VALÈNCIA. El hombre que nos ha hecho bailar y vibrar con Chiquilla o Comerranas, Jose Manuel Casañ natural de Benetússer recuerda con cariño que nació en la Cigüeña y vivió hasta su adolescencia en Benetússer donde trabajaba en el horno de su padre; mientras descubrió el teatro con sus amigos del instituto de y confiesa que “cantaba canciones de Bruno Lomas con un cepillo de mi madre mirándome al espejo” y también rememora sus inicios musicales con el coro que a finales de los 60 formaron llamado ‘Los pequeños ruiseñores’.
Durante una década combinó la música y el trabajo en la panadería de su padre, hasta que se independizó y se marchó a vivir a la Eliana donde “encuentro la armonía y tranquilidad necesarias para componer”, aunque también le gustan “sitios bucólicos, el mar, lugares como el Saler o la Patacona”.
Jose Manuel es un cantante que aboga por el cuidado de las cosas y buscar ese equilibrio a la hora de escribir sus canciones, y confiesa: “Me gusta estrenar libretas, escribir con estilográficas y usar colores.” También hablamos de los 80 y desmitifica la movida valenciana “tenemos una autodefensa de olvidar lo negativo pero fueron tiempos de drogas, carreteras infames, equipos de sonido malos, suciedad”; en cambio reivindica que “echo mucho de menos de los 80 el humor y la ironía”.
Con la irrupción de la ruta del bakalo, Casañ explica que “los grupos de pop rock se recluyeron en sus garitos como Nou Cafe Concert”. Sobre la transformación de Valencia se emociona explicando la ruta del río Turia desde el Parque de Cabecera hasta la Ciudad de las Ciencias y se declara un enamorado de las zonas de playa cercanas a la ciudad.
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