VALÈNCIA. El Festival de música contemporánea Ensems celebra su cuadragésimo quinta edición más allá de su sede histórica, el Palau de la Música, donde esperamos que regrese en 2024 en algunos de sus conciertos. Un programa, a priori, más que interesante y exigente con una orquesta visitante, la ADDA Sinfónica de Alicante, formada por un joven y bien preparado plantel de músicos y un solista de excepción como es el gran percusionista de la Orquesta de Valencia, el músico de Xixona Javier Eguillor, cuya frenética actividad le va a llevar, entre otras cosas, en breve, a ser el primer percusionista español que participe en calidad de solista con la Orquesta Simón Bolívar de Venezuela, tras ponerse estos últimos años a las órdenes de tan reputados directores como el mismo Gustavo Dudamel, Daniel Harding o Esa-Pekka Salonen, entre otros grandes maestros del panorama actual.
El concierto para percusión, primera obra de la velada, del compositor francés André Jolivet, es un breve “viaje enciclopédico” del solista y en definitiva del oyente a través de los principales instrumentos de la percusión, pero lejos de ser la obra una excusa superficial para presentar los distintos instrumentos, cada movimiento tiene personalidad y la idea musical expresada va de la mano con el instrumento que la expone. El paso de un instrumento a otro añade la dificultad para el solista de ajustar con la orquesta las dinámicas para dotar la lectura de unidad y coherencia. Un viaje comprimido, de apenas veinte intensos minutos, que exigen gran concentración a los intérpretes, principalmente, y que transcurren en un santiamén. Javier Eguillor, una vez más, se revela como un consumado intérprete de toda esta amplia familia instrumental a la altura de los mejores de la actualidad. Precisión y virtuosismo al servicio de la expresión. Ciertamente, es un verdadero lujo tenerlo de primer atril en nuestra orquesta de Valencia.
La escritura del concierto de Jolivet es impecable y Eguillor, concienzudo y perfeccionista en la preparación de cada programa, la lleva a sus mejores posibilidades. Debemos lamentar que esta obra no aparezca más en los programas de concierto, puesto que el programador no podrá alegar en ningún caso que suponga un reto para un oyente mínimamente familiarizado con la música del siglo XX. Además, ciertamente las obras de percusión solista junto al conjunto sinfónico tienen un indudable atractivo siempre y cuando posean los estándares de calidad que se exigen. El de Jolivet es sin duda una partitura redonda y, personalmente, me quedaría con el misterio que transmite el segundo movimiento presidido por el sonido del vibráfono y la marimba. Hay que decir también que si bien en la batería, en el movimiento de cierre, Eguillor se muestra seguro y dominador de la técnica, la acústica del auditorio no es la mejor.
Exigua primera parte ocupada únicamente por el concierto de Jolivet, dejando para la segunda las dos obras exclusivamente orquestales firmadas por dos de los más insignes compositores del siglo XX. En el caso de Ligeti en su versión más folclórica en el sentido más estricto del término con su fantástico Concierto Rumano. Ambas son obras exigentes para la formación y los solistas y en términos generales la ADDA se mostró como una formación segura en conjunto, con muchas posibilidades de mejora dada la juventud de sus integrantes y con buenos solistas que quizás se mostraron algo tímidos en sus intervenciones, por ejemplo, las maderas al final del primer movimiento, quizás por la novedad de tocar en una acústica complicada y poco agradecida.
Una obra la de Ligeti en la que solistas, familias y toda la formación han de saber transmitir una irresistible alegría de vivir e idiomatismo del folclore del país de los Cárpatos. Sonó muy bien el unísono de la cuerda en el Andantino inicial, si bien a lo largo de la obra faltó al director maltés trasmitir nervio, energía y frescura a la lectura, por ejemplo en el Allegro Vivace, que ciertamente no pasó de ser una lectura correcta, ordenada y técnicamente irreprochable en su ejecución (escúchese entre otras la lectura de Esa-Pekka Salonen con la Filarmónica de Los Ángeles). Entre los solistas excelente el de trompa en el inicio del Adagio o la concertino, en sus comprometidas intervenciones en el movimiento de cierre indicado como presto por el compositor rumano. Un movimiento final de evidentes influencias Bartokianas (Finale del Concierto para Orquesta) en su inicio, pero que se vuelve marcadamente zíngaro a los pocos compases.
Aunque el concierto para orquesta de Witold también se remite al folclore, en este caso de la región polaca Kurpie, en el centro del país, sus referencias no son tan evidentes como en la obra de Ligeti. El cariz grave se aprecia en los primeros compases con los fortes anunciadores del timbal y también es la cuerda la que recita un tema de connotaciones autóctonas. El complejo y virtuoso Pasacaglia con ese tema repetido en dieciocho ocasiones fue abordado con éxito por los músicos de la orquesta. Charles Olivieri-Munro con parca gestualidad, mostró, de nuevo, profesionalidad, transmitió, al menos, un orden que la orquesta supo leer, pero se le echó en falta riesgo, imaginación y algo de personalidad en las lecturas ofrecidas. Éxito entre un público heterogéneo (bastante gente joven) que llenó en su mitad el auditorio superior de Les Arts.
Ficha técnica:
17 de septiembre de 2023
Auditorio del Palau de les Arts
Festival ENSEMS de música contemporánea
Obras de Jolivet, Ligeti y Lutoslawski
Javier Eguillor, percusión
Adda Sinfónica de Alicante
Charles-Olivieri Munro, director musical