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memorias de anticuario

Javier Goerlich, una exposición definitiva para un arquitecto fundamental

6/01/2019 - 

VALÈNCIA. Entono el mea culpa porque se me pasó citar esta exposición (Sala de Exposiciones del Ayuntamiento, Calle Arzobismo Mayoral 1) para estas fiestas navideñas, sin embargo, aprovechando que se ha prorrogado hasta el día 27 de enero, sirva este artículo para enmendar el error y vivamente recomendarla. Comisariada por el investigador Tito Llopis y el historiador David Sánchez (autores de la excelente monografía publicada en 2014, 41 años después de la muerte del arquitecto, junto con Daniel Benito Goerlich y prologado por el presidente de la Fundación Goerlich, Andrés Goerlich), es una muestra obligada para todo aquel que quiera conocer la figura de Javier Goerlich, pero ante todo, para sumergirse en una etapa esencial en el desarrollo de nuestra ciudad. La Valencia de la modernidad no se entendería sin nuestro protagonista puesto que es responsable también del desarrollo urbano, más allá de su arquitectura. Se trata de una exposición excelente que abarca todas las facetas del arquitecto urbanista: el de planificador de la metropoli del futuro inmediato, el diseñador de edificios y la persona en su ámbito privado, amante del arte, coleccionista y comprometido generosamente con su ciudad a través del Legado Goerlich-Miquel (hoy día depositado en el Museo de Bellas Artes). La muestra es exhaustiva gracias a que Goerlich fue obsesivamente cuidadoso a la hora de guardar y clasificar la documentación que iba produciendo en sus años de ejercicio profesional, entre su irrenunciable vocación de servidor público, a través de su puesto de arquitecto municipal, y los encargos privados.

La historia de la arquitectura y urbanismo de València es fascinante. El profesor Joaquín Bérchez, en los años de facultad, nos abrió los ojos sobre el carácter enciclopédico de la arquitectura de nuestra ciudad, sin ser poseedora de un hito mundialmente célebre. Lo prefiero. No hay época histórica desde prácticamente la época romana, por breve que haya sido, que no haya dejado su legado (pocas urbes pueden presumir de ello). La mirada curiosa sobre mi ciudad me viene de fábrica y desde niño he tenido el buen vicio de mirar hacia arriba: cornisas, fachadas, torres y miramares, en mis paseos, sólo o acompañado, y todavía me da la impresión de que me queda mucho por conocer y literalmente descubrir. Cuando me lo pude permitir comencé a comprarme los primeros libros: recuerdo especialmente el de Trinidad Simó sobre el centro histórico de València, que todavía consulto, y que recomiendo, y más tarde fueron fundamentales las Guías de arquitectura de València editadas por el Colegio de Arquitectos, a través de las que empecé a ser consciente de la repetición de un nombre a partir de la primera década del siglo XX: Javier Goerlich.

El urbanista. La ambiciosa idea de una nueva València

No sería justo ir con eufemismos y sin duda la de urbanista planificador es la faceta más discutible y polémica de nuestro protagonista. Pero no nos dejemos llevar por la pasión a, la vista de los magníficos planos que se exponen, y trasladémonos a una València con unas murallas derribadas unos cincuenta años atrás y en la que el tráfico rodado hacía su imparable aparición. Desde la València actual, con una tendencia a la minoración drástica del gran vehículo, al menos intramuros de la ciudad, es fácil y lógico que nos echemos las manos a la cabeza (movidos por la idea de preservación de los centros históricos que hoy es indiscutible) cuando contemplamos los diseños con tiralíneas de las grandes avenidas que Goerlich proyectó y que atravesaban todo el centro histórico con el derribo de buena parte de su trama urbana (el vestigio más importante es la avenida del Oeste). Desde nuestra mirada actual, incluso la preservación de las murallas se nos vislumbra como algo irrenunciable. Pero no sería del todo justo valorar las propuestas de Goerlich desde el siglo XXI. Tengamos en cuenta que los barrios históricos de trama musulmana eran insalubres en una ciudad que todavía no estaba dotada de sistemas de evacuación de residuos y aguas como en la actualidad, entre otras muchas deficiencias a las que era lógico que en aquel entonces había que solucionar. De la observación de los planos y de su arquitectura, es evidente que Goerlich tenía en su cabeza una visión global de ciudad y una idea enormemente ambiciosa,  influenciada por los grandes planes de las capitales de centroeuropa como París y Viena. Goerlich pensaba a lo grande y dentro de su cabeza residía la nueva València. Véase incluso sus proyectos de edificios más allá de la planificación urbanística: desde los no realizados como el gran Teatro de ópera (era un gran melómano) tomando como modelos la ópera Garnier de París, o las staatsoper de Viena o Berlín, o el gran mercado de abastos, afortunadamente sí construido (considerado en su día el más importante de España y uno de los más grandes de Europa). La idea de ciudad de Goerlich también incluía una gran actuación urbanística en la zona portuaria que de alguna forma transformaría el lugar en un segundo centro de la ciudad por la importancia de los edificios y avenidas planeados. Ello habría dado lugar a una modificación de una trama urbana (el Cabanyal-Canyamelar) cuya preservación hoy en día tiene poca discusión.

Impresiona la gran maqueta del centro de la ciudad que resalta los edificios proyectados por Goerlich, uno de los arquitectos más exitosos en la primera mitad del siglo XX. Aun así, edificios emblemáticos como el espectacular y hoy desaparecido Cine Trianon que se encontraba en la calle Ruzafa junto a lo que hoy son los cines Lys, el mercado de flores de la actual plaza del ayuntamiento, lamentablemente desaparecido (un hecho no suficientemente llorado) o el elegante y moderno Club náutico (1932), fueron proyectos y habría que añadir a los hoy todavía existentes. Aunque parezca mentira no aprendemos y todavía tenemos que enfrentarnos a la posibilidad de un derribo con el caso del antiguo Cine Metropol en la calle Hernán Cortés.

Se trata, por tanto, de una exposición de visita pausada que además invita a pensar, a debatir y a preguntarnos sobre la evolución de las ciudades, sobre los límites del desarrollo urbanístico pero también sobre la necesidad de éste en determinados momentos y según cómo. Las ciudades momificadas versus ciudades como organismos vivos. Un debate complejo sin duda. Se trata, por tanto, de una exposición en la que Goerlich es la excusa de lujo para invitarnos a ocupa el lugar de quienes debían decidir el futuro de la ciudad en la València de entresiglos.

El arquitecto

El catálogo arquitectónico de Javier Goerlich es enorme (más de medio millar de edificios), aunque lo realmente llamativo es el amplio abanico de tipologías edilicias que abordó nuestro arquitecto: edificios señoriales, deportivos, oficinas, cocheras, edificación de protección oficial (casas baratas), colegios, teatros, plazas, viviendas, arquitectura funeraria, mercados…

Estilísticamente su arquitectura se mueve entre dos mundos, uno que mira al clasicismo de forma erudita, virtuosa, grandilocuente y perfeccionista y que nos ha legado algunos de los edificios más espectaculares de la ciudad (plaza del Ayuntamiento) y otro que lo hace hacia la modernidad racionalista, de líneas más puras y depuradas y elegancia en cierta forma minimalista aunque en el que se trasluce cierta mediterraneidad (permítanme esa apreciación bastante personal).

Como en todo, cada uno tiene sus preferencias en un catálogo tan importante. Lo que sí se trasluce de todas sus intervenciones es una calidad técnica indiscutible y un dominio de los estilos, las proporciones y los materiales impresionante. Difícil elegir, pero personalmente me quedo con detalles como el elegante remate del edificio Patuel-Longas en la esquina de General San Martín con Ruzafa, el Colegio Mayor Luís Vives, el buen gusto y la elegancia del esquinero edificio Niederleitner (Pascual y Genís), el mercado de flores de la actual plaza del ayuntamiento (que sólo conozco por fotografías), el espectacular edificio para José Martí en la calle San Vicente con la Plaza del Ayuntamiento (y su ensoñador remate), o el moderno edificio para Rafael Valls (Calle Reina 56). Sin ser un visionario, Javier Goerlich es uno de los mayores exponentes de una época de efervescencia arquitectónica en una ciudad que vive un florecimiento económico. Congratula observar que lentamente, pero sin pausa, se esté haciendo justicia (para ello es importante la labor de la Fundación Goerlich o de grupos como Remember València) con una arquitectura que no se acaba y que tuvo otros muchos nombres como Demetrio Ribes, Belda, Vicente Ferrer, García Cardona, Cortina, Mora Berenguer en los años de entresiglos, para ir cogiendo el testigo los Borso di Carminati, Rieta, Luis Albert Ballesteros, Viedma, Demetrio Ribes, Lucini etc. No obstante me da la sensación de que todavía no somos conscientes del todo de la importancia de la arquitectura de estás décadas que con el tiempo acabará situándose a la altura de las mejores épocas de esplendor constructivo de la ciudad.

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