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UNA VERDAD INCÓMODA   / OPINIÓN

¡Hasta aquí hemos llegado, Pablo!

12/03/2021 - 

Esas fueron las palabras exactas que le dedicó Pablo Casado a Santiago Abascal en la moción de censura promovida por Vox al infame gobierno de Sánchez e Iglesias el pasado mes de octubre. Pero bien podría ser el mensaje que el pasado miércoles Inés Arrimadas lanzó al Partido Popular en el Ayuntamiento y la Asamblea de Murcia y, de no ser por la rapidez de Ayuso, también en la Asamblea de Madrid. Casado se equivocó de enemigo en aquella fatídica tarde de octubre e Inés ha hecho lo propio, entregando una de las principales regiones en manos del centro derecha al Partido Socialista. Ciudadanos se ha lanzado a los brazos de la izquierda como última tabla de salvación tras la debacle de las catalanas. Habrán pensado que es la única salida que tienen. Pero se equivocan. Ya perdieron su oportunidad salvaguardar su credibilidad cuando se negaron a pactar el gobierno con Sánchez, pudiendo evitar así la toma del poder por los podemitas. Solo les queda el ostracismo político. Y serán los españoles, hartos de traiciones, quienes se lo den.

Sin embargo, el gran perjudicado de esta inmolación de Ciudadanos es Pablo Casado. Está solo. Ayuso dinamitó antes de ayer toda esperanza del PP -de su cúpula, no de sus bases- de no necesitar a Vox para gobernar. Ahora tendremos a Rocío Monasterio de vicepresidenta de la Comunidad de Madrid vigilando los desmanes progres de los desterrados de Génova 13. No hay salida para ellos. Tendrán que pasar necesariamente por el aro si quieren mantener el segundo gobierno más importante en España después del nacional. Y Cataluña, con o sin puente aéreo, no está tan lejos de Madrid. Si a los de Abascal se nos votó en pueblos tradicionalmente independentistas y socialistas de provincias como Lérida y Gerona, ¡qué no ocurrirá en el históricamente denominado cinturón rojo de Madrid!. De hecho, ya hay voces en el PP de la Comunidad de Madrid que esperan y desean que Casado tenga una participación residual en la campaña electoral. Si fue capaz de hundir a un buen candidato como Alejandro Fernández en Cataluña que no logró recuperar ni un mísero escaño de los treinta que perdió Ciudadanos, este líder tibio es capaz de gafar también a la única política del partido que planta cara a la pandemia del comunismo expandida desde Moncloa. ¿Qué campaña va a hacer en Madrid después de decir en Cataluña que su máximo deseo era que volviesen las empresas catalanas exiliadas en la capital del Reino? ¿Dirá ahora que todo era una broma para intentar caer bien a los golpistas radioyentes de Rac1? 

Ayuso pilló a Casado a contrapié. Tras más de dos horas reaccionó en Twitter para intentar hacer ver que el adelanto electoral era una jugada exclusivamente suya. Dos horas -hoy en política una eternidad- que evidenciaron que nada era como se esperaba. La absorción de Ciudadanos estaba planificada como un proceso ordenado y todo saltó por los aires. Inés Arrimadas ha robado cualquier atisbo de liberalismo y de proyecto nacional inherentes a la formación que nació en Cataluña como una auténtica resistencia de la sociedad civil frente al separatismo y el socialismo. Ya nada queda. Solo cenizas. 

Vox ha demostrado ser la alternativa fiable de los españoles cansados y, en Madrid, pasaremos. Tras la moción de censura y el vergonzoso ataque personal de Casado a Santiago Abascal, no se tambaleó ni uno solo de los gobiernos autonómicos ni municipales que se invistieron con nuestro apoyo. Y ello a pesar de no formar parte VOX de los mismos. Y Ciudadanos, el gran adalid de un centro inútil, el compañero de farras favorito del tibio PP, les ha dado la patada. ¿Y ahora, qué? Ahora Casado tendrá que ver como se hace realidad aquello que le quita el sueño noche tras noche: Vox entrará con fuerza como primera o segunda fuerza en el gobierno de Madrid. Y como en Vox tenemos la “mala” costumbre que cumplir lo que prometemos, se pondrá en evidencia el abandono sistemático de la batalla de las ideas frente a la izquierda iniciado con la destitución de Cayetana Álvarez de Toledo como Portavoz en el Congreso.

Los españoles afrontaremos otras elecciones autonómicas con la vista puesta en el premio gordo: la Moncloa. Desconocemos si Sánchez emulará en Madrid el “d-efecto Illa” y veremos cómo envía a uno de sus ministros a salvar al PSOE o si repetirá como candidato Gabilondo. Lo que sí sabemos todos es que Pedro, enfrentado a diario con Pablo (el de la coleta), valorará el 5 de mayo si le merece la pena romper el Gobierno y abocarnos a los 47 millones de votos a las urnas. Esperemos que sí. Los españoles no nos merecemos tener ni un minuto más a esta infame coalición de traidores. A los que se ha sumado Ciudadanos. Hasta aquí hemos llegado.

Esta es una verdad incómoda, pero alguien tenía que decirlo.

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