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el cudolet / OPINIÓN

Interferencias políticas con sabor Mediterráneo en un Mestalla-Hércules

27/10/2018 - 

Rafael Chirbes escribió en su libro Mediterráneos, "la añoranza de pertenecer a alguna parte". El Mediterráneo convierte a los fervientes de la sal marina en su pila bautismal. Le tenemos apego a ese mar iluminador que sus aguas nos hechizan y las olas moldean nuestro carácter. Después de la tempestad viene la calma, y el Govern de la Nau se ha cobrado una deuda del pasado restituyendo en nuestra ciudad la Mostra de València-Cinema del Mediterrani. En un escenario de gala, el Palau de la Música, edificio que bordea el viejo cauce reconvertido en un río vasto de jardines, pulmón verde de la ciudad, y posiblemente la mejor obra del siglo XX por su funcionalidad y rendimiento, se presentó la remunicipalizada 33ª edición. València es una ciudad de cine. Otra mostra y seña de identidad on line, y van dos, desde que los biólogos del Botánico gobiernan el Jardín de Flores. À Punt y La Mostra han llegado a nuestras pantallas para quedarse.

Joan Fuster escribió en las gacetillas -Caminos de España- sus aventuras por la ciudad de Alicante donde las aguas del Mediterráneo abrazan la ciudad coronada por el Castillo Santa Bárbara. "Su mar es luminoso y apacible, templado y alegre, en una medida apenas igualada por ninguna otra orilla suya". A raíz del partido de fútbol disputado por dos equipos portuarios bañados por las olas del Mediterráneo, Mestalla (filial del Valencia CF) y Hércules de Alicante, saltaron a luz, unas polémicas declaraciones institucionales por el veto en la venta de entradas a seguidores alicantinos, que decidieron viajar por su cuenta el día del partido al Estadio Antonio Puchades. No hay que pasar por alto la injerencia política sobre el asunto de los tickets por las declaraciones del director General de Deportes, (lógicas) del conseller de Educación, Investigación, Cultura y Deporte (inapropiadas) o del exalcalde de Alicante (desafortunadas). Las manifestaciones del trío mediterráneo luminoso y apacible son enrevesadas, tenían que haber quedado en un chascarillo de juzgado, y no haber trascendido a mayores. Los trapos sucios se lavan en casa. Sólo faltó intervenir Presidencia. El Valencia se parapetó en el acertado mensaje de la lógica sobre la seguridad de los aficionados visitantes. Quien no ha presenciado tiempo atrás, un partido entre ambos clubes, no sabe la tensión con la que se vive. Un Valencia-Hércules o viceversa, es el clásico del Mediterráneo (CV). Totalmente descafeinado por las grandes diferencias históricas y deportivas de ambos equipos, la miga del derby, se encuentra en la rivalidad de las aficiones por la cuestión identitaria del aquí termina València, aquí empieza Alicante, versión acomplejada y no futbolistica del viejo relato del Antic Regne de València.

Viví con cierta pasión juvenil los derbis que ambas escuadras disputaron en los años noventa. Aferrado a Mestalla, el estadio era mi casa y la ayuda de un compañero de grada, Simón Alegre autor de Unió Valenciana: Nacimiento, auge y caída. Ha rescatado de mi compleja que no acomplejada memoria aquel 23 de diciembre de 1996. Horas antes del comienzo del choque corría como la pólvora la noticia de la necrológica de Vicente González Lizondo. En aquellos tiempos, Gol Gran era una grada juvenil de animación que llevaba la voz cantante del estadio. El Gol Gran entendía el fútbol desde la vertiente más anticlerical del mismo, sin aspavientos ni radicalismos. La grada era más de letras que de ciencias. En el Gol Gran no había armas de destrucción masiva, sólo aficionados al fútbol y algún poeta que otro de la talla de Eduard Ramírez (La ciutat és amable- poema formigó de sus vivencias en Mestalla). Con el sello personal que nos caracterizaba y la ayuda de la imaginativa pluma de Rafa Lahuerta- La Balada del Bar Torino- recibimos al Hércules de Alicante con una pancarta de 20 metros de longitud compuesta de tela negra y pintura blanca, tejido que solíamos comprar en Almacenes España, comercio histórico que bajó la persiana años atrás. La décima rezaba así: 'Un regalo para estas navidades, Alacant Blues crónica sentimental de una búsquedade Mariano Sánchez. Si Vicent Marzà y Gabriel Echávarri no han leído la obra de Sánchez, están a tiempo, el Nadal está cerca para rememorar la efeméride.

Me consta, que tras el cambio climático del ciclo político, los devotos seguidores blanquinegros son minoría entre los dirigentes del Pacte del Botànic. El Valencia CF nunca ha sido el ejército desarmado de la CV, pero es la única sociedad anónima deportiva que su escudo vertebra el territorio. Un título cosechado por los de Mestalla, es celebrado con kilos de pólvora desde Vinaroz hasta Guardamar del Segura. Complicado es devolver a los valencianistas la soberanía del club, pero les pediría un pequeño esfuerzo a los biólogos del Botánico en el año del Centenario, aplicar más cultura afectiva y menos festiva hacía las señas de identidad de los otros valencianos. La falla municipal al menos contará con una escena en el monumento que se levantará en el 2019. Ahora sólo queda que nuestros museos acojan alguna retrospectiva de nuestra historia deportiva y social, aunque quizá pensemos como Borges, "el fútbol es popular porque la estupidez es popular"literalmente hablando, apartarse del fútbol equivaldría a ponerse culturalmente a salvo.

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