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políticos al habla / OPINIÓN

Hace 18 años

20/11/2018 - 

20-11-2018. Un 21 de noviembre, miércoles, Ernest LLuch es asesinado a manos de ETA. Ernest llegó sobre las 21:00 de la noche a su casa. Aparcó el coche en el aparcamiento de su comunidad de vecinos, llegaba a casa de la universidad, se acercaron dos terroristas y le dispararon dos tiros en la cabeza. Lo asesinaron. El cadáver no lo descubrieron hasta dos horas más tarde.

Esa noche ETA, no sólo corto la flor de un jardín, esa noche ETA acabó con todo un bosque de vida. Un vergel de igualdad, de libertad, de democracia. Un vergel capaz, incluso, de defender la diversidad de nuestro país. Muy probablemente esa diversidad que sus asesinos desconocían que él quería defender y abonar. Pero no, la estupidez y la adrenalina de un movimiento tan romántico, como económico y político, disfrazado en un movimiento social y asesino le cortaba las alas a una de las personas que más entendían esa España diversa capaz de vivir y de convivir paz.

Han pasado sólo 18 años. Han pasado ya 18 años. Han pasado tantos años, que son tan pocos, si vemos los problemas de convivencia que siguen sin resolver en este país. Ahora no sólo parece que la estupidez y el fanatismo sea unilateral, más bien parece que esa estupidez, al igual que un virus conocido, tengamos que tratarlo con un antibiótico de amplio espectro para poder combatirlo. Pero como dice Amos Oz: “Mucho cuidado, el fanatismo es extremadamente pegajoso, más contagioso que cualquier virus. Se puede contraer fanatismo fácilmente, incluso al intentar vencerlo o combatirlo”.

Este verano leí Patria, de Fernando Aramburu, un libro que debería estar recomendado en los colegios de este país. Patria, es una historia de familias, de dolor, de ideas, de sentimientos y sobretodo, de reconciliación. Una reconciliación alrededor de una verdadera historia que huele a un País Vasco que ha sufrido en su interior la rabia del desencuentro social. La rabia de poder haberse ahorrado años y años de tanta sangre, de olor a muerte y de tanta batalla estéril.

Nadie mejor que Ernest representaba lo que, para algunos, en la socialdemocracia significa hoy, algo tan simple de definir como el "no ser indiferente". No ser indiferente a lo que los ciudadanos sienten, no ser indiferentes a lo que las personas necesitan. De ahí, probablemente naciera la concepción materializada de crear la universalidad de la sanidad en nuestro país.

Cuando estábamos pensando en el lema de la campaña del PSPV de 2015, "Lo vamos arreglar", no sólo pensábamos en una campaña. Queríamos pensar en un mensaje para todos los valencianos que no solo sirviera para cerrar una terrible etapa del PP en la Comunitat, de fiesta y corrupción. Pensamos, de manera amateur en 2015, "lo vamos arreglar", cuando queríamos enmarcar también el anhelo de Ernest LLuch, una lucha para construir un estado más federal, más de todos, un país sin dejar de renunciar a lo nuestro, ni a nadie a quien dejar en el arcén. Buscábamos una igualdad inclusiva y justa. Así seguimos hoy, luchando contra la indiferencia.

Ximo Puig junto a su mensaje de campaña: 'Lo vamos a arreglar'. Foto: EFE

Yo a Ernest lo he conocido esencialmente gracias a Ximo Puig. Y luego, he entendido más a Ximo, gracias a leer y entender más a Ernest. Ahora, solo puedo decir que cuando alguien quiere arrancar una flor de un jardín del espacio de la socialdemocracia puede creer que ha arrancado un bosque, o que miles de bosques han sido arrasados, pero lo que muy probablemente no alcancen a saber es que, realmente, estén sembrado todo un futuro de libertad y de igualdad. Así quiero pensarlo y en estos pensamientos son en los que me encuentro a gusto.

Ahora vivimos en un país que aprecia la paz. Aunque esto hoy pueda parecer una cursilada, es una bendición de lo que es capaz de conseguir la política. Sí, esa política casposa y vieja que para tanta gente no sirve para nada ya. Pues sí, sí que sirvió para conseguir que unos pocos dejaran las armas y para que todos los demás, los desarmados, pudiéramos vivir un espacio vital mejor y en paz.

Sólo hace 18 años de su vil asesinato. En Barcelona, por la noche, en su cochera, solo. Pero no lo consiguieron sus asesinos. Ernest duerme en miles de corazones de demócratas de este país. LLuch, fue uno de los grandes de nuestra democracia. Tomemos buena nota de todas las tonterías y estupideces que hacemos y decimos, no las volvamos a repetir. Ese sería el mejor homenaje a él y a todos los inocentes que murieron buscando una convivencia diversa y pacífica.

Alfred Boix es portavoz adjunto del PSPV en Les Corts 

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