VALÈNCIA. La ampliación del Puerto, la de la autovía V-21, los PAIs Benimaclet, plan del Cabanyal, plan del Ciutat Vella... València en unos años podría ser, en pocos años, una ciudad totalmente diferente a base de cemento. Las grúas vuelven a asomarse en el skyline y los alquileres vuelven a ser un dolor de cabeza mayor a final de mes. Parece que, con la crisis económica acabada, no hayamos aprendido muchas de las lecciones que nos dejó durante años de mucho sufrimiento humano. Muerto el perro, aún no se ha acabado la rabia, y tras los pisos de obra nueva y la tienda de cupcakes que se instala en el bajo en el que antes había una ferretería, hay toda una violencia estructural que ataca directamente un modo de vida que mira al largo plazo y a la protección de las soberanías ciudadanas.
De esto tienen mucho que hablar los movimientos sociales, que han hecho no poco ruido en los últimos años. En estos, se esperaba más del cambio de color político surgido de las urnas en 2015 y ratificado por la mínima en 2019, pero finalmente, las calles parecen sentirse aún enfrentadas a un ayuntamiento que cree que el progreso pasa más por transformar contínuamente la ciudad en vez de asegurar el bienestar en la que ya tenemos. “L’asfalt no es menja” rezaba una de las pintadas que se encontraban bajo el mural de Diego Mir con el lema “L’Horta és vida” en el Forn de Barraca. Esta semana se han cumplido dos meses del derribo de esta mítica alquería, que ahora ha sido sepultada para ampliar un carril la entrada norte de València.
Con la contestación ciudadana como punto de partida, la compañía teatral Atirohecho presenta este fin de semana en La Rambleta Ingovernables, una obra de teatro que busca continuar en los escenarios las decenas de luchas cívicas que se extienden a lo largo y ancho de la ciudad actualmente. Las personas que forman este colectivo también están en habitualmente en las dinámicas de los movimientos sociales: “queremos sumarnos a la lucha contra la especulación que están capitaneando colectivos como EntreBarris o Per l’Horta”, comenta la directora de este montaje, Carla Chillida. Ingovernables es un puzzle que surge del formato de teatro documental y multidisciplinar (una constante en todos los trabajos de Atirohecho) en el que se pondrá cara “a los especuladores, a los que quieren acabar con nuestros barrios y a la vecinas que resisten contra esta ofensiva”.
“Es un tema de urgencia absoluta, y eso nos obliga a partir de la actualidad que vivimos todas nosotras dentro de los colectivos de los que participabamos: mientras preparábamos la obra, hemos ido a parar desahucios o hemos participado y sido testigo de la destrucción del Forn de Barraca”, cuenta Chillida. ¿Cuál es el encaje de una obra de teatro en toda esta red ciudadana que se juega el futuro en la calle?: “La clave está en no tomarnos muy en serio: la lucha está por delante del arte y nuestra labor es aplicarla a aquello que podemos ofrecer como colectivo teatral”.
Durante la hora y media de montaje, se expondrán algunos de los inventos contemporáneos que ha encontrado el poder para seguir sacrificando los barrios. Si hace unos años el problema eran las hipotecas, ahora lo son los alquileres; si antes se hablaba de contratos basuras, ahora existe una uberización de la economía. La pedagogía de poner humanidad donde otros ponen solo cifras es una de las líneas diferenciadoras de Atirohecho, a la que no renuncian en este nuevo montaje.
Y dicho esto, además tienen la oportunidad de mostrarlo en escenarios como La Rambleta (este fin de semana) o el Teatre Rialto (la temporada pasada, con el espectáculo Tot explota). Preguntadas por si se tienen afortunadas del altavoz que han conseguido como colectivo en València, contesta Carla Chillida: “Es chulo, sin duda, nos ayuda a crecer y a llegar a mucha gente, pero esto lo entendemos como una forma de pagar nuestras obras cuando se pueden ver en los centros ocupados y en la calle. Los escenarios no son mejores ni peores, simplemente diferentes. Lo que sí tenemos claro es que nuestra labor está a pie de calle”. Y cuando dice a pie de calle, se refiere al asfalto de la ciudad que no para y que se lleva por delante a la gente que vive en ella. También a la calle como relato colectivo y espacio de convivencia. Y la calle como todo el suelo que nos rodea, que no son solo carreteras y arcenes, sino tierra y vida. A favor de todo esto, y en contra de quién se oponga a ello, va Ingovernables.