Ha sido una semana en la que han pasado muchas cosas, y ha habido muchos gestos. Empezamos por la invisibilidad de la provincia de Alicante, sostenida y refrendada por el análisis de Ineca y la CEV, respecto a la inversión estatal. Exceptuando la construcción del aeropuerto y la llegada del AVE, la quinta provincia de España es la cuarenta y pico en inversión del Estado. Esto es para que los partidos y sus representantes en esta tierra se lo hagan mirar y reflexionar. Ni siquiera el sanchismo que fue el último movimiento contra el establishment ha logrado darle la vuelta a esa argumento. Y si no lo han conseguidos ellos, que fueron una revuelta triunfante, ¿quién más lo puede hacer?
Al final, y si uno echa la vista atrás, al final se da cuenta de que las grandes decisiones, las que transforman un territorio y lo hacen competitivo, se toman en Madrid y que o se ejerce un lobbysmo más inteligente, o no tenemos nada que hacer. Primero, hay que conseguir que las cosas estén en las cuentas; después que se ejecute la obra. Esa la otra. ¿Cuántas cosas han aparecido en los papeles y cuánto han tardado en hacerse?
Con este panorama tan desolador, y sin influencia, ni política ni empresarial, quedaría el liderazgo, o la alianza público-privada en un ámbito local, o regional, pero de esa ya he hablado varias veces y es peor el remedio que la enfermedad. Alicante y Elche ni se miran, pese a que en medio tiene la principal puerta de entrada del maná. E implicar a la empresa privada, que, a veces, suele ser una, y levanta sospechas.
Los Presupuestos de la Generalitat Valenciana pueden enmendar eso. Queda saber en qué se gastará el fondo extra. Nos han prometido una parte importante. Pero las cuentas presentadas el miércoles por el Botànic tampoco invitan al optimismo. Más allá de las trampas al solitario que se hace el Consell ante Madrid, y de la importante inversión en material social y la territorializada -ojalá que se ejecute-, sigue faltando un proyecto estratégico en infraestructuras que nos haga ser más optimista, que mejore la calidad de vida de los ciudadanos y que sea un ejemplo de movilidad sostenible. Pero, de momento, nada.
Lo dicho a la invisibilidad, ahora volvemos a las muestras de la incapacidad. Lo acontecido el jueves, en el seno de la Cámara de Comercio, más allá de cada uno tenga su razón, es un gesto de torpeza, la de volver a enfrentarse en el seno de las instituciones empresariales. Hay gente que tiene esa lección aprendida -como la CEV-, pero lo peor es la imagen que sea da, que recuerda mucho a la del pasado: llevar a la confrontación personal a las instituciones. Una cosa es elegir y debatir democráticamente entre dos candidaturas y dos proyectos, cuando toca; otra bien diferente es jugar con la institución saltándose todos los procesos o desviando la atención el día grande de la casa poniendo los intereses personales por delante. ¿Qué hay intereses políticos? Siempre hay intereses políticos, pero en este caso si los hay lo veremos más pronto que tarde.
Pese a todo lo ocurrido, hay un rayo de esperanza, el que han abierto el Intercity y el Lucentum esta semana, con su unión aunque sea en forma de adquisición. Es un rayo de esperanza porque al menos se ve que hay un proyecto deportivo, con otra forma de gestión, diferente, coral y quizás más profesional de gestionar entidades deportivas. Ahora, falta lo más difícil, el éxito, que depende, fundamentalmente, de que la pelota entre. Pero al menos se ve un proyecto con cierta solidez y respaldado por varias voces. A tener en cuenta, pese a la invisibilidad y la muestras de incapacidad del resto.