VALÈNCIA. Uno de los artistas que mejor definió la década de 1990 fue el norteamericano Beck. Con disco como Mellow Gold realizó combinaciones musicales novedosas, llegando a la vez a un gran público. Hace unos días publicaba Colors, su esperado nuevo álbum. Un buen pretexto para recordar sus inicios.
-Hola
-¿Qué tal, baby?
-Bien, ¿y tú?
-Oh, perfectamente. Estaba preparándome una sopa de pollo.
-¿Mientras hablas por teléfono?
-Soy ambidiestro. Me pongo melancólico cuando hago sopa.
Cuando entrevistas a un músico extranjero por teléfono ocurren estas cosas. Y cuando lo entrevistas en persona, también. No tengo ni idea de cómo resultará hablar con Beck en la actualidad. Hace dos décadas, cuando el mundo empezaba a descubrirlo, una charla con él solía ser algo sorprendente. En todos los aspectos. Lo que hacía con la música, la base de su fama, era algo a lo que entonces no estábamos acostumbrados. Nadie se atrevía a mezclar estilos aparentemente opuestos como él. Folk y hip hop. Blues y electrónica. Funk y ruido. Todo a la vez cuando no existía internet y la falta de fluidez en la información propiciaba que ciertos estilos musicales estuvieran compartimentados e incomunicados.
En 1994, Beck era un infiltrado en el universo del éxito. Nirvana nos habían acostumbrado a eso, pero lo de Beck era distinto simplemente porque su música ni siquiera era exclusivamente rock. Aquí, en esta conversación datada en 1998, con la que abrí el texto, me dijo que se estaba haciendo un caldo. Hubo otra anterior que fue presencial. La mantuvimos en el Hotel Convención de Madrid, un establecimiento en el que hoy costaría trabajo imaginarlo alojado. Allí estaba Beck, comiendo un bocadillo en un local cercano. Año 1995. Venía como telonero de Sonic Youth para tocar en La Riviera. Durante la entrevista dejó escapar uno de los eructos más percusivos de los que tengo memoria. Luego lo comenté con Mikel López Iturriaga, que por aquel entonces era compañero en El País de las Tentaciones. Se lo dije porque a él, en medio de una entrevista con Massive Attack, también le soltaron un regüeldo (él lo escribió así, regüeldo) sin venir a cuento. Hoy podemos decir que los eructos eran tendencia en la música alternativa de los noventa.
Beck era un tipo peculiar. Pasaba bastante de todo. Se hacía el despistado (incluso cuando rotaba) pero de tonto no tiene un pelo. Hablé con él por primera vez en 1994, cuando sacó el primer álbum, el que tenía Loser. Tenía ese perfil de chico alternativo americano, extravagante, aparentando estar ausente de su propio éxito. Su compañía de discos española estaba bajo presión. Era algo habitual entonces, sobre todo a partir del suceso de Nirvana. Un artista desconocido y alternativo triunfaba en una multinacional. La oficina de Londres o Los Ángeles llamaba a la filial española. Esto hay que moverlo, decían. Y la compañía española, que se desenvolvía en un contexto que no tenía nada que ver con Londres, Nueva York o Los Ángeles, hacía lo que podía. La prensa generalista aún no le había cedido espacio a la música pop alternativa. Los periodistas especializados éramos la opción. A nosotros recurrían en casos como el de aquel chico llamado Beck.
De aquella primera conversación telefónica apenas recuerdo algo salvo que se inventó sus datos biográficos y yo me lo tragué como un pardillo. Cuatro años más tarde, cuando lo de la sopa, hablábamos de Mutations, su tercer álbum para una multinacional, una obra que rompía con el estilo por el que hasta entonces se le conocía. “Es un disco muy tranquilo, más sosegado… –decía entonces-No sé, es muchas cosas y también no es otras muchas. Me gustaría que la gente descubriera por sí misma lo que es, aunque también aviso que no esperen ningún ritmo explosivo de hip hop. Es un disco que se centra más en la tradición del cantante compositor”. Resulta curioso reproducir todo esto porque me doy cuenta de que lo que hoy nos parece habitual y cotidiano, incluso previsible, hace veinte años era una cuestión digna de ser razonada. Y también porque ya entonces ofrecía la dimensión del artista que era Beck. ”Hasta hace unos meses no tenía ni idea de qué clase de disco quería hacer. Podría haberme ido a Nashville y grabar un álbum de country; o llamar a una orquesta y escribir arreglos enloquecidos, o hacer algo que sonara muy futurista, como si no fuera de este mundo”. Que es exactamente lo que ha ido haciendo después, discos de género y discos donde mezclaba géneros de la manera más instintiva.
En un momento de la conversación se quejó de que en Estados Unidos se le conocía por los singles de éxito. En Europa e Inglaterra, decía, era distinto. Se valoraban los álbumes. En su país podían conocer algunas de sus canciones e ignorar sus obras. Historias del siglo pasado. “Me niego a quedar atrapado en un rincón. No quiero convertirme únicamente en el chico que mezcla estilos diferentes en su música. Estoy aburrido. Me encanta hacer música como ésa, pero también me gusta hacerla como en Mutations, tranquila, sincera... La ambigüedad está muy bien. En esta ocasión, las influencias provienen de After the goldrush, de Neil Young; del Blue, de Joni Mitchell; del Village Green and the Preservation Act, de los Kinks. Y del primer disco del gran Antonio Carlos Jobim, no recuerdo cómo se llama pero es el que tiene ‘Girl from Ipanema’. Me gusta la música brasileña. Gal Costa, Jorge Ben, Caetano Veloso, Milton Nascimento.”
Cuando Beck hacía estas cosas, estaba abriendo caminos. Cuando empezó lo hizo fusionando estilos y creando algo nuevo. Cuando a continuación se puso de moda hacer eso, y se empezó, tal y como apuntaba él en la entrevista de ls sopa de pollo, a abusar de una idea, él perdió interés en lo que ya estaba amortizado y optó por otros caminos. Cuando los ritmos molaban, él se metió en una habitación y grabó canciones de sonido tradicional de la manera tradicional. Hay gente que se rompe los cuernos para resultar original o transgresora y se la ve venir. Hay gente que arriesga y luego otros que amortizan ese riesgo filtrándolo para ofrecer algo más suave y en absoluto arriesgado. Beck siempre fue un original, nunca una copia. Un pionero. Aunque en lo de eructar me temo que le llevaban ventaja Massive Attack.