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concejal del ayuntamiento de valència

Isa Lozano: "El sistema de cuotas distorsiona las primarias de Compromís pero aún es necesario"

Foto: KIKE TABERNER
23/02/2019 - 

VALÈNCIA. Se define a sí misma como una persona “curiosa y heterodoxa”. Isa Lozano, concejala de Igualdad y Políticas Inclusivas e Inserción Laboral del Ayuntamiento de València, se ha ganado un hueco en el Govern de la Nau con un trabajo discreto pero constante. Procedente de Gent de Compromís, se incorporó hace más de medio año al Bloc y se presenta ahora a las primarias de la coalición en la ciudad de València. Muchos la ponen en los puestos de salida, una consideración que lo que viene a confirmar es la buena valoración que ha recibido su gestión durante estos cuatro años.

—¿Le ha costado decidir presentarse?

—La política es un trabajo agotador porque estás siempre al pie del cañón y nunca tienes descanso. Estás con este aparatito infernal (muestra su móvil) todo el día donde tienes grupos de WhatsApp, mensajes… Pero es apasionante.

—¿No es un paso atrás que tengan prácticamente el mismo reglamento para las primarias que en 2015?

—Es cierto que deberíamos haber tendido hacia la fusión, pero creo que las primarias de Compromís son un procedimiento mucho más abierto y democrático que el dedazo del o la cabeza de lista.

—Hay voces críticas con el sistema.

—No hay un sistema “perfecto” de selección de candidatos y candidatas. Incluso unas primarias limitadas únicamente a la militancia de un partido acaban reproduciendo inevitablemente el dominio de una determinada parte sobre la otra, sin mucho más margen. En este sentido creo que nuestro reglamento de primarias tiene muchas virtudes.

Foto: KIKE TABERNER

—Pero puede dejar fuera a concejales muy significativos.

—Nuestras primarias contienen un cierto elemento de incertidumbre que nos mantiene en la idea de que no tenemos nuestro lugar garantizado “porque sí” y eso creo que es saludable para nosotros como representantes políticos y para nuestra gestión.  Ya se verán los resultados el 9 de marzo, pero pienso que es un sistema que, por un lado, permite consolidar y reconocer el trabajo hecho en las instituciones, pues es evidente que quienes ya hemos estado tenemos un plus de ventaja, pero, al mismo tiempo, admite un margen de renovación que, como formación política, nos permite incorporar nuevos liderazgos al proyecto.

—Las cuotas parecen una distorsión, más que una corrección.

—Es verdad que la existencia de cuotas para los partidos integrantes y la Gent de Compromís puede producir, y de hecho produce, una cierta distorsión en los resultados. A nivel personal preferiría unas primarias en las que únicamente contaran los votos para la ordenación de la lista, pero la realidad es que, hoy por hoy, siguen siendo necesarios estos mecanismos para garantizar la estabilidad de la coalición.

—Decía que la política es dura.

—Bastante. Sólo hay que ver nuestras fotos de hace cuatro años y de ahora. Parece que hayamos envejecido diez años (ríe).

Foto: KIKE TABERNER

—Y sin embargo sigue con ganas de más.

—De todos los ámbito donde he desempeñado tareas profesionales, éste es el más apasionante, pero es verdad que también es muy frustrante. Te topas con muchos límites que hasta que no estás aquí no los ves. Y te das cuenta de que esta administración [el Ayuntamiento de València] estaba obsoleta.

—Y les faltaba plantilla.

—Evidentemente. No tenemos suficiente gente y tenemos un techo de gasto que nos hace ir al límite de lo que podemos gastar. Al final nos hemos dedicado a tapar las urgencias, porque había tantas urgencias, tantas cosas pendientes, que era imposible no quedarse a mitad camino en algunos temas.

—¿Han estado muy constreñidos estos cuatro años?

—Mucho. Salir del plan de ajuste nos libera, pero todavía tenemos la limitación a la contratación de personal y tenemos que recurrir a otras empresas. También se hace en otras ciudades. Barcelona tiene muchas de sus políticas públicas a través de convenios o licitación de contratos, en temas como diversidad religiosa, delitos de odio… Sí, estaría muy bien tener esos servicios municipalizados, pero la dinámica de cómo funcionan los agentes externos nos obliga a adaptarnos a la situación.

—¿Dónde van a aplicar ese modelo?

—Vamos a tener que recurrir a contratación para poder abrir la Oficina de la No Discriminación, que atenderá cualquier tipo de discriminación o delito de odio por motivo étnico, religioso, económico, por orientación sexual, por ideología...

—Con ese concepto tan abierto tendrán que intentar no solaparse con otros organismos.

—Hemos hablado ya con el entramado social porque ahí vamos a tener que trabajar muy colaborativamente con la oficina de atención a las víctimas de la Ciudad de la Justicia, entidades sociales, con el resto de centros municipales de servicios sociales, para poder hacer un trabajo en red y no duplicar servicios.

—¿Hay muchos delitos de odio?

—Se están denunciado más casos, pero no tenemos un computo. A día de hoy no tenemos una relación seria que compile de forma más exhaustiva la dimensión del problema. Sabemos que los dos colectivos más afectados son los migrantes y miembros de la comunidad LGTBI. Pero poco más.

—Algunos quieren negar la trascendencia del movimiento feminista.

—Junto al movimiento LGTBI, ha sido fundamental en la liberación sexual. El feminismo ha defendido la diversidad más radical, que al final es libertad personal. La derecha ha usado en este país de una manera tan torticera la palabra libertad, que la ha banalizado.

—Hay nuevas medidas pendientes. Usted cree fundamental la obligatoriedad de los permisos por nacimiento, por citar una.

—Acabarías de un plumazo con la discriminación laboral. Siempre hay voces feministas que le dan vueltas a esta cuestión, pero es que con ello ya nadie preguntaría sólo a una mujer si va a tener hijos o no. La baja maternal, que es lo que más pesa a las empresas, sería compartida.

—Hay una reacción a las medidas feministas.

—Y ante este machismo, son los hombres los que deben dar respuesta a este frente troglodita que no nos lleva a ningún lado. Son los hombres los que deben visibilizarse. Falta un espacio para redefinir la masculinidad, referentes… Todo el trabajo que ha hecho el feminismo deconstruyendo la imagen de la femineidad que se vinculaba a la obediencia, la sumisión, la complacencia, dedicación al cuidado, disponibilidad sexual, no tiene la contrapartida por parte de los hombres.

Foto: KIKE TABERNER

—¿Y cómo debería ser esa nueva perspectiva?

—En la ciudad de València hay un grupo heroico, Homes valencians per la igualtat, pioneros, aunque no sé si es bastante. Cuando estás en una situación de opresión, te movilizas para poder acceder a espacios de poder, de reconocimiento social, espacios que teníamos vetados. Pero eso no está pasando en los hombres porque acceder a espacios que no tienen reconocimiento social, como son los cuidados, que es la gran lucha que hay que equilibrar, no es algo que alguien pida de entrada.

Los maltratadores no son precisamente un modelo social. Nadie quiere ser maltratador. 

—Las personas que llegan a ese punto son personas que no tienen recursos emocionales, no tienen capacidad para gestionar sus sentimientos. Quien no da libertad es porque está inseguro, son mentes inflexibles, que no son capaces de ver opciones.

—¿Y cómo las pueden encontrar? 

—Estamos preparando un programa que atenderá no sólo a penados por violencia machista, sino también a hombres que sienten que tienen dificultades para controlar su agresividad. Tenemos que detectar los casos antes de que se puedan producir.

Foto: KIKE TABERNER

—El contexto no parece especialmente bueno.

—No, porque el paro está haciendo estragos en la autoestima de muchos hombres. Esa es una losa que debe quitarse la masculinidad, y es la obligación de ser el padre de familia, el que provee económicamente al hogar. Hemos tenido que hacer talleres al respecto sobre nueva masculinidad.

—¿Con ese nombre?

—No. No nos habría venido nadie. Los proponíamos como un taller de salud. Se está haciendo un trabajo muy bonito. Los participantes en los talleres se están apoyando entre ellos, para buscar trabajo, para buscar soluciones, y están, sobre todo, que era el objetivo del taller, trabajando la autoestima, el control de las emociones, el autoconcepto de sí mismos.

—Parece una buena propuesta para enfrentarse a un problema de salud que se suele omitir: los suicidios.

—Sí. El suicidio es un tabú. Hizo la Conselleria de Sanidad una campaña en ese sentido, y ése es uno de los temas de los que no se habla y debería hablarse. Es un problema que afecta mucho más a los hombres. Y ahí tienen una gran incidencia los roles de género. En determinados hombres es más complicado compartir las emociones con otros hombres, no suelen expresar sus emociones tanto como las mujeres, y es por ahí por donde se llega al alcoholismo, al consumo de drogas, conductas de riesgo… y suicidios. Muchos hombres mueren como consecuencia de esos roles de masculinidad que ahora algunos quieren alentar.

Foto: KIKE TABERNER

—Determinados sectores vinculados a esos partidos aseguran que la violencia machista se exagera, que no es tanta.

—Al contrario. Estamos identificando cosas que cada vez más se detectan como violencia machista. Por ejemplo la violencia sexual dentro de las parejas, de los matrimonios; existen violaciones en las parejas de las que no se hablan. Y existe la violencia sexual en las calles. No estoy hablando de casos mediáticos, que son minoritarios, sino de que todos los días se producen acosos verbales, sexuales, tocamientos… Se está avanzando en poder identificar muchas formas de violencia sexual de las que no se estaba hablando hasta ahora.

—¿Por ejemplo?

—La prostitución. Hasta ahora no se hablaba de la prostitución en ese sentido. La prostitución dentro del feminismo produce muchas grietas. Simplificando: hay un bloque abolicionista y otro pro derechos. A mí me parece que la prostitución es violencia machista y viene por todo el constructo de considerar a las mujeres objetos sexuales para satisfacer un ‘irrefrenable deseo biológico’ que los hombres no pueden contener; si no lo hacían con sus mujeres por una cuestión moral, lo hacían con prostitutas. Tiene un componente de mujeres en exclusión. Por mucho que pueda haber una pequeña parte de mujeres que deciden voluntariamente, la gran mayoría está por necesidad. Es necesario acabar con una institución que por definición es patriarcal y es machista y cosifica los cuerpos de las mujeres. La prostitución es el mercado del carne. 

Foto: KIKE TABERNER

—Partidaria de la prohibición.

—Sí. He tenido dudas durante años. Me he leído muchas cosas de cómo se abordaba en otros países y si al final me tengo que definir es como abolicionista. Lo urgente es la vulneración de los derechos humanos que se conculcan. Que en un contexto igualitario se puedan plantear fórmulas de ofertar placer sexual, todo el tema de los asistentes sexuales, puede estudiarse, pero es que hoy por hoy lo que me alarma es el comercio mundial. Cuando se ha podido avanzar en la persecución de la trata para la explotación sexual ha sido con la prohibición.

—Constantemente están haciendo campañas de todo tipo ¿Aún hay que concienciar?

—La capacidad didáctica que tenemos las administraciones es brutal. Todas las campañas que se están haciendo en València por las personas migrantes, la campaña València, ciudad refugio, las campañas del Orgullo, han servido para que la gente se sienta más legitimada a reivindicar sus derechos. Las administraciones tenemos un efecto multiplicador y hemos dado unos pasos que es difícil que se vayan para atrás, porque la gente ha asumido estas cuestiones como propias y va a impedir retrocesos.

—Y si alguien lo intenta, ¿se encontrará con ustedes?

—Se encontrará con la ciudadanía.

Foto: KIKE TABERNER

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