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Jayne County, vida de la primera punk transexual

10/07/2022 - 

VALÈNCIA. Más allá de las jugosas experiencias vividas por Jayne County en los años setenta, cuando el underground neoyorquino se preparaba para darse a conocer por todo lo alto, Man enough to be a woman es destacable también por la candidez y la vulnerabilidad con la que su autora se expresa en momentos muy concretos de su autobiografía.  El niño bautizado Wayne Rogers creció en el sur de Estados Unidos, rodeado de un entorno conservador, hostil con un crío que lo que quería era ponerse la ropa de su madre. En cuanto pudo empezó a ir con drag queens de Atlanta que asumían motes como Miss Pollas y acabó casi por accidente en Nueva York mientras se dirigía a California, en busca del verano del amor. Allí empezó a trabajar en el teatro alternativo con Holly Woodlawn, Jackie Curtis y Candy Darling, las tres gracias del movimiento trans de la ciudad, santificadas todas por su aparición en las películas más populares de Warhol. Fue así como County hizo de su travestismo una forma de expresión, uniéndose al elenco de obras  en las que el fin (que el público fuese a verlas) justificaba cualquier tipo de medios (lenguaje obsceno, provocación, absurdo). Entonces aparecieron las New York Dolls,  inventoras del glitter rock, que es la versión americana de lo que los ingleses llamaron glam y en 1972 Wayne  montó el grupo de rock Queen Elizabeth.

MainMan, la compañía artística de quien entonces era mánager de Bowie, la contrató para sacarle un disco que jamás se grabó porque, según el libro, el objetivo no era promocionarla sino tenerla bloqueada para evitar que pudiera restarle protagonismo a la estrella principal. Por este motivo, en algunos pasajes de su relato, County lanza algún dardo con curare. Durante una entrevista telefónica que mantuve con ella en 1995 (y cuya transcripción no consigo localizar), justo cuando Man enough to be a woman acababa de publicarse en Inglaterra, contó que Bowie la acosó una noche, sin mayores consecuencias porque estaba muy borracho. Años después, en 1977, County se fue a vivir a Londres, convencida de que allí tendría mejor acogida que en Estados Unidos. Actuó también por Europa y llegó a compartir gira y camerinos con The Police, que por aquel entonces aún no habían alcanzado el éxito. Luego llegaron tiempos de dificultades económicas y County vendió un titular sensacionalista para sacar dinero, algo de lo que dice estar arrepentida, ya que lo que entonces contó sobre Sting era falso. Y quién sabe si la anécdota de Bowie es completamente real, puesto que, tal y como se destacó en la citada entrevista para Tentaciones, “todos adoran a los travestidos”. Pero a pesar de ese tendencia  a la distorsión de la realidad (en un libro sobre el punk aseguraba que Moe Tucker, la batería de Velvet Underground, era lesbiana), sigue resultando un personaje entrañable, sobre todo cuando, desde la cercanía de la vejez, nos habla de cómo ha ido aprendiendo a entender su propia identidad con el paso del tiempo.

El hecho de ser trans me ha dado mucha publicidad, pero también me ha impedido llegar a tener éxito de verdad y ser apreciada por mis propios méritos”, dice en su libro quien fue la primera mujer trans que hizo rock, alguien que saltó al escenario mucho antes de que RuPaul existiera y antes de que todo lo asociado con la fluidez de género empezara a ser entendido como una opción y no como una perversión. Jayne irrumpió en escena cuando casi todo estaba por hacer en estas cuestiones, y eso, en un caso como el suyo, le ha acarreado mucha incomprensión. Cuando abandonó Nueva York para irse a Londres, lo que hizo fue emigrar al epicentro del punk porque el punk era ella: “Empecé siendo un hombre que se maquillaba, llevaba vestidos escandalosos y trabajaba en un formato rockero, y eso era algo nuevo. Y mis letras hablaban de sexo de forma muy explícita. No estaba cantando “Vamos a bailar rock toda la noche”, sino que decía cosas como “Clávamela”, “Que te follen” o “Eres malo en la cama””. A veces, la originalidad, más aún si esta es procaz, no resulta fácil de vender. La industria se pone en guardia y espera a que aparezca alguien que consiga que las propuestas más temerarias no lo sean tanto. También es cierto que hay artistas que no tienen suerte a la hora de desarrollar sus carreras. Están en el lugar erróneo en el momento equivocado o simplemente -acordémonos de Elvis- eligen a las personas erróneas para que les representen. La historia de County también posee esos ingredientes. “La ciudad no es un buen lugar para hacerse mayor”, afirma hacia el final del texto, cuando confiesa el miedo a terminar vagando con sus pertenencias metidas en bolsas por las calles de Nueva York. Porque lo que realmente quiere decirnos es que la ciudad no es un buen lugar para envejecer cuando no tienes a nadie a tu lado. Gracias a un inesperado giro del destino, pudo volver a su ciudad natal e instalarse allí, lo cual le está permitiendo vivir su vejez con dignidad. Hace años que la pintura es su medio de expresión prioritario. La música ya sólo es una actividad ocasional.

Más allá de las exageraciones y las reiteraciones, de la necesidad de autoreivindicarse sabiéndose vinculada a un pasado que ya es historia, Man enough to be a woman es toda una enseñanza de vida (“viviendo se aprende, ¡idiotas!, exclama Debbie Harry en el blurb de la faja que rodea al libro). En sus páginas revive aquel personaje extraño, pero indescriptiblemente magnético, que salía en el Popular 1, aquella travesti que cantaba sobre el Max’s Kansas City en un álbum que el propio club había editado. El lugar legendario donde Velvet Underground dieron su último concierto con Lou Reed tenía como portavoz a una rockera deslenguada y frenética, que a veces aparecía con su peluca rubia y cardada como una versión grotesca de Dolly Parton y otras no era más que un señor narigudo, con prendas masculinas, melenita rubia y un gorro de lana. El Wayne County que cantaba “si no quieres follarme, que te den por culo”. El Wayne que, en 1979, poco antes de ser Jayne sacó un disco titulado Cosas que tu madre nunca te dijo. Ahora que la adolescencia es ya un recuerdo borroso, este libro de memorias llega para explicarnos al fin cuáles eran esas cosas que nuestra madre nunca nos contó.

Jayne County con Divine

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