Mientras la demanda no para de crecer, los estudios científicos son concluyentes: no es más eficaz que el placebo. Los usuarios insisten en que «a mí me funciona» y las instituciones no saben qué hacer... o sí lo saben y prefieren hacer caja.
8/04/2016 -
VALENCIA. A mediados de diciembre, el gobierno sueco estaba a punto de decidir si devolver a los productos homeopáticos la condición de medicamentos de la que gozaron hasta 1993. Para impedirlo, cuatro premios Nobel y siete miembros de la Real Academia de las Ciencias publicaron una carta en la que recordaban a su gobierno que no tiene más eficacia que el placebo. Como dijo alguien en un tuit, «la broma de la homeopatía está durando demasiado».
FERNANDO ARIAS, SUPERVIVIENTE DE 8 'SUICIDIOS HOMEOPÁTICOS', AFIRMA QUE NO ES QUE NO TENGA EFECTOS SECUNDARIOS, ES QUE NO TIENE NINGUNO
Para entender la situación en España, lo primero que hay que tener en cuenta es que la homeopatía vive en un limbo legal ante la falta de desarrollo de una orden ministerial que ponga fin a una situación de provisionalidad para miles de productos de este tipo (o cientos, o millones... la cifra real es una incógnita) que dura ya desde 1995. Una provisionalidad que, para algunos, no es más que un eufemismo para esconder una clara ilegalidad. Para complicarlo más, al igual que ocurre con otras terapias complementarias (algunas infinitamente más pintorescas), cuenta con el aval de las instituciones europeas o internacionales como la Organización Mundial de la Salud.
Los expertos consultados por Plaza coinciden en una cosa: respetan la libertad de consumir pastillas de azúcar a 2.000 euros el kilo (o su versión líquida), pero son muy críticos con el papel de las instituciones que no hacen nada para frenar su expansión (en el mejor de los casos) o se lucran con ella (lo más habitual). En la Comunitat Valenciana, por ejemplo, la Universitat de València (cuyo rector es catedrático de medicina) y la Jaume I de Castellón ofrecen cursos amparados por sus respectivos colegios de médicos.
Al problema no son ajenos los Colegios Oficiales de Médicos. En la provincia de Valencia hay unos 500 galenos practicantes de algún tipo de medicina alternativa (el 3,5% de unos 14.000), de los que la tercera parte son homeópatas. De Alicante y Castellón no hay datos, ya que no cuentan con sección.
El dilema no es fácil. Si son médicos los que practican la homeopatía (u otras terapias alternativas) al menos se evita que los pacientes caigan en manos de curanderos pero, al mismo tiempo, se da carta de naturaleza a lo que Diario Médico calificó en su día como «un placebo demasiado caro». El colegio oficial de Valencia precisa que no se pronuncia sobre las terapias en sí, sino que ampara a los profesionales que las practican pues, no hay que olvidar, en España están consideradas «acto médico». Añaden que esta actitud tiene ventajas, ya que hace más difícil que el paciente deje un tratamiento eficaz, para evitar el intrusismo...
Otra forma de verlo es que es la excusa perfecta para mantener su cuota en un negocio de unos 60 millones de euros al año en España, así que no van a mover un dedo. La salud de los ciudadanos ya tal.
Pero peor es lo que ocurre con las farmacias, en las que se venden productos tan diversos y ajenos a la salud que no sería extraño encontrar un día máquinas de tabaco. El Consejo General de Colegios de Farmacéuticos fue incapaz de explicar si tiene o no política oficial al respecto, aunque no niega su buena sintonía con la Asociación Española de Farmacéuticos Homeopáticos. Por lo que respecta al negocio, las empresas de este tipo son habituales de Infarma, el Congreso Europeo de Oficina de Farmacia que se celebra anualmente en Madrid.
Vicente Baos forma parte desde hace años de la Red de Expertos de la Agencia Europea del Medicamento y fue uno de los impulsores de la campaña No sin evidencia, que consiguió que la Organización Médica Colegial diera un giro de 180 grados en noviembre de 2013 a la tolerancia que había demostrado hasta la fecha hacia las terapias «carentes de base científica» (como las definía un nuevo informe).
«Con la legislación en la mano, los colegios no pueden prohibir a sus asociados recurrir a la homeopatía, pero también es verdad que se les podría exigir una actividad más proactiva a la hora de educar a la población y, por lo menos, no avalar su práctica mediante cursos o conferencias. Tampoco estaría de más que insistan en que no sirve para nada», explica.
Para él, quizás lo más preocupante sea lo que ocurre con las farmacias. «El público considera que si algo se vende en una farmacia y se anuncia como un fármaco es que ha sido comprobado y tiene unos efectos positivos sobre la salud», añade. Impedir que se vendan en estos establecimientos es una de las viejas reivindicaciones de los contrarios a la homeopatía.
Si hay demanda…
Que las instituciones tienen parte de culpa, no hay duda, pero la cuestión es más compleja. Según el primer Estudio sobre Uso y Conocimiento de la Homeopatía en España (financiado por la multinacional Boiron), hay oferta porque hay demanda. La encuesta refleja que el 53% de las personas conocen la homeopatía gracias al boca–oreja de otros usuarios y que, además, los consumidores aseguran estar satisfechos o muy satisfechos con su uso en un 82% de los casos. Estos consumidores son un pequeño ejército de publicistas voluntarios y convencidos que son los que piden homeopatía a sus médicos, ya que éstos (o los farmacéuticos) sólo proponen su utilización en el 21% de los casos.
No es extraño que la industria cuide a este sector. Miguel Barelli, director de relaciones institucionales de Boiron, no niega en ningún momento que su empresa colabore con cuantos foros e instituciones pueda para fomentar el uso de la homeopatía. La multinacional francesa, por ejemplo, es una de las
patrocinadoras del máster de la Universitat de València, financió una cátedra en la Universidad de Zaragoza o ha puesto en marcha el programa Juntos para impulsar su uso entre las asociaciones de pacientes.
Para Berelli, no hay duda sobre la validez de esta terapia. «Existen cerca de 5.000 artículos en revistas indexadas que avalan la eficacia de la homeopatía. Por supuesto, y como en todos los campos, hay estudios mejores y otros no tan buenos, pero los que dudan de la capacidad terapéutica de la homeopatía o no los han leído o no los quieren leer», asegura con cierto hastío. Berelli también lamenta que se intente meter a la homeopatía en el saco de los productos milagro.
«Hay veces que un producto homeopático puede ser suficiente por sí solo y también hay dolencias en las que no sirve para nada. En otros casos, actúa como terapia complementaria, por ejemplo en el caso del cáncer: no lo cura pero combate los efectos secundarios de la quimioterapia, como la falta de apetito», explica.
No todos están de acuerdo. Xavier Bonfill es presidente de la sección iberoamericana de Cochrane, la mayor organización independiente del mundo a la hora de revisar y evaluar la evidencia científica. Para él, la homeopatía no es más que «una corriente filosófica o ideológica que considera que utilizando ciertos tratamientos se consigue mejorar ciertas enfermedades». Aunque no cree que sea correcto decir que la homeopatía es a la medicina lo que la astrología a la astronomía, sí que tiene claro que carece de cualquier tipo de base científica.
«En Cochrane utilizamos los mismos criterios para todo tipo de tratamientos y lo que podemos concluir es que los estudios que se han hecho hasta la fecha son metodológicamente defectuosos. Lo único que se les pide es que utilicen los mismos métodos que el resto y, hasta la fecha, no ha sido posible. Por ahora, todos los estudios serios se dividen entre los que dicen que la homeopatía no es mejor que el placebo y los que concluyen que no tiene base científica», explica.
Para Bonfill, los estudios que avalan la eficacia de la homeopatía «suelen aparecer en revistas homeopáticas, con criterios poco exigentes a la hora de seleccionar lo que publican o financiados por empresas con intereses en el sector. Además, los estudios positivos suelen estar realizados y analizados por homeópatas, lo que supone un claro conflicto de interés».
«Por supuesto, sería fácil diseñar estudios específicos para determinar la validez de un producto homeopático y saber, mediante un grupo control, si es mejor que el placebo, el problema es que cuando se les propone hacerlo así, no lo aceptan», apunta.
El director de Cochrane Iberoamérica tampoco es partidario de prohibirla. «Si alguien convenientemente informado quiere consumirla que lo haga, pero ni los poderes públicos ni las instituciones públicas deberían apoyar o financiar su empleo», concluye.
La voz de la experiencia
«Llevo casi 35 años reconociendo diariamente a mis pacientes en la red pública y en la privada y de vez en cuando leo que alguien, que jamás ha ejercido como médico, dice que la homeopatía no funciona», explica Rafael Torres. En contra de los que critican a la homeopatía sale este doctor en Medicina, presidente de la Asociación Española de Médicos Naturistas y codirector del Máster de Medicina Naturista de la Universitat de València, patrocinado por quince empresas (dinero que se dedica a becas).
«Es cierto que desde el punto de vista científico hay algunos aspectos concretos de cómo funciona que no sabemos explicar totalmente con los conocimientos actuales, pero si aplicáramos este criterio a toda la medicina reduciríamos ampliamente nuestra capacidad de curar. Y si no lo sabemos, la solución no es abandonar, sino investigar más», añade.
Explica que si los procedimientos legales para registrar un medicamento homeopático se basan en demostrar su seguridad y no su efectividad es porque «hay más de 200 años de historia y cerca de 5.000 estudios que avalan su efectividad, entre ellos el conocido metaanálisis de The Lancet de 1997 que apunta que sus efectos clínicos no se pueden atribuir únicamente al placebo, ¿qué mejor aval?», apunta. Recuerda que países como Francia, Alemania, Inglaterra, Holanda, Austria o Suiza incluyen la homeopatía en sus sistemas públicos de salud.
Según el doctor Torres, el rechazo a la homeopatía esconde otra cosa: el miedo al cambio de paradigma. Reconoce los avances de la medicina moderna, en cirugía y métodos diagnósticos, pero recuerda que el paciente ha dejado de ser el verdadero protagonista en las enfermedades crónicas, «que es precisamente lo que defiende la medicina integrativa: hacer un estudio personalizado y luego aplicar el tratamiento, empezando por el más sencillo e ir hacia el más complejo.
Pueden ser los hábitos de vida, una planta medicinal, un medicamento homeopático o convencional, una intervención quirúrgica..., y hacerlo teniendo en cuenta tanto el estado físico, mental como espiritual del paciente». Es difícil rebatir este argumento. Por un lado, nadie niega la sobremedicación de la sociedad y sus riegos: los fármacos son la tercera causa de muerte en Europa. Por otro, para la anamnesis (la obtención de datos sobre la dolencia del enfermo) un médico de Atención Primaria de Salud tiene como máximo siete minutos; en medicina homeopática se le dedica casi una hora. Sentirse valorado por el galeno es un factor que contribuye a mejorar la sensación de bienestar del paciente per se.
«Independientemente de cómo nos pongamos, hay una cosa que no se puede negar: a día de hoy, y hasta que se regule como toca, la venta de productos homeopáticos es ilegal en España. Otra cosa es que el Ministerio de Sanidad o los colegios profesionales hagan la vista gorda», explica el abogado alicantino Fernando Frías, experto en este tipo de productos. Frías es un habitual de los llamados ‘suicidios homeopáticos’ (atiborrarse de estos medicamentos para demostrar que no tienen ningún efecto) y, tras ocho intentos, sigue vivo. Pero no es la frustración lo que le ha llevado a ser tan crítico con estos productos.
¿Es legal la homeopatía?
«La situación es muy cómoda para los laboratorios porque podrían optar a una autorización siguiendo el procedimiento simplificado, aunque eso le obliga a reconocer que carecen de efecto terapéutico. Y no pueden intentar seguir el procedimiento ordinario, para fármacos que sí funcionan, porque son pastillas de azúcar sin poder terapéutico», añade.
«Aunque parezca mentira, para entender lo que pasa hay que remitirse al Real Decreto 2208/1994, que permitía autorizar provisionalmente productos homeopáticos que ya estuvieran en el mercado mientras se tramitaba su autorización definitiva. El problema es que el Ministerio tenía 270 días para hacerlo, pero no aprobó ninguna, de modo que, como ha indicado la Audiencia Nacional en dos sentencias, los productos quedaron automáticamente sin autorización», añade. El caso es que a día de hoy, no llegan a doce los productos autorizados, el resto se vende sin registro ni autorización y sin que nadie, ni Facua (Federación de Asociación de Consumidores y Usuarios) haya movido un dedo. Y eso que de esa docena de autorizaciones, a siete se les ha retirado la autorización. Es decir, que ya sólo quedan cinco.
Helena Matute, catedrática de Psicología Experimental de la Universidad de Deusto, es una de las mayores expertas de España en pseudociencias. Para ella, «no hay nada extraño en que una persona crea en la homeopatía aunque sea placebo, sobre todo si no tiene formación médica. Es el clásico ‘a mí me funciona’ o cómo solemos confundir la relación entre la causa y el efecto».
«En realidad —apunta—, nada es blanco o negro y nadie se lo cree todo ni hay nadie que no crea en nada: en el medio es donde aparecen creencias como la homeopatía». Sin embargo, cientos de médicos creen en la homeopatía. «Sí, pero menos de los que pensamos. Algunos por falta de información, es decir que sólo se han ocupado de estudiar una parte, y otros porque se solapa con otro tipo de creencias. Pero no creo que engañen a nadie sino que realmente creen que es efectiva».
A mediados del pasado mes de noviembre, la FDA (el equivalente americano a nuestra Agencia del Medicamento) concluyó una serie de reuniones con todos los implicados (desde usuarios hasta sociedades médicas), a instancias de la Comisión Federal de Comercio, para determinar si el etiquetado de estos productos confunde a los consumidores. Pero llueve sobre mojado.
Hace tres años, Boiron ya fue multada con 12 millones en California por publicidad engañosa. Así, EEUU se enfrenta a un cambio legislativo que obligaría a modificar el etiquetado de estos productos, lo que podría asestar un duro golpe a un sector que mueve 6.000 millones de dólares. También en noviembre, el gobierno británico anunciaba que estudiará prohibir al Sistema Nacional de Salud (NHS) recetar estos productos, a los que dedica unos cuatro millones de libras públicas anuales.
En junio, fue el Consejo Nacional de Salud e Investigación Médica (NHMRC) australiano el que insistía en la falta de eficacia de esta terapia. La lista no exhaustiva de instituciones que la califican de placebo incluye a la Asociación Médica Británica, la Academia Nacional de Ciencia francesa e, incluso, el Ministerio de Sanidad español, que cuando lo encabezaba Ana Mato (2011) publicó un informe que concluía que las revisiones realizadas demuestran que «la homeopatía no ha probado definitivamente su eficacia en ninguna indicación o situación clínica concreta y los resultados de los ensayos clínicos disponibles son muy contradictorios».
¿Qué es la homeopatía?
Aunque sus defensores pretendan remontar sus orígenes hasta Hipócrates, la homeopatía fue establecida en 1796 por el alemán Samuel Hahnneman. Según él, dado que la quina provocaba los mismos síntomas que la malaria y servía para combatirla, la única conclusión posible era que «lo similar cura lo similar».
Es la ley de la similitud, una de las más importantes de una teoría que parte de la base de que el cuerpo se sana por sí solo y que la enfermedad no es más que el desequilibrio de una supuesta ‘fuerza vital’. El segundo gran principio es que hay que administrar esa sustancia de manera diluida y mientras más diluida, más efectivo será el remedio.
Las críticas son muchas, y la principal de todas es que no sólo carece de base científica, sino también de lógica. Por ejemplo, ¿por qué solo funciona en medicina? ¿Por qué el cloro pierde efectividad para desinfectar una piscina a medida que se diluye pero ganaría en potencia si se utilizara como medicina?
Si el curare es mortal, ¿por qué tomarlo diluido no es la cura? Otro de los problemas es el de las diluciones. Se parte de un elemento (puede ser una nota musical, un excremento de perro, una planta, un trozo del muro del Berlín…) y se diluye en 99 partes de agua (1 CH). Luego se repite la operación tantas veces como sea necesaria. A partir de la dilución 12 CH (un 1 precedido por 24 ceros) no queda ni una sola molécula de la sustancia original.
Para los homeópatas la solución a esta incógnita es la llamada ‘memoria del agua’. Cada vez que se hace una dilución ésta se agita (el proceso se conoce como sucusión) y la energía que se genera hace que aparezcan unas nanoestructuras —detectables por distintos métodos, dicen— que se organizan alrededor de las moléculas de agua y que transmiten las propiedades. Por mucho que se empeñen, no hay ningún estudio que avale su existencia ni nadie que pueda explicar de dónde salen ese agua ‘inmaculada’ y sin memoria que usan en sus experimentos.
(Este artículo se publicó originalmente en el número de enero de la revista Plaza)
Más Allá (pero no tanto) analiza, con la ayuda de varios expertos, la nueva orden del Ministerio de Sanidad que regula el uso de la homeopatía, y que ha gustado más al lobby azucarero que a la comunidad científica