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EL CALLEJERO

El hombre que se enamoró de Madelman

Foto: KIKE TABERNER
23/10/2022 - 

José Martínez parece un personaje de cómic. Tiene una cabeza cuadradita, los ojos diminutos y achinados, y una barba estrecha y sin bigote que nace en las patillas y le recorre la mandíbula. José aparece en la Escuela Superior Técnica de Ingeniería del Diseño de la Universidad Politécnica de Valencia con uno de esos patinetes que han colonizado la ciudad y que muchos, al llegar al destino, no saben muy bien qué hacer con él y lo llevan al lado como al que le ha tocado irse con el niño al trabajo. A su lado, con el rostro serio, está un catedrático que custodia las llaves de las vitrinas que han acogido la colección de Madelman que, tras la cesión de José, ha pasado a engordar el museo del juguete que están montando en este edificio consagrado al diseño.

Este valenciano que se crio en la calle Caravaca atesora una notable colección de estas figuras españolas -a pesar del nombre- que le fascinaron de niño y de adulto, y que le han empujado, incluso, a escribir un par de libros sobre este muñeco con el que jugaron los niños de la EGB. A través del cristal, en una sala donde los jóvenes estudian y hacen sus trabajos en silencio, se pueden ver los distintos modelos: un soldado, un minero, un esquimal y hasta una chica madelman (?) vestida de astronauta. "Esta es muy importante porque demuestra que no era un juguete sexista", exclaman, casi al unísono, el catedrático y el coleccionista. Del póster con la evolución del Madelman que hay al lado, donde se incluye un negro ataviado con un sombrero moruno, no dicen nada.

El coleccionista niega ser un personaje de cómic pero, en cambio, se explaya en la explicación de que él siente que sigue teniendo un niño encerrado dentro del cuerpo de un adulto de 55 años. "Me dedico a esto por una obsesión por la figura, que te acompaña durante la infancia. De repente, un día, te das cuenta de que la vueles a ver en un mercadillo y entonces la empiezas a conocer de verdad. Siempre he llevado a un niño dentro y siempre he tenido ganas de conocer lo que era la figura de Madelman. En 2009 empecé a coleccionar y a coger piezas. Mucha gente me regaló cosas porque quería que siguiera con ese proyecto".

Pero internet es también un mercado negro donde el objeto más insignificante puede volverse carísimo si alguien olfatea su singularidad. Eso es lo que pasó cuando alguien metió en eBay uno de los muñecos más célebres, el astronauta que se hizo con motivo de '2001: Odisea en el Espacio', la exitosa película de 1968 dirigida por Stanley Kubrik. "La gente empezó a especular y el precio del famoso Madelman 2001 superó los tres mil euros, una burrada. La gente se aprovecha. Ese fue de los primeros que hicieron con los ojos pintados. La caja la hicieron con imágenes de la película. A partir de ahí, Popular de Juguetes, que es una empresa valenciana, lanzó la figura de los Madelman en 2003. Salieron a la calle en 2004 y entonces yo veo que puedo hacer la colección completa", recuerda.

La primera etapa: 1968-1975

Está todo catalogado. Desde el primer hasta el último Madelman. Y José se los sabe de memoria, claro. "Hay veintiséis cajas individuales de la primera etapa, trece equipos básicos, cinco superequipos, catorce cajas amarillas y cinco de complementos". Este hombre enamorado de los Madelman se ha centrado en la primera etapa, la que siente más afín para alguien de 55 años. Ese primer periodo discurre entre 1968, el año de nacimiento del juguete, y 1975. Al año siguiente, en 1976, la empresa Madel (viene de Manufacturas Delgado) sacó al mercado una figura retocada, modernizada y con más detalle: con pies y cabeza articulados. "Pero esa segunda etapa a mí ya me pilló más mayor y no te impresiona tanto porque ahí, en realidad, lo que buscas ya son chicas a escala 1:1 y te olvidas de los Madelman...".

Los alumnos de Diseño miran con extrañeza a ese hombre al que retrata con insistencia un fotógrafo. Los estudiantes, que cada día atraviesan el hall donde hay plantado un motor de avión colosal, hacen un escorzo para verle la cara a José y, en cuanto ven que no les suena, que no sale en la tele, pierden el interés de inmediato. La idealización de la televisión y la fama.

El conocimiento de José Martínez ha ido aumentando gracias a los expertos que ha ido encontrándose por el camino. Uno de los puntales es un vasco, Jon Díez de Ulzurrun, que tiene Madelman para aburrir y que escribió un tocho de más de cuatrocientas páginas y dos kilos de peso que está considerado algo así como la biblia del asunto. Él le consiguió al valenciano los PDF con los diseños de las cajas y eso, y un poco de paciencia, permitió a este nuevo coleccionista poder ir manufacturando cajas que parecen originales.

Casi como aquellas que caían en las manos de José Martínez cuando era niño. Aunque aquel chaval tenía otras aficiones y cuando sus abuelos le daban un dinerillo salía disparado hacia la calle del Mar para comprarse una maqueta en Modelismo Lara, uno de los templos en València para los que se engancharon a esta afición. Pero había tiempo para todo y también se entretuvo con los muñecos desde el día que entró en su casa "una caja con el superequipo de los polares, de los que se dedicaban a la investigación polar". Luego llegó un hombre-rana. "Era un buzo que fue un poco fracaso: lo metías en el bidé y el traje se desintegraba porque tenía una bacteria que lo hacía polvo". El tercer habitante de esta pequeña población de Madelman fue el de '2001: Odisea en el Espacio'. "Y ya de la segunda etapa, tuve el helicóptero, que fue un pedazo de juguete que se llevó la medalla de oro en el año 76. Aquí se hacía todos los años la exposición de los juguetes que iban a salir a la venta al año siguiente y se galardonaba a los mejores. Ese año arrasó el helicóptero. Pero de la segunda etapa ya tuve menos porque fui perdiendo el interés".

La crisis económica fue su muerte

No fue un juguete barato y muchos creen que esa fue su sentencia, que en cuanto llegaron los clicks de Famobil, más económicos que esas figuras casi artesanales y ergonómicas de diecisiete centímetros -ahorrémonos la broma-, se acabó su existencia. Pero José, que ha adquirido ya la categoría de experto, asegura que eso es falso, que hubo otros condicionantes. Y eso le lleva a poner el Madelman dentro de un contexto histórico: "Después de haber estudiado mucho sobre este tema, saco una conclusión: no fue que los playmobil mataran al madelman. El Madelman es una figura antropológica que durante quince años fue cambiando su cuerpo. Nace en el desarrollismo español, cuando todo el mundo tenía su nevera, su pequeño coche y había muy poco paro. Entonces había dinero para comprar juguetes. A estos empresarios se les ocurre, igual que estaba el G.I. Joe norteamericano, hacer uno en un tamaño más pequeño. Así lo puedes llevar en un bolsillo o en cualquier sitio. Con el tiempo, muere Franco (1975), viene la democracia, cambia la figura y entra la mujer en el catálogo, algo que hoy es muy claro pero entonces era menos común y, de hecho, no tuvo mucho éxito. No se vendían sus figuras. Luego llegó la crisis del petróleo, la crisis económica, la crisis política y subió muchísimo el paro, y fue entonces cuando se dejaron de comprar los Madelman. Los hermanos pequeños empezaron a jugar con los muñecos del hermano mayor. Las ventas empezaron a bajar en 1978, y en 1983 la empresa hace suspensión de pagos y desaparece la figura".

La época de asentamiento de este juguete durante el inicio de la democracia hizo que muchos españoles comenzaran a llamar Suárez a la nueva versión del Madelman. Algunos decían que tenían un gran parecido y que compartían el peinado con la raya a un lado. El juguete tuvo éxito, pero no llegó a ser como los yoyós que periódicamente entraban en los bolsillos de casi todos los niños. "Eran caros; costaban cerca de quinientas pesetas. Y los superequipos, mucho más". Pero eso tuvo un efecto inesperado: igual que otros juguetes se tiraban sin miramientos en cuanto caían en desuso, los padres -generalmente las madres, que en esos años setenta y ochenta no era tan habitual que tuvieran un trabajo fuera del hogar- guardaban los Madelman porque habían costado más. Y eso permitió que, dos o tres décadas después, aparecieran dentro de cajas arrinconadas dentro de un altillo. Eso, unido a la existencia de plataformas como eBay o todocoleccion, permitió que muchos los rescataran para venderlos o darles una segunda vida.

En una caja de Galletas Fontaneda

Los de José vivieron un larguísimo periodo de hibernación hasta que un día, limpiando la casa que tienen en el pueblo, en Torás, en el Alto Palancia, abrió una caja de Galletas Fontaneda y se encontró dentro cinco Madelman.

El niño que habita dentro del adulto se desperezó y le pinchó para que intentase completar la colección de la primera etapa de este juguete. José lo logró, pero entonces se rompió su matrimonio y le secuestraron la colección, así que le tocó empezar de cero. No se rindió e hizo suyo el eslogan de sus queridos Madelman: 'Lo pueden todo'. Así que lo volvió a hacer, que por algo el niño interior es tan insistente. Caló tan hondo esta afición reavivada que, con la ayuda de Vicente Cambres, otro experto que le consiguió las fotografías, redactó un libro por el cincuenta aniversario, en 2018, de los Madelman. El segundo le dio mucha más pereza, pero llegó el confinamiento y el aburrimiento hizo que empezara y ya no parara hasta completarlo. En esos libros cuenta muchas historias, como que la casa Madel estaba en Barcelona, donde desarrollaban los proyectos, pero que todo el trabajo de elaboración se hacía en Madrid. "Aunque en Madrid, en la sede que tenían donde ahora está la Warner, distribuían el trabajo por los pueblos, donde los montaban, porque eran algo casi artesanal, y luego pasaban y recogían los encargos terminados".

El Madelman tuvo competencia: los Geyperman. Aunque estos, pese a que tuvieron su público, no triunfaron tanto. "Primero fue el G.I. Joe, que vino de Norteamérica, y entonces la casa Geyper, que era valenciana, se da cuenta del tirón del Madelman y compra los derechos a la marca americana, que en Gran Bretaña se llamaba Action Man y aquí, Geyperman. Tuvo éxito, mucho, pero muy corta vida. Salió en 1975 y dejó de fabricarse en 1982".

Los Madelman vuelven a ser historia. José Martínez ya completó su colección y la ha cedido a la UPV para que la exponga y puedan ir a verla los jóvenes y los niños que acudan en visitas organizadas por los colegios. Él ya mira hacia otro lado. Seguro que no le faltan aficiones en el tiempo libre que le deja su empleo en la Federación Empresarial. Siempre las ha tenido. Desde aquellas primeras maquetas de niño hasta las Vespas, pasando por los años de maratoniano con la camiseta aurinegra y el carnet número 145 de la Sociedad Deportiva Correcaminos. "Ahora me he abandonado un poco, pero he corrido durante muchos años y tengo el propósito de retomarlo".

Aunque José Martínez, tanto el adulto como el chiquillo que esconde dentro, tiene una afición superior que está por encima de todas estas menudencias: "Yo siempre intento ser feliz".

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