HUMANOS CON RECURSOS / OPINIÓN

Jet Lag digital

11/05/2016 - 

VALENCIA. Casi coincidiendo con el debate entre los partidos sobre la posibilidad de reducir sus costes de publicidad y la forma de realizarla para la re-campaña del 26J, el Consell ha presentado recientemente a licitación la contratación de servicios de soporte técnico para la transformación digital de la administración valenciana, que contará con un presupuesto inicial de 9,7 millones de euros. La responsabilidad de esta transformación recaerá en la Dirección General de Tecnologías de la Información (DGTIC). Lo  cierto es que la velocidad de la evolución digital en todos los ámbitos es tan exponencial que todo esfuerzo e inversión en este campo parecen pocos para reducir en lo posible esa sensación de no alcanzar el nivel deseado. De hecho hay quien afirma que más que en una era de cambio, estamos ante un cambio de era, y así hay que afrontarlo puesto que como afirmaba García Márquez, “no tenemos otro mundo al que podamos mudar” (al menos de momento…). 

Según el Índice de Evolución Digital elaborado por la Tufts University, España ocupó el puesto 25 (de 50 países), y según el World Economic Forum seríamos los 34 de 143, pero en ambos casos con un riesgo constatado en los últimos años de perder posiciones. A este respecto, la evolución en cualquier ámbito nos ha permitido observar una ley que parece incontestable: cualquier persona, organización o sociedad, si quiere sobrevivir debe aprender a la misma velocidad que su entorno. De otro modo, queda atrapada en un indefinido jet lag en el que nunca acaba de recuperar el ritmo circadiano que le es propio, y que además va en aumento. Y esto es algo que hay que tener en cuenta, porque al fin y al cabo, como en cualquier otra transformación son las personas las que la hacen posible. 

Es decir, la transformación digital por si sola no es suficiente, sino que es necesaria una transformación del talento, que permita la adaptación de las capacidades actuales de los profesionales de cualquier ámbito a las nuevas necesidades. Ahora bien, dicha adaptación no será efectiva si solo descansa en factores externos, como más horas de formación. El éxito del proceso radicará en la activación de un elemento intrínseco al propio profesional, su predisposición o actitud para seguir desarrollando sus competencias y emplear las nuevas herramientas, como la que movía al personaje de Tom Hanks, pese a su edad, a matricularse en la universidad y empezar de nuevo, en el filme “Larry Crowne”.

Y es ahí donde está quizá el factor más crítico y más complicado de llevar a cabo, porque como advertía el presidente estadounidense Woodrow Wilson: “Si usted desea hacer enemigos, intente cambiar algo”. En definitiva, los nuevos conocimientos solo implican horas de estudio, pero la motivación para aprenderlos y aplicarlos convenientemente responde a un circuito más complejo e individualizado. Quizá así se entienda la decisión de la Diputación de Valencia de invertir en un programa de formación en valores, comunicación interna y coaching para los trabajadores de la desprestigiada Imelsa.

En la nueva sociedad digital, lo relevante no es tanto la información disponible, sino qué hacer con ella, cómo buscar la que necesitamos y cómo utilizarla para tomar decisiones. En un mundo donde ya no es posible el “vuelva usted mañana” de Larra, porque todo está abierto siempre, sin distinguir entre festivos o laborables, y donde la accesibilidad en la red tiende a ser continua e ininterrumpida, no cabe pretender que las ventajas, estándares y autonomía que la tecnología nos proporciona a cada uno de nosotros como individuos, no puedan ejercitarse con igual libertad y resultados en otros ámbitos de relación, ya sea con la administración o con las empresas.  

Y es aquí donde a buen seguro puede buscarse la simiente de esa motivación necesaria para la transformación digital en el campo profesional, porque no hay mejor manera de aprender que aprender haciendo, y haciéndolo del modo que es natural y habitual ya en el mundo digital. Las relaciones a través de la web se han convertido en conversaciones con cualquiera, en cualquier momento y en cualquier lugar; y ese espíritu es el que debería estar presente en cualquier área que se gestione digitalmente. Las fronteras entre el mundo offline y online son cada vez más difusas, y  la resistencia más inteligente, no será una reacción ludita de boicot a la máquina como en el siglo XIX, sino extraer y aprovechar las ventajas que la tecnología nos proporciona. Porque como advertía Keynes: “Cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted qué hace?”