VALÈNCIA. Empecemos con la buena noticia primero. El dato de crecimiento de 2,1% PIB durante el primer trimestre de 2019 que publicó Japón hace unos días sorprendió a todo el mundo cuando los analistas apuntaban a una tasa ligeramente negativa. Con este dato su crecimiento se eleva de 1,6% a 2,1% en tasa anual aunque tiene truco: las importaciones se redujeron más que las exportaciones debido al conflicto abierto entre Estados Unidos y China y esto propinó 'alas' al crecimiento, lo que finalmente se ha manifestado en esta última publicación.
Cabe mencionar que a raíz de una profunda crisis bancaria Japón prácticamente no creció, económicamente hablando, durante la década de los años 90 y que lleva ahora casi 22 años sumergidos en un ‘bucle’ económico del que nunca supo levantarse verdaderamente. Es un hecho que a los europeos nos debería servir como aviso: Desafortunadamente la línea que separa Europa de un tal escenario es muy fina y por ello pienso vale la pena analizar qué es lo que significa y cuáles serían los errores a no cometer en un tal caso y con Japón como espejo en el que mirarse.
Recordemos primero el peso que tiene Japón dentro del orden de la economía mundial. Su economía es hoy todavía la tercera mayor a nivel mundial por volumen de PIB, tras los Estados Unidos y China. Ha sido sin lugar a dudas el fenómeno económico de la segunda mitad del siglo veinte y su moneda, el yen, es la tercera mayor en circulación tras el dólar estadunidense y el euro.
Los sectores más significativos lo forman el manufacturero, el tecnológico y las industrias de la electrónica, del automóvil y del acero; mientras que los principales socios comerciales son los Estados Unidos, China, Malasia, Tailandia, Corea del Sur, Alemania y el resto de los estados miembros de la Unión Europea. También es el segundo país con mayor equidad de ingresos per cápita y sólo la República Checa tiene mejor tasa de desempleo a día de hoy. Aparentemente todo parece estupendo hasta aquí, pero no todo son 'luces' en Japón: la deuda por habitante es la mayor del mundo, superando con creces a la de Grecia, y no ha parado de aumentar en los últimos años, alcanzando la cuota de 253% del PIB (en España la deuda alcanza el 98% del PIB).
Además, el 'país de los emperadores' se encuentra atrapado en un estímulo permanente y no encuentra la fórmula para salir de aquel círculo porque la política no acometió reformas necesarias cuando tocaba. Solo decir que en los últimos seis años se han inyectado más de 4,9 billones de dólares a la economía para deshacerse de la deflación crónica. Pese a que esta cantidad incluso supera el valor de la propia economía, no ha servido de gran cosa.
Mientras otros importantes bloques como EE UU o la Unión Europea tratan de normalizar su política monetaria, el experimento en Japón no solamente está lejos de terminar, sino que asoma al país al horizonte de tener que vivir permanentemente bajo unos estímulos que por sí solos no están funcionado.
El gran error en el que Europa y también España no deben caer -en caso de asomarse a un futuro escenario parecido al de Japón- es el de no acometer permanentemente reformas. Si son medidas contrastadas en otros lugares, serán probablemente a primera vista muy impopulares pero a la vez efectivas y más adelante beneficiosas también para los inicialmente más perjudicados.
Lo que no puede ser es que aquí lleguemos al extremo de Japón, con la munición ya casi gastada y con pocas reformas en marcha. Japón necesita urgentemente flexibilizar el mercado de trabajo, impulsar la inmigración para lograr mayor fuerza laboral (por tener una población muy envejecida) o iniciativas para promover la incorporación de la mujer en el mercado laboral. Europa también empieza a tener una población envejecida y esto de flexibilizar el mercado laboral les debe sonar, ya que es la gran 'patata caliente' aquí en España cuando en realidad tiene una lectura muy sencilla: No adoptar las reformas necesarias tarde o temprano perjudicará justo a los que ahora más se oponen a ello.
Por tanto no se debe tomar a la ligera el endeudamiento de los países. Si Japón no logra salir de su eterno letargo, en parte también es debido a que no se logra poner coto a la espiral del continuo endeudamiento. Hoy en día financiamos el cada vez más exigente gasto social principalmente con deuda cuando deberíamos ser más ingeniosos y buscar fórmulas alternativas que permiten estirar aquel gasto de otras partidas. Un país altamente endeudado como Japón -y cuya deuda más que duplica a la de España- tiene muchos problemas para sostener a su propia economía. ¡No caigamos en la misma trampa y preocupémonos por tener bajo mayor control a nuestra deuda!
Christian Dürr es socio director de Ética Patrimonios EAF