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Israel Galván se calza los zapatos de un niño para bailar un solo en el Festival 10 Sentidos

El bailaor, emblema de vanguardia en el flamenco, se ha inspirado en una liturgia arraigada en la Catedral de Sevilla, el Baile de los Seises

3/05/2023 - 

VALÈNCIA. Israel Galván (Sevilla 1973) no entró en la catedral de su ciudad natal a ver el tradicional Baile de los Seises hasta hace un año y medio. “Siempre había extranjeros y me tocaba hacer cola”, se justifica el bailaor, que ya consolidado como artista, con entre otros reconocimientos, el Premio Nacional de Danza 2005, ha echado la vista atrás a aquella danza litúrgica que de niño le daba miedo para buscar inspiración. 

Desde el año 1613 y en celebración del Corpus Christi, el Carnaval y la Inmaculada, el edificio gótico acoge a un grupo de niños, originalmente seis y ahora una decena, que ejecutan un baile vestidos de pajes, con pantalones abombados, chaquetillas y sombreros con plumas. 

Galván ha encontrado en la simpleza del Baile de los Seises la llave para poder reinventarse. La arraigada tradición lo aleja de su habitual espectacularidad para plegarse a una danza sutil. “En el baile siempre se tiende a abrir los brazos, a hacerlo llamativo para que se vea más, pero aquí he hecho una búsqueda del movimiento mínimo. Es un baile muy templado, donde lo chico se ve más que lo grande. En el éter están los niños y en el suelo, mi zapateado. Lo bonito es el contraste. Hay una radicalidad de la tierra y el aire”.

En esa forma de aproximarse al movimiento juega un papel fundamental un paso que hacen los seises, llamado relevé, que en francés quiere decir levantado. Consiste en subir los talones del suelo hasta solo mantener los dedos apoyados. “Me gusta porque lo puede hacer todo el mundo, es muy bonito. Yo le sumo el ruido”.

Su propuesta Seises se ha programado el 6 de abril en el Teatro Principal, en el contexto del Festival 10 Sentidos, que este año lleva por lema Las ilusiones. El referente del flamenco contemporáneo liga este enunciado a toda su trayectoria, donde ha tenido la posibilidad de ser libre y hacer siempre lo que le ha motivado. Y en el caso concreto de esta obra, lo conecta el entusiasmo que le despierta meterse “en el papel de un niño viejo”. El sevillano comparte lo difícil que es bailar al son de la voz de unos niños, “porque cantan muy de verdad y aparecen sentimientos muy de verdad”.

Si en el pasado ha colaborado con artistas tan dispares como Enrique Morente, Sol Picó, Pat Metheny, Vicente Amigo, Lagartija Nick, Miguel Poveda, Niño de Elche, Belén Maya y Manuela Carrasco, ahora zapatea a partir de las voces blancas de un coro de 30 niños de la Escolanía Nuestra Señora de los Desamparados de València.

© Natalia Benosilio

Scarlatti y Velázquez como inspiración de una Sevilla antigua

El solo arranca como un juego, con un guiño al hecho de que, a diferencia de los críos que integran el Baile de los Seises, Israel nunca ha sabido tocar las castañuelas ni los palillos. La música que suena está integrada por el Fandango del Padre Antonio Soler y las sonatas para clavicémbalo y pianoforte del compositor y clavecinista italiano del período barroco Alessandro Scarlatti y de su hijo Domenico, una respetada figura en el ámbito del clavicémbalo, que en la obra “funciona como si fuera el guitarrista”.

La otra referencia artística en el montaje es la pintura de Diego Velázquez. Su imaginario de cuerpos hiperrealistas se refleja en los retazos con los que se retrata la belleza de la ciudad de Sevilla, donde se plasman las naranjas y el azahar, pero también las cucarachas. “No te puedes imaginar las que hay”, comenta Galván.

Seises tiene un componente autobiográfico, inspirado en los recuerdos infantiles y el deseo del andaluz por ser bailarín. “La obra viene de cuando bailaba de chico, dentro del mundo de gente adulta. Ahora cierro el círculo al trabajar junto a niños siendo mayor”, enlaza.

© Natalia Benosilio

El espectáculo también celebra la glorificación del cuerpo a partir de su martirio. El autor ha reparado y plasmado en la pieza la contradicción de hallar belleza en el sufrimiento. Así, mientras se van relatando las crónicas de las torturas a las que se sometió a los santos, Israel baila con un sonido muy fuerte, originado al golpear con los pies en el suelo.

El fondo sonoro de estas crónicas son la lectura de poemas sobre el amor y al término, las voces y los silencios del coro infantil. Los niños cantores interpretan temas que se entrecruzan y dialogan con la danza de Israel Galván.

Desde que entra al escenario, el creador pasa por muchas emociones. “Según los zapatos que me pongo, va cambiando el clima de la obra, porque me hacen bailar de una manera. El uso de diferentes calzados me gusta porque a partir de ponerse zapatos, el niño juega”. Primero viste los zapatos de los seises, luego diferentes calzados de niños, y termina acoplándose las botas de bailaor para seguir bailando, a la llamada de la revolución, los espectáculos flamencos. 

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