A mi colega y paisano Hughes
Hubo fumata blanca cuando habíamos perdido la esperanza. Las personas de bien han encontrado a su héroe para defenderse de un Gobierno aterrador. Ramón Tamames rinde así su último servicio al país.
Perdemos la memoria, ese látigo en la conciencia, y nos habíamos olvidado de la segunda moción de censura de la derecha hiperbólica. Pero parece que va en serio después de largas conversaciones entre el elegido para encabezarla, don Ramón Tamames, y el partido de Santi el Asirio. Convengamos en que todo este proceso azaroso ha tenido un aire de sainete y de folclore, dos tradiciones muy españolas.
Yo me alegro de que el señor Tamames, a sus 89 años, con un pie en el estribo, haya dado el paso de encabezar una moción contra un Gobierno para el que se nos han agotado los adjetivos negativos, antes de pasar a palabras más gruesas. Su aceptación es un acto de dignidad, coraje y patriotismo. Tamames dirá las verdades que otros callan por interés, básicamente porque están a sueldo de los perros del poder.
Conocí a don Ramón siendo redactor económico del diario El Mundo. Sería 2009 o 2010. Una tarde lo entrevisté antes de que impartiese una conferencia en València. No recuerdo si ya se había teñido el pelo de rubio; los ojos los seguía teniendo de un azul pálido. De lo que sí me acuerdo es de una de sus propuestas para relanzar la economía: el abaratamiento feroz del despido. El antiguo comunista se había transformado en un furibundo liberal que convertía a Milton Friedman en un peligroso intervencionista.
Creo que titulé la entrevista con lo del despido barato. Triunfé. Luego le perdí la pista unos años, hasta que supe que escribía sobre la historia de España, asignatura olvidada en los planes de estudio del Ministerio de Educación y Descanso (sobre todo de descanso para las niñas y los niños mimados por la maestra doña Pilar).
Estos días vemos cómo los medios del Régimen, públicos y privados, con el auxilio interesado de las emisoras de radio y diarios conservadores, ridiculizan la moción de censura encabezada por el autor de Estructura económica de España. Le van a decir de todo: lo primero fascista, por supuesto, y después anciano, payaso, matusalén, cascarrabias, gagá, jubilata, vanidoso, majara, ¡adónde vas, viejales! Cosas así. Y El Jueves lo sacará en portada limpiándose las babas con la bandera nacional (la misma que es ultrajada por una diputada independentista, de formidable rostro equino, que ha cobrado 700.000 euros de los españoles a los que desprecia).
Don Ramón Tamames es uno de los cincuenta justos que España necesita para que Dios no la arrase como hizo con Sodoma y Gomorra. Dudamos de que en un país de 47 millones de habitantes alcancemos esa cifra. Si es así, si todos estamos condenados, unos por acción y otros por omisión, sólo le pedimos al Altísimo que ardan primero en el infierno las autoras de la ley criminal contra la infancia.
“Don Ramón ha sido un valiente. El pueblo español ha encontrado en este viejo culto y marchoso al héroe que necesitaba”
Decíamos que don Ramón ha tenido la valentía de la que otros carecen. El pueblo, en momentos convulsos como el presente, necesita héroes, y lo ha encontrado en este viejo marchoso y culto. Si fuese nuestro padre, no le quitaríamos semejante idea de la cabeza, como le ha aconsejado el discreto don Alberto. Le animaríamos a darse una de las últimas alegrías de su vida.
Porque nosotros —en particular un servidor— respetamos a los ancianos, a los viejos, a los mayores, elegid la palabra que más os guste, frente a la juventud iletrada y canalla que okupa el corazón del Estado. Porque si somos lo que somos, si este país que languidece fue admirable hace no tantos años, se lo debemos a esta generación que se retira de la vida sin reclamar honores ni agradecimientos.
Como todo anciano, el señor Tamames añora el esplendor de su juventud. Se transformará en el nuevo David que el pueblo español necesita para tumbar a Goliat, jefe de un Gobierno inspirado por el príncipe de las tinieblas. La izquierda y la derecha finolis coincidirán de nuevo: dirán que no salen los números y que la moción de censura fracasará. Vuelven a mentir. ¿No contribuyó a la caída de Suárez la moción presentada por Felipe González en 1980? Se perdió en el Congreso, se ganó en la calle.
Como en el Antiguo Testamento, David Tamames, valiéndose de una piedra lanzada con una onda, acertará en la cabeza de Goliat (Dorian Gray para mis lectores). El gigante caerá desplomado antes o después. Esa piedra, transformada en millones de votos, lo herirá de muerte en mayo para acabar derrotándolo en diciembre.
Cuando todo haya pasado, todo quede muy lejos, y un día nos despertemos leyendo la esquela de don Ramón Tamames en el ABC, recordaremos el gran servicio que prestó a su patria (¡uy, ha dicho patria!) en unos tiempos reñidos con la fe en el porvenir.