VALÈNCIA. “Arte de emergencia”. De esta manera se presenta la cuarta edición de PAMPAM!, una exposición que se deriva de un proyecto de la Facultat de Belles Arts de la Universitat Politècnica de València (UPV) con la que buscan tomar el pulso al arte contemporáneo a través de los jóvenes creadores. En este caso son una decena los artistas seleccionados de entre más de 70 participantes en la fase previa –PAM!17- que desde hoy y hasta el 17 de septiembre mostrarán sus proyectos en el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM), piezas que fueron ayer presentadas de la mano del director de la pinacoteca, José Miguel G. Cortés; el decano de la Facultad de Bellas Artes de la UPV, José Galindo; la vicedecana de Cultura, Teresa Cháfer, y el profesor y organizador, José Luis Clemente.
Este laboratorio de arte emergente se plantea como novedad este año ocupando espacios no habituales para la presentación de piezas: del vestíbulo al propio baño del IVAM. “Los artistas colonizan, domestican el espacio”, recalca Clemente. Las obras presentadas en esta cuarta edición hacen uso de distintos formatos y temáticas, aunque sí se puede trazar un camino por las preocupaciones generacionales de esta nueva hornada de artistas: la identidad, la distorsión de la realidad, la construcción de la imagen y su consumo, el poder, el cuestionamiento de la propia práctica artística o la situación precaria del artista. De esta forma, la exposición pretende ofrecer un espacio de trabajo en el que se visualicen los primeros pasos de artistas a punto de abandonar el refugio universitario.
Durante la presentación de la muestra, también se habló de una manera explícita de su agridulce salida del Centro del Carmen, hasta ahora sede de la muestra. “Se ha trabajado en el Centro del Carmen hasta ahora, pero hubo un malentendido con la dirección […] Se nos ofreció una sala que no era digna, se nos ofrecía la puerta de salida”, expresó el organizador de la muestra. Clemente se refiere al paso de la sala Ferreres a la sala Refectorio propuesto por el director del centro y gerente del Consorci de Museus de la Generalitat Valenciana, un cambio que no convenció al comisario, quien optó por caerse de la programación de antiguo convento y buscar una nueva sede que, por el momento, es temporal. "La idea es que a medio plazo haya un espacio estable". Con esta cuestión solventada a tiempo, la pinacoteca acoge ahora diez propuesta de jóvenes artistas que recorren los distintos recovecos del museo.
Con Whatever. Anything except something, Carlos Correcher interviene las paredes del vestíbulo con un proyecto que se centra en el poder de las imágenes en el entorno, una instalación que conecta desde la estampa japonesa a contenido absurdo. Pero no él el único que da la bienvenida al museo. Con el objetivo de ocupar espacios no creados para la exhibición de arte, Marina González Guerreiro propone Inténtalo más fuerte, una instalación que se levanta tras la escalera del museo como un lugar íntimo de recogimiento, una suerte de “capilla” que toma como punto de partida el imaginario vinculado a la autoayuda y a las terapias relacionadas con el estrés y la relajación. Del muro y la escalera al pasillo que lleva al baño. La joven Marina Iglesias genera en este espacio de transición Way to the bunker, con el que pinta el espacio como si se tratara de una selva que esconde a decenas de soldados y, por cierto, también obras de pequeño formato que hay que buscar entre la maleza.
Si de proyectos en espacios poco habituales se trata, nada hay menos habitual que el que utiliza Valentina Henríquez: el baño. Allí presenta Colores residuales, una instalación sonora en la que se recitan frases del manifiesto de migrantes leído en la plaza del Ayuntamiento a la que se suman distintos documentos en los muros en referencia a las trabas burocráticas. Por su parte, Marta Negre propone uno de los proyectos más interesantes de la muestra, un trabajo audiovisual dividido en tres piezas que reflexiona sobre el influjo de cierto autores y paradigmas de pensamiento en la sociedad contemporánea, enfrentando lo supuestamente útil desde un punto de vista capitalista con el valor de unas humanidades inmateriales. También Rubén Marín apuesta por el vídeo sumando distintos proyectos que ha realizado en los últimos cuatro años, piezas en las que explora a través de la apropiación, la autorreferencialidad, el fake y la ironía cuestiones en torno a la relación artista-poder o la influencia de los media en la creación de la memoria colectiva.
Si PAMPAM! Es una fiesta, Agustín Moreno lo hace de manera explícita con Iamatrueartist, un site-especific formado por globos de foil que juegan con la idea de entrometerse en una institución como el IVAM con una estética no asociada a un templo de arte, un mensaje que irá cayendo conforme se vayan deshinchando. Por su parte, Inma Medieta propone Momentos en el tiempo, en el que genera una instalación que busca generar experiencias a través del color y la luz. De los colores a un color: Amarillo, la obra de Sonia Tarazona. Con este proyecto hace referencia a una conferencia de Borges en la que, conforme iba perdiendo vista, afirmó que lo que más temía era olvidar el amarillo, un color que Tarazona conserva en sus distintas formas en una cápsula de tiempo. Cierra el grupo Ana Ciscar con el proyecto Esta es la manera como podría haber sucedido: ¿Qué piensa Vd?., un conjunto de obras que reflexionan sobre el uso de las imágenes en los medios de comunicación a partir de algunos de los documentos del caso JFK.
El museo pone fecha a la retirada de las obras de arte instaladas, que incluyen piezas de Miquel Navarro o Andreu Alfaro, y rehace el proyecto original de jardín
El Belles Arts lleva obras de Ribera al Petit Palais de París mientras que la Fundación Per Amor a l'Ar afianza su relación con el Thyssen