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MEMORIAS DE ANTICUARIO

Intrusos en el arte: cuando la honestidad es lo que importa

1/12/2019 - 

VALÈNCIA. Centro de arte de la Tabacalera en Madrid, calle Embajadores pleno barrio de Lavapiés. Mucho público joven deambulando anárquicamente por los amplios espacios, aunque observo que en pocas ocasiones se detiene delante de las obras; en los grupos abundan las risas nerviosas aunque intuyo que no se atreven a manifestar su opinión al resto. El arte contemporáneo, en su parte mas oscura e inaccesible, logra imponerse sobre la capacidad de juicio de mucha gente menos instruida, que observa intentando hallar en la obra lo que realmente no existe y que permanece silente por temor a decir algo inapropiado que sea acallado con vehemencia pseudointelectual.  Sus dimensiones y su, de alguna forma impostado abandono hacen de este lugar un espacio muy atractivo para exponer arte contemporáneo de toda índole y en el formato que sea. En este caso, durante estos días y me temo que durante los próximos dos meses, (hasta el 26 de enero), los muros han sido asaltados por una nada desdeñable cantidad de lienzos de gran formato de un colorismo exacerbado, loco, irracional aunque un tanto viejuno por pasado de vueltas y decididamente tonto. Sobre fotografías ampliadas de uno de los autores, (hay presupuesto, de eso no hay duda) se han practicado diversas técnicas pictóricas y “pirotécnicas” de forma “intensa” e improvisada, sin planificación ¡aquí y ahora!, con no se qué propósito puesto que el resultado final es decididamente una chapuza indescriptible (es decir, que cuesta describirla). La exposición carece de la mínima calidad exigible a un artista que expone en un lugar público de estas dimensiones y relevancia. Aquí dos artistas, que en esta ocasión, que no suman uno: Jorge Galindo (no se que se le ha perdido aquí, aunque puedo imaginarlo), un artista de cierto prestigio, y el célebre cineasta Pedro Almodóvar, cuya notoriedad se la ha labrado con justicia no precisamente en el noble arte de la pintura. No puedo decir que la muestra haya supuesto una decepción, puesto que poco o nada esperaba en estas lides del buen director manchego que se revela en esta ocasión como alguien incapaz para abordar esta disciplina con un mínimo interés. Una serie poco presentable salvo que te apellides Almodóvar (véase el video del making off en el que se ve al ínclito en medio del fregado en pleno trance pictórico).  Sinceramente no creo que sea inferior la obra del fallecido torero Palomo Linares, que nunca tendría acceso a este espacio de “creación contemporánea”.

Óleo sobre lienzo de José Quero

Tras el rechazo puramente artístico, me asalta cierto malestar ante una muestra de una temeraria egolatría, para pasar al cabreo cuando compruebo que la perpetración ha sido patrocinada por el Ministerio de Cultura y que el mismísimo ministro del ramo, que le tengo por persona seria, estuvo presente en la inauguración, avalando la cosa. Aquí el asunto ya me afecta personalmente porque yo en mi cuota parte aporto mis dineros a ese ente (como todos ustedes). Para esto prefiero que el dinero en la cultura lo ponga la empresa privada. Pienso también en las decenas de artistas honestos que sufren-mucho- en estos tiempos tan difíciles y que no tienen la más mínima posibilidad de mostrar su obra seguro que mucho más interesante que esta, y en exclusiva, en un centro de arte de cierto prestigio y a lo largo y ancho de muchos centenares de metros cuadrados.  El todo vale del arte contemporáneo, dentro del cual tánto bueno hay, crea estos monstruos, este despropósito. Como decía el crítico Fernando Castro a colación de esta exposición ¿Qué hemos hecho para merecer esto?. 

Y pensar que estas salas hace pocas semanas eran ocupadas por las monumentales y extraordinarias obras en madera tallada de ese gran escultor que es Francisco Leiro (Cambados 1957). 

Escultura de Santiago Calatrava

El intrusismo no existe 

En ningún caso pongo en tela de juicio lo que en otras profesiones de acceso regulado se llama intrusismo. No creo que sea aplicable al arte. De hecho hay casos felices, cuando menos honestos,  como veremos. Aquí me refiero a aquellas situaciones en que las celebridades hacen uso de su ídem para que trabajen las puertas giratorias. Son las puertas giratorias del arte de las que este caso es sólo uno más en una larga cuenta. ¿Qué se logra con ello? Sin duda la banalización, el empequeñecimiento, el arte como bagatela. La relevancia mediática  como fuerza insuperable para que el cargo público de turno abra de par en par las puertas de los edificios públicos y encima se cuelguen una medalla. 

Si yo me presentara en Tabacalera con esos lienzos de este nivel bajo el brazo no se me debería pasar del control de seguridad, lo que, por otro lado es seguro que sucedería, afortunadamente. Yo que pensaba, cándidamente, que tras el franquismo esto de los apellidos “abrepuertas” iba a pasar a mejor vida y veo que no es así. Que Almodóvar, un torero, un ex futbolista, la nuera de una baronesa expongan los divertimentos que producen en sus ratos de ocio en un espacio privado, es algo sobre lo que no tengo opinión como aquel que le pone chorizo a la paella en su casa, pero que lo hagan en un espacio cuyo presupuesto se paga con impuestos es harina de otro costal.

Cuadro de Rafael Monleón

El “intrusismo” en el arte, léase esta expresión sin connotaciones peyorativas, no es algo que me merezca ningún juicio per se. La producción artística no debe juzgarse en función de la procedencia y la carrera profesional del artista, a priori. La historia del arte está plagada de ejemplos muy dignos que provienen de otro mundo ajenos a la facultad de Bellas Artes o a la Academia de San Carlos, que compaginan su profesión con la pasión artística de forma honesta: hay ejemplos diversos y numerosos y a vuelapluma pienso en Santiago Calatrava (sí, Calatrava…) que no necesita presentación como arquitecto, y que puede ser más o menos cuestionado, es mucho menos conocido por su faceta de escultor que en este caso se muestra como un artista pulcro, meticuloso muy interesante. O el jienense, aunque afincado en nuestra ciudad José Quero y fallecido en 2008 es  uno de los artistas más interesantes de las últimas tres décadas del siglo pasado en València, fue pintor de fuerte personalidad creador de un mundo propio difícilmente clasificable y enigmático. De profesión médico oftalmólogo, fue lo que, según Román de la Calle, le llevó a interesarse por el mundo de las formas y los colores en un equilibrio entre la abstracción y la figuración en la etapa titulada 'Espacios abstractos y estructuras', desde 1971 a 1980. Dando un salto en el tiempo el pintor valenciano Rafael Monleon y Torres (1843-199) fue piloto naval, arqueólogo e historiador cuyos conocimientos en estas materias los aplicó en numerosos cuadros de tema marino o como se decía por entonces fue “pintor de barcos”. ¡Es la honestidad estúpido!

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