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Han Kang o la literatura y la vida

Foto: EFE/ALEJANDRO GARCÍA
17/11/2024 - 

Este artículo llega con retraso. Tenía que haberlo escrito el 1 de noviembre pasado y por razones obvias no tenía ni el ánimo, ni las ganas, ni el corazón para hablar de literatura de la buena. Con el desastre atroz en el que estábamos inmersos por la destrucción creada por la Dana sobre la provincia de Valencia, hablar de libros y de una autora extraordinaria parecía de una frivolidad irresponsable y cruel. Han pasado dos semanas y seguimos noqueados por el dolor, por las víctimas mortales, por los hogares devastados, por las industrias barridas, por la prosperidad, resultante del esfuerzo de muchos, pulverizada, por la letal incompetencia del Estado en sus diferentes manifestaciones y por los sueños y los corazones rotos.

Quizás por ello es el momento, más que nunca, de hablar de alguien que cuenta relatos para entender el mundo, para aproximarnos, para hacernos sentir el dolor de los otros que siempre es el nuestro. Y esa alquimia la consiguen los libros universales. Es curioso que muchas veces para llegar de forma certera a la condición humana en el sentido más amplio, la forma más genuina y auténtica se sitúa en lo más rabiosamente local. Los ejemplos son aplastantes. 

Desde El Quijote (en ese lugar de la Mancha anclado en los sueños del pasado), Shakespeare (y su Inglaterra Isabelina), Balzac (y las aspiraciones burguesas posteriores al desgarro de la revolución francesa), García Lorca (y su Andalucía luminosa, profundamente bella y dramática) o García Márquez (y su Caribe envolvente, violento y voluptuoso). Y así llegamos a Han Kang a esta escritora joven (sí, haber nacido en 1970 para la literatura y más aún para alcanzar el Nobel es algo atípico y perturbador), asiática (sorprendentemente hay muy pocos nóbeles asiáticos y alguno vive entre París y su montaña del alma) y de una escritura intensa y esencial. Y esto es porque, en el fondo, Han Kang escribe poesía con forma de novela. La poesía es la más alta y refinada expresión de la literatura y en la obra de Han Kang está siempre presente, agazapada.

Han Kang no estaba entre las favoritas de las listas que se hacen para el otorgamiento del Nobel. Por lo que el premio ha sido una sorpresa para muchos. No obstante sí que era alguien con muchos seguidores incondicionales y exclusivos. Han Kang no es el ciudadano de Tanzania Abdulrazak Gurnah que me temo que no conocía nadie, y siguen sin conocerlo, cuando se le dio el Nobel en 2021. Han Kang ganó el Booker International en 2016 por su éxito La vegetariana, de la que hablaremos más adelante. La editorial Rata que tiene olfato por los talentos literarios lo publicó en España con un éxito moderado. Ahora, por arte de magia del Nobel, los derechos han sido comprados por la todopoderosa Ramdom House por lo que entiendo que todos están felices: la editorial Rata, por haberla descubierto y haber apostado por ella, Ramdom House que la hará llegar al gran público y la propia Han Kang por lo que significa ser parte de esa gran factoría de la literatura global.

Algunas voces críticas apuntan que Han Kang es resultado de sus circunstancias y que el premio es más un tema social muy próximo al marketing ideológico más que un fenómeno esencialmente literario. Así este año 2024 tocaba dárselo a una persona asiática, mujer y además joven. Es posible que estas apreciaciones sean ciertas pero eso no quita que la obra de Han Kang se sostenga por los pies por su rotundidad, por su sutileza, por su ambición, por su coraje irrefutable. Es cierto que por su juventud su producción no es extensa pero su evolución está resultando muy alentadora. Además, si bien es la mujer más joven que ha recibido el galardón sueco, otros autores jóvenes y monumentales lo consiguieron. En efecto el extraordinario, exuberante y colonial Rudyard Kipling lo recibió a sus 41 años (aunque luego no volvió a escribir nada interesante) y el mitológico Camus a las 44 años (si bien se murió poco después en un accidente de circulación por lo que su profunda obra se quedó congelada para siempre).

Han Kang es, por el momento, la escritora de una obra maestra, La vegetariana, publicada en 2007. Muchos críticos afirman que sólo por esa novela era meritoria del máximo galardón de las letras. Como Juan Rulfo lo habría sido por el enorme Pedro Páramo.  Actos humanos, una novela posterior narra la criminal represión en 1980 en la ciudad de Kwangju de miles de estudiantes que salieron a protestar contra el régimen militar autoritario de Chun Doo-hwan. Se trata de un acontecimiento histórico, de una tragedia que le tocaba muy de cerca en su biografía ya que ella vivía en Kwangju y vivió de cerca la situación con familiares y amigos afectados. Es un relato duro y seco pero es tributario de otras obras cercanas en la temática aunque no en el tiempo como el Germinal de Emile Zola. Son obras de protesta social poderosas y contundentes. Pero no son disruptivas. Sin embargo, La vegetariana brilla por si sola. Es más innovadora, poética y subversiva. 

No es solo la historia de una persona que decide dejar de comer carne, que lo es. Es la historia de una rebelión contra todo un sistema cuando la protagonista lo que pretende muy legítimamente es cambiar de vida. La ingestión de carne no solo es un símbolo de una cultura rígida, jerárquica y anticuada si no que el dejar de comerla representa la más furibunda rebelión humana contra lo establecido. Una rebeldía emancipadora contra una forma de vida probablemente desquiciada e insana. Sin duda es una gran obra, impresiona. Pero además con ese cambio de vida, la protagonista se encomienda a la belleza, al placer (sí, al sexo), a la naturaleza, a la vida. Hay algo muy positivo en ese punto. Reconoce sus inclinaciones y deseos, los venera y se compromete con ellos. 

Se convierte en una mujer árbol llena de transcendencia en sí misma y en la forma de relacionarse con los demás. Estas son unas pocas razones y a vuela pluma que hacen a La vegetariana una obra extraordinaria. También me parece especialmente apreciable La clase de griego por constituir sobre todo un indisimulado homenaje a nuestro admirado Borges. Como menciona Han Kang en una entrevista publicada en El País, Borges la inspira por su poesía y su misterio. Su personaje principal ha perdido el habla por lo que está aislada y resiste. Borges perdió la vista pero afirmó igualmente que esa pérdida equivale “a que la noche del verano se acerque cada vez más”. En la novela, de un emotividad infrecuente, dos personas aisladas se encuentran y se tienen el uno al otro. Ilustra la parte más tierna, más blanda, más suave de las personas. Creo que Han Kang va a darnos grandes tardes de lectura y emoción.

Finalmente, el éxito de Han Kang es también el de la cultura coreana que no se apaga. Ya hemos hecho referencia en esta columna a la ola cultural coreana que se encuentra en pleno esplendor. Es el resultado de una simbiosis equilibrada entre la empresa privada y la acción cultural decidida del Gobierno de Corea del Sur que desde siempre ha tenido muy claro el poder de la cultura. Por esa razón han promocionado más que activamente todo tipo de manifestación cultural con las mínimas injerencias, respetando la libertad de los artistas y con el convencimiento de que una cultura poderosa redunda en el interés y en definitiva, en el bien del país. Solo de esta forma se ha podido conseguir un resultado tan exitoso.

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