Actúan este viernes en el dELUXE Pop de Valencia
VALENCIA. Un país cuya autopsia más precisa se debate entre las disecciones de José Ortega y Gasset y Mariano José de Larra es un país con un potencial asombroso en su decadencia; a pesar de que esto signifique contradecir al primero, porque “para decaer hay que caer desde algún sitio, y España no ha llegado a cúspide ninguna”. Ambos autores esculpieron en el pasado una España que se proyecta, sobre todo en sus vicios y en sus españoles, de forma cíclica e imparable en el futuro. La España que utiliza ese extraordinario potencial para hacer el ridículo con precisión la mayor parte del tiempo.
La España de Larra y Ortega y Gasset es también, en efecto, la España de Hinds. O las Hinds. Así lo ilustra la polémica alrededor de uno de esos (pocos) grupos españoles que consigue romper los complejos de un país cuya constante más notoria es la incapacidad de su jefe de gobierno para hablar inglés. Favoritas de Pitchfork o del batería de los Black Keys, con giras internacionales y presencia en festivales como Glastonbury: y sin haber editado su primer disco, que verá la luz el mes que viene. Ese debut será observado con el detalle español que destacaba Larra, ampliado por los foros y las redes sociales: “en este triste país, si a un zapatero se le antoja hacer una botella y le sale mal, después ya no le dejan hacer zapatos”.
“Responder en términos absolutos me parece muy español, eso de estás a favor de mí o en contra de mí”. Así lo presenta el periodista Carlos Pérez de Ziriza (El País, Efe Eme, MondoSonoro), que sin embargo sí reconoce estar “a favor de la frescura, la espontaneidad y las ganas de comerse el mundo, pero también a favor del aprendizaje continuo”. Sobre el ojo del huracán y el enconado debate en torno al negacionismo Hinds y/o la asimilación de la realidad se manifiesta con bastante clarividencia: “son un blanco fácil: mujeres, jóvenes, con buena imagen y con poca experiencia”.
“Me parece fantástico que todo esto lo estén haciendo cuatro mujeres y que además sean tan jóvenes”. Rafa Cervera (Ruta 66, El País, Valencia Plaza) se posiciona: “suenan primitivas, salvajes, como muchas cosas anteriores a ellas que me gustan mucho”. El periodista valenciano recuerda que “los mejores halagos les vienen de músicos anglosajones como Primal Scream o Black Lips” y añade: “el rock & roll lo inventaron los norteamericanos y la música pop, los ingleses. Si a ellos les gusta lo que hacen Hinds, por algo será”.
El debate enciende los ánimos, a favor y en contra, y es especialmente encarnizado entre compañeros de escenario. “Intuyo que tienen envidia de su situación”, comenta Pérez de Ziriza sobre quienes exceden los límites recomendables de la opinion y cruzan la frontera de la mofa. El clásico de Borges: “los españoles siempre están pensando en la envidia, para decir que algo es bueno dicen "es envidiable". Y Rafa Cervera, que matiza que la polémica sólo existe en España, coincide: “esa cosa tan española de cargarse algo porque sí, por envidia, por recelo, porque aquí todo el mundo entiende un huevo de cualquier tema: España está llena de entendidos en música pop que sientan cátedra”. “Es como el tiro al blanco pero sin ir a la feria, escondidito en casa, desde el ordenador”, concluye Cervera.
Dos sospechas planean en círculo, como un par de buitres sobre turistas perdidos en Death Valley, cada vez que se (re)abre el interminable debate sobre las Hinds. La primera de ellas, la de la “pericia instrumental” a la que se refiere Pérez de Ziriza es quizá la más esgrimida por parte del gremio musical. “¿Son The Pastels unos virtuosos? Diría que no”, recuerda el periodista, que continúa: “hay decenas de bandas de garage rock en este país que no aportan absolutamente nada al género que practican, pero son masculinas, y parece que eso les da derecho de pernada para que se les tolere su ramplonería y su absoluta falta de originalidad”.
Cervera tiene claro que “cada cual es muy libre de decidir si un artista o un grupo no le gusta porque técnicamente es limitado”, a pesar de que a él siempre le gustaron “grupos técnicamente limitados”, y cita a Velvet Underground, Patti Smith o los primeros Stones. “El punk acabó de una vez por todas con ese dogma de que había que sonar bien para hacer rock&roll; pero, por favor, no seamos reaccionarios con este tema: en su origen, el rock & roll es algo salvaje, rudimentario y primitivo, yo quiero que me haga vibrar”.
La segunda sospecha, la de la orquestada campaña mediática a su favor, patina ciertamente en un universo sobreestimulado en el que el contenido ya es tan relevante como la forma en la que se hace público. “En el propio festival para el que trabaja Joan Vich (management de Hinds) actúan bandas que simplemente están ahí porque gustan a los gestores del festival, no porque sean amigos de la organización”, explica Pérez de Ziriza, que no ve nada “reprobable” en que Vich "mueva sus hilos para que Hinds tengan presencia en medios foráneos”. “Gustar fuera no es un pecado, al contrario, es algo muy deseable”, remata Rafa Cervera.
“Estamos en un polisistema que se retroalimenta (bandas, festivales, periodismo, management…). Es habitual que lo que apoyen los medios se convierta en deseable”. De esta manera lo explica Carolina Otero, líder de Carolina Otero & The Someone Elses y Lülla, que defiende que “el concepto de triunfar o fracasar es distinto para cada uno”, si bien “los aciertos de los managers logran hacer entrar a sus artistas en las listas de ventas” y “cualquier persona pública genera filias y fobias, a escala”.
“Imagino que algo de eso habrá para poder justificar su presencia en importantes festivales internacionales”. Víctor Ballester, cantante de los castellonenses deBigote, razona sobre el poder del management en Hinds, y acto seguido se pregunta: “¿qué problema hay?”. “Miles de bandas reciben más atención mediática que otras por variables bastante cuestionables, no me parece un caso excepcional y creo que la atención la ha generado más el debate en las redes sociales que otras razones más comerciales”, señala el cantante, que reconoce que, de tratarse de una estrategia, “sería muy buena”. Ballester cree que el debate se “polariza” con tanta facilidad porque “es muy guay ponerlas a caldo, pero también hacer de abogado del diablo y defenderlas a ultranza. Las medias tintas no generan comentarios ni alteran la testosterona”.
El líde de deBigote, que compartió el año pasado cartel con Hinds en el FIB, no duda al reconocer que en la cuestiónn “hay machismo, siendo o no consciente de ello”, y rescata un par de memorias. “Sólo recuerdo dos ejemplos de estar viendo conciertos y que alguien a mi lado hiciera el comentario de lo mal que tocaban su instrumento: uno fue un concierto de Hinds, y el otro (casualidades del patriarcado, o no) fue el de Nosoträsh en el FIB”. Ballester enlaza sin querer con otro recuerdo de Carlos Pérez de Ziriza. “El caso más parecido es el de Nosoträsh”, comenta el periodista, “ganaron el concurso de maquetas de Rockdelux en 1995, en una edición cuyo premio estuvo a punto de quedar desierto”; entonces eran “manifiestamente incompetentes manejando sus instrumentos”, recuerda Pérez de Ziriza, “pero con el tiempo aprendieron, no sólo a tocar mejor, sino a componer buenas canciones: hasta sus detractores más acérrimos tuvieron que reconocer que Popemas (2002) era un disco relevante”.
“Si Hinds fueran cuatro tíos, ni la furia sería tanta, ni les encontrarían tantos defectos”, asegura Rafa Cervera: “siguen existiendo esos prejuicios arcaicos que por desgracia viven con nosotros y nos parecen hasta bien, cuando son una mierda retrógrada que forma parte de un problema gravísimo, perpetuado por este tipo de actitudes”. “Decir que las Hinds hacen música de mujeres es una de las mayores aberraciones que he escuchado nunca”, apunta Ballester, que concluye: “todas estas afirmaciones no son más que construcciones de género interesadas y que obedecen a lo de siempre”. Sin embargo, Carolina Otero considera que “la música es música” y no cree en la injerencia machista en la cuestión Hinds.
Sobre la insostenible crítica gremial, Ballester mantiene que “la mirada de muchos músicos hacia la industria (y hacia las bandas concretamente) está cargada de munición peligrosa”. Y, mientras Carolina Otero se reconoce “confundida con lo que quieren los medios consolidados” y pone el ejemplo de Adele en emisoras de radio de toda índole, el cantante de deBigote ofrece una premisa irrefutable: “en el underground no hay sitio para todos y se pasa mucha hambre, y tener hambre siempre ha generado muy mala leche”. “Si la crítica es enconada y viene de un músico, cuanto más enconada sea la crítica, seguramente más irrelevante será su música”, explica Rafa Cervera, “es una ecuación que rara vez falla”.