una multinacional del mundo de la Auditoria. Todo era fantástico, tenía una carrera por delante, equipo y ganaba bien, pero tras 4 años y por casualidades de la vida, mi hermano me presenta la idea de un proyecto para salvar un pueblo de la desaparición mediante la puesta en valor de su olivar abandonado en Teruel”.
“Desde aquel día y movido por los valores que para mi representan nuestras áreas rurales- prosigue Martín- me aventuré junto con Adrián , Alberto, Pablo y Sira a desarrollar una solución que generase nuevas perspectivas entre pueblo y la ciudad, bisagras que conectaran la ciudad con lo rural y viceversa que sacaran lo mejor de ambos mundos. Así fue como surge apadrinaunolivo.org”.
Tras 7 años de trabajo, han conseguido lo que algunos consideran el milagro de Oliete. Han recuperado más de 12.000 olivos, atraído a más de 18.000 visitantes a Oliete y han generado 12 puestos de trabajo nuevos. El emprendedor está satisfecho con los resultados, pero advierte de que la clave está en pensar que “ni todo campo ni todo ciudad. No se puede emprender en el campo de espalda a la ciudad porque muchas veces los ingresos proceden de ahí, vía turismo, alimentación o consumo”. Si tuviese que hacer un balance de estos años, José Alfredo Martín, que vive a caballo entre Oliete y Madrid, se queda con la calidad de vida en el entorno rural, en cuanto a ruidos, contaminación o socialización, pero mejoraría otros handicaps como la deficiencia en las telecomunicaciones, la falta de transporte público fluido o un acceso a los servicios sanitarios más fácil.
También Rodrigo Carrillo, conocido en las redes como el tractorista de Castilla (@AgricultorCast), decidió un día dejar Madrid, la ciudad donde nació, y trasladar su residencia al municipio de Villar de Cañas, en Cuenca. Ha montado una explotación de Lavanda en Villares del Saz, un pueblo con poco más de 400 habitantes. En total son 120 hectáreas de Lavanda que trabaja junto a su hermano y que luego destilan para hacer aceites esenciales y otros productos. Se ha hecho popular en las redes por las fotografías que sube casi a diario mostrando paisajes idílicos del campo que le rodea, pero ello no quita para que no aproveche, cada vez que le preguntan, para expresar alguna queja sobre el mundo rural.
“Una persona que venga aquí de nuevas se enfrenta a que, por ejemplo, no tenga cobertura o red móvil siempre que lo necesite”, declaraba en otro medio. Con dicha infraestructura en telecomunicaciones en un mundo tan hiperconectado como el actual, difícil practicar el teletrabajo con garantías para los amantes del campo. La solución, a juicio de Carrillo, pasa por ofrecer oportunidades reales en el entorno rural para todo aquel que quiera habitarlo sin necesidad de dedicarse a trabajar la tierra. “Hay una idea idílica de vivir en el campo. Al final la realidad del campo es la que es. Te va a dar antes o después en la boca”, apuntaba.
“Cuando escucho a alguien decir que le gustaría emprender en el campo, pienso que no tiene muy claro de lo que habla.-afirma Felipe Beteta, CEO de Astibot- Me parece que no son conscientes de que van a cobrar una media de 1.000 euros al mes, de que van a tener que pagar impuestos independientemente de cómo les vaya la cosecha, de que van a recibir muy pocas o ninguna ayuda en caso de catástrofe…Vamos que trabajar en el campo continúa siendo tan ingrato y sacrificado que cada día son más los que lo abandonan. A ver si no qué sentido tiene sacar al mercado un robot como el nuestro”.
El CEO de Astibot se refiere a un robot que han desarrollado en esta compañía vallisoletana, que saldrá al mercado antes de que finalice el año y que automatiza la poda de la vid. Se trata de una tarea laboriosa que se lleva a cabo durante los meses más duros del invierno y que tenía un problema real de escasez de mano de obra. La solución ha sido muy bien acogida por los productores y bodegueros que veían peligrar las cerca de 900.000 hectáreas de viñedos que se reparten por el territorio nacional. El robot permite ejecutar en un día el trabajo que a una persona le llevaría tres.
Claro que, al margen de trabajar la tierra, el emprendimiento rural ofrece muchas otras posibilidades de negocio. En el caso de Gerard Bofill, este joven barcelonés se decantó por el ecoturismo. Tras reformar una masía en la zona de Gerona con materiales naturales de los alrededores y la colaboración de distintos artesanos, fundó el hotel Can Buch, 100% eco y autosostenible.
Paralelamente creó un huerto ecológico y una granja de animales de los que se abastecen en el restaurante plant-based y de KM.0 con cocina de autor de Can Buch, tanto para quienes se alojan en el hotel como para comensales de fuera. Venden también los productos del huerto y de la granja a los turistas y habitantes de la zona.
Gerard Bofill se siente feliz en este entorno, lejos del ruido y las prisas, porque eso es lo que iba buscando cuando salió de Barcelona: la naturaleza y el campo. Pero tampoco pretende levantar falsas expectativas: “sin duda, la vida en el campo no es lo idílica que parece ni en las redes sociales ni en fotografías ni en vídeos. Es muy sacrificada, es muy dura, pero yo lo concibo como mi vida y lo hago con pasión”.