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'Hamila' explora con marionetas la asunción del duelo infantil

Gabi Ochoa rompe con la infrarrepresentación de las minorías étnicas en la ficción

21/04/2021 - 

VALÈNCIA. Gabi Ochoa necesita retarse en cada proyecto. Tras décadas de experiencia como dramaturgo, guionista, director de cine y de teatro rehúye fórmulas para evitar repetirse y caer en lugares comunes. Ha asumido como propia la máxima de José Sanchis Sinisterra que invita a traicionarse a uno mismo. 

Este último año ha vivido tres primeras veces. En enero de 2020 asumió las riendas de la gestión del Teatre Escalante; en octubre codirigió con Pau Martínez una ficción sonora, Operación Eleftería, sobre la retirada en 1983 de la estatua ecuestre de Franco de la plaza del Ayuntamiento de València; y este pasado mes de marzo estrenó una obra de teatro infantil, que también suponía su debut en el teatro de objetos, Hamila.

La pieza, producida por su compañía La República del Lápiz y fruto de una residencia de Graners de Creació, se instala los días 24 y 25 en el Espacio Inestable y le ha supuesto no pocos quebraderos de cabeza, “porque a una marioneta no puedes darle una indicación como a un intérprete”.

Para sacar adelante el proyecto se ha apoyado en dos actores con experiencia en la manipulación de títeres, Elisa Matallín y Juanma Picazo

La obra es una historia imaginada sobre el duelo infantil ante la pérdida de los abuelos. La muerte de muchos ancianos en las residencias de la tercera edad durante la pandemia, en unas condiciones que hacían imposible la despedida, ha resignificado una idea que surgió años antes de la crisis sanitaria, cuando el hijo de Ochoa perdió a su bisabuela. 

“La COVID no estaba presente durante el proceso creativo, sino los lazos de unión con nuestros mayores. Los abuelos siempre marcan nuestra infancia y cuando fallecen, se convierten en recuerdos”, desarrolla el autor.

Lo personal se hace universal

El dramaturgo y director acostumbra a beber de experiencias propias para sus textos. Ya lo hizo en su anterior montaje, Rashid y Gabriel, sobre el miedo al otro, en concreto, los prejuicios hacia la comunidad magrebí. El padre de Gabi se crió en Ceuta y habla árabe, y su hijo se ha hecho amigo en la escuela de dos niños musulmanes. 

En Hamila vuelve a dar el protagonismo a un personaje árabe. La pieza acompaña a una niña argelina en su viaje emocional para aceptar la muerte de su abuela. 

La elección del origen del personaje no es algo forzado, como tampoco el de sus dos amigos de clase, una cría china y un niño valenciano parlante. 

La sociedad española es heterogénea, multicultural y plurilingüe, pero la ficción todavía se resiste a recoger esa evidencia y no sólo tiende a la infrarrepresentación, sino que cuando cede espacio a personajes inmigrantes acostumbra a caer en el estereotipo, con hincapié en el racismo, la exclusión, el terrorismo y la delincuencia. Ochoa, en cambio, naturaliza una realidad.

“Más allá de que sea musulmana, tiene los mismos problemas que el resto. No es un personaje estrafalario, sino normal, parte de la sociedad en la que vivimos. De hecho, se me hace extraño ver ficciones donde sólo hay personas caucásicas”, comparte este dramaturgo de apellido judío y ascendencia gitana, que en el pasado también reconoce haber caído en una mirada blanca y centroeuropea.

Teteras que son recuerdos

Ochoa se ha documentado profusamente para afrontar su primera obra de teatro para niños y niñas. Si para Rashid y Gabriel tuvo como referente la poesía subyacente en el trabajo poético de creadores como Wadji Moawad, Rabih Mroué y Tarell Alvin McCraney, para Hamila se ha mirado en el trabajo teatral de objetos de Xavi Bovés, Tian Gombau, Hermanos Oligor y El Patio Teatro.

Su libro de cabecera ha sido Detectives de objetos (La uÑa RoTa Ediciones, 2019) en el que la ensayista mexicana Shaday Larios, revela la historia oculta de tres ciudades a través de los elementos que nos rodean y condicionan nuestra cotidianidad. 

“Los objetos tienen una carga de pasado que adquiere una connotación muy interesante”, opina el director valenciano, que en su obra, se sirve de unas teteras árabes aparentemente triviales para llenarlas de sentido y simbolismo al vincularlas a los recuerdos de la niña en Argelia.

El teatro infantil venía llamando a Gabi Ochoa desde hace seis años. Augura que volverá a “meterse en otro jardín” y seguirá trabajando en este género, pero alejado del manierismo que acompaña a la reiteración y asumiendo un nuevo riesgo, ya sea estilístico o temático. Esta vez hace suya una máxima de la escritora y dramaturga canadiense Suzanne Lebeau, según la cual no hay temas tabú para el público joven. 

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