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Holly Golightly, la reina del sixties garage rock que nació en el año, lugar y color de piel “equivocado”

13/04/2023 - 

VALÈNCIA. Aunque compartan el mismo nombre, no podrían ser más diferentes. Holly Golighty, la inolvidable protagonista de Desayuno con Diamantes, era una chica de pueblo que había huido a una gran ciudad para reconvertirse en una sofisticada buscavidas. A la Holly Golightly que nos visita esta semana, la cantautora británica, no le fueron nunca las fiestas, el glamour, ni las joyas. Siguió, de hecho, el camino inverso al personaje de Capote: cambió el trajín de su Londres natal por los paisajes rurales del estado norteamericano de Georgia. Allí, en esa tranquila granja en la que vive desde hace más de una década, ella y el músico Lawyer Dave han grabado nueve álbumes bajo el nombre Holly Golightly & The Brokeoffs. Música de raíces americanas de sonido destartalado y crudo con muchas ollas, sartenes, banjos y percusiones con el pie. 

Este proyecto paralelo ralentizó durante algún tiempo la carrera en solitario de Golightly, retomada finalmente en 2018 con Do the Get Along (2018). La presentación de este disco la trae ahora a España, esta vez respaldada por una banda de viejos conocidos: el ex-Thee Headcoate Bruce Brand (batería), el bajista Matt Radford y el guitarrista Bradley Burgess. Además, la gira recalará por primera vez en la Comunitat Valenciana: actuará en Las Cigarreras (Alicante) el viernes 14 de abril, y en La Pérgola de València el sábado 15 de abril, un día antes del concierto de Robyn Hitchcock en El Loco. 

A pesar de su extensísima discografía, compuesta por casi treinta álbumes, así como multitud de singles y colaboraciones para otros artistas (The White Stripes, Mudhoney, Rocket From the Crypt), Holly Golightly se las ha apañado siempre para vivir como una auténtica artista independiente: alejada del foco mediático, trabajando con sellos pequeños pero confiables -Sympathy for the Record Industry, Damage Goods-, componiendo sin parar y girando de vez en cuando (pero sin pasarse). Ni su sonada colaboración con Jack y Meg White en la canción “It’s true that We Love One Another”, incluida en el LP Elephant, ni la inclusión del tema “Tell Me Now So I Know” en la banda sonora de la película de Jim Jarmusch Flores Rotas motivó a Golightly a salir de la burbuja semi-underground en la que se siente cómoda.

Holly con The White Stripes en “Well It's True That We Love One Another”

Golighty comenzó su carrera musical como miembro fundador de la banda de garage rock Thee Headcoatees, cuarteto de chicas hermanado con los Thee Headcoates de Billy Childish, sin duda la figura más prominente y prolífica del revival del garage rock británico -con la que por cierto Holly grabó un interesante disco de duetos, In Blood, en 1999-. En 1995, cuatro años después de crear el grupo, Golightly publicó su primer disco en solitario, The Good Things, con el que empezó a despuntar ya no solo como intérprete sino como cantautora. 

Si las Headcoatees tenían muchas fuertes reminiscencias al sonido de las 60s girl groups, para esta nueva aventura Golightly se acercó más al rock and roll primitivo, el folk rock y el blues eléctrico. Siempre se mantuvo ajena a los movimientos tectónicos del grunge o el britpop de los noventa. De hecho, en aquellos años llamó a su puerta John Reis, otro disidente de la modernidad. El líder de Rocket from The Crypt le propuso cantar “Eye on You”, la primera de las colaboraciones que realizaría para esta gran banda de homenaje al rock and roll de los cincuenta. 

Filias, fobias y versiones

Cualquier acercamiento al indie rock en la carrera de Golightly ha estado siempre tamizado previamente por la aspereza y la rusticidad de los sonidos añejos. Ella se ha definido en muchas ocasiones como una persona casera, que disfruta pasando las horas con su guitarra y su equipo de grabación. Un equipo que imaginamos bastante básico, porque la palabra “sobreproducción” no entra en el vocabulario de esta artista, que lleva enzarzada desde hace más de tres décadas en la tarea de mantener la llama de los sonidos del gospel, el blues, el country y el rock and roll de primera ola. La británica nunca ha tenido reparos en reconocer que su interés por la producción musical se detiene prácticamente a mitad de los años sesenta: “No sé nada de la música actual. No es que escape de ella, es que la ignoro (...) Es una decisión consciente”, comentaba en 2003 en una entrevista a un medio musical británico. 

Otra de las señas de identidad de Golightly han sido las versiones, a las que aporta su particular carisma de chica de apariencia inocente, pero actitud bastante punk. Ha grabado muchísimas a lo largo de los años (Willie Dixon, Ike Turner, Lee Hazelwood, Bill Withers…), normalmente intercaladas entre sus propias canciones. Aunque no sabemos las versiones con las que nos deleitará en sus próximos conciertos en España, podemos pensar que quizás caiga en el set list alguna de las incluidas en su último disco: “Love (Can´t You Hear Me)”, compuesta originalmente por el dúo de R&B de los sesenta The Knight Bros, y “Satan is Her Name”, de Steve King & The Echelons.

Golightly es una cantante muy expresiva y dotada de una voz nasal muy reconocible. Las armonías son su punto fuerte, quizás porque desde adolescente practicó mucho el arte de cantar coros (así como el de bailar muy bien como una mod). Durante un periodo se apuntó a un coro de gospel como método de aprendizaje. Lo que ocurre, como ella misma ha indicado en diversas ocasiones con humor, es que su devoción por la música espiritual negra y el soul de los sesenta entra en contradicción con las características de su propia voz. “Soy consciente de que cuando hago determinadas versiones sueno a lo que soy, una cantante británica blanca. ¡Creo que nací en el año, el lugar y el color de piel equivocado!”, apuntaba en la misma entrevista reseñada previamente. En lugar de impostar un timbre y una modulación que no le corresponde -como comprobamos en los espantosos concursos de talento televisivos-, Golightly fue lo suficientemente inteligente como para rendir tributo a sus héroes sin caer en el “efecto karaoke”. En su caso, resulta mucho más auténtico aproximarse al soul desde el country blues, que deshacerse en gorgoritos y acrobacias. Quien apuesta por la naturalidad, gana.

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